sábado, 3 de diciembre de 2022

Made

La chacona del Perrate es un misterio. Describe lo que podría ser una rave del siglo XVII y, a la vez, invita al oyente a participar en ella. Una inmersión en clave burlona entre pillos, negros y putas a la que, por poco amor propio que tenga uno, es imposible resistirse. Salir muerto de esa barahúnda es altamente probable pero la vida es un deporte de riesgo, sobre todo si es vida, vidita y bona. A nadie más que a mí (establezco conexiones un tanto disfuncionales) se le habría ocurrido que la boda de Almadán fuera un plagio de Qualsevol nit pot sortir el sol, ni que el Verdejo, a las 21.03, semejara el reverso luminoso d'heus aquí Blancaneus, el Pulgarsito i els Tres Porquets... La diferencia no radicaba en que los invitados ya hubiéramos llegado, sino en que éramos de verdad. 

Cayetana le había hecho creer que cenaban con su madre (¡qué mujer, Patricia!) y Trapiello. Y cuando Arcadi entró y vio lo que le esperaba... Iba a decir que 'no dio crédito', pero no, el tópico habría encogido ante las palabras con que trató de asimilar, casi deglutir, la presencia de ese hombre abrupto, chaparro y peligroso que tanto se parecía al Perrate, con quien yo, en aquel momento, tomaba uno de los vinos con que Puri Losada había amadrinado la cita. "Pero... ¡tú!". A lo que el Perrate respondió: "Sí, yo, y vengo a cantar". Tal vez dijo a cantarte. O a cantaros. Las noches legendarias han de propiciar leyendas.

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