sábado, 6 de febrero de 2016

Una franquicia

«Aquel Saviano perplejo da paso, en CeroCeroCero, a un escriba recluido en el ancho mundo, lo que determina que la obra sea, antes que un reportaje, un informe; todo lo condimentado y embellecido que se quiera, pero informe al fin y al cabo. Por eso, entre otras razones, carece de making of, si bien este rasgo no deja de constituir un alarde de coherencia: el making of de Saviano ya no es otro que la más ultrajante tiniebla. En este sentido, y como no puede ser de otra forma, la obra hurta al lector las condiciones en que se efectuaron las pesquisas, las entrevistas, los rastreos (aunque la mayoría de los capítulos, insisto, desprenden el inconfundible aroma a naftalina de los expedientes policiales). Hay una incógnita, empero, a la que no dejo de dar vueltas: ¿Consumió Saviano cocaína para elaborar su ensayo? No parece una cuestión irrelevante, máxime teniendo en cuenta esos apartes pseudopoéticos consagrados a la fisiología de la euforia.
Paradójicamente, el embozo del oficio abre la espita de la hinchazón retórica. En otras palabras: ante la imposibilidad fáctica de incrustarse en el relato (lo que no se puede decir, no se debe decir), Saviano estampa su sello en forma de absurdos tautológicos del tipo "México no se puede definir. Es solo México. Es México y basta", o prodigándose en el caracoleo sabihondo del que está de vuelta del infierno mismo, abusando hasta la náusea de sentencias a lo 'tú, lector, que crees saber y no sabes un carajo…'. Las casi quinientas páginas de CeroCeroCero, en fin, dan para un cuaderno de agravios, entre los cuales habrían de figurar esa pulsión alucinada por la que cada mafia es más sanguinaria que la precedente, o el intento de anabolizar el texto con la especie de que el negocio de la coca no es sino una versión refinada (nunca mejor dicho) del capitalismo, o la insinuación de que el tráfico de cocaína por parte de las FARC es menos execrable que el que practican los cárteles, quién sabe si en virtud de una ignota derivada del «comercio justo», o la porfía en aseverar que la cocaína gobierna el mundo, sin que medie en tal aseveración el menor asomo comparativo con el sexo, el juego o la industria armamentística.»

En mi reseña de CeroCeroCero, de Roberto Saviano, atribuí la ausencia de datos en torno a la elaboración del libro a la reclusión del autor. Vivir amenazado, me dije, acaso tenga su ineluctable correlato en la escritura. No. Fue un plagio. Un plagio múltiple, sistemático y chabacano, wikipárrafos incluidos.Y si Saviano hurtó al lector las condiciones en que se efectuaron las pesquisas fue porque nunca las hubo. O no, al menos, en el modo en que Saviano dio a entender. El estilo ampuloso de la obra, en efecto, era una cortina de humo, como demuestra Michael Moynihan en su largo artículo "Saviano y el plagio", éste sí, producto de una pesquisa, y que fue publicado originalmente en septiembre de 2015 en The Daily Beast.


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