La
consejera de Enseñanza, Irene Rigau, gran valedora de esa cohesión, sabe perfectamente que en
Quebec, por ejemplo, esa región de tintes cuasi míticos, hay escuelas públicas
en inglés y escuelas públicas en francés. Y no pasa nada. Sí, de acuerdo, los
centros anglófonos están reservados a los hijos de progenitores,
nacidos en Canadá, que hayan recibido a su vez su enseñanza básica
en inglés; y es que, por imposible que parezca, también los
quebequeses cometen errores.
Pero
lo que sorprende cada vez más de las continuas apelaciones a la
cohesión, así, sin matices, es la doblez, cuando no la desfachatez.
En el afán de saltarse la ley, Rigau se sacó de la manga la
atención personalizada, que es, por emplear una palabra de moda, una
suerte de escrache institucional a los castellanohablantes. Para
empezar, porque supone segregar al alumno del grupo y concederle el
mismo trato, digámoslo sin ambages, que se concede a los cortos de
entendederas. Pero sobre todo, porque implica significarse, y no creo
que, a esas edades, haya un solo niño que guste de hacerlo, y menos
aún para ser el raro, el anómalo, el 'castellano'. Eso, consejera,
sí que equivale a quebrar la cohesión social, esa que a usted, en el
fondo, le trae sin cuidado.
La Voz de Barcelona, 12 de abril de 2013
La Voz de Barcelona, 12 de abril de 2013
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