rumba & estiba
domingo, 22 de junio de 2025
Valdeón on tour
domingo, 1 de junio de 2025
Llorando voy
domingo, 11 de mayo de 2025
Ampliación del campo de batalla
Por su parte, la derecha de la época, y me limito exclusivamente a la Alianza Popular de Manuel Fraga, fue contraria a la legalización del divorcio por considerarlo una amenaza para la pervivencia de la familia tradicional, se opuso a la primera ley de despenalización del aborto, aprobada en 1985 por el Gobierno de Felipe González, y que se regía por los supuestos de violación, malformación fetal o grave riesgo de salud física o psíquica para la madre. Sabido es, asimismo, que se mostró recelosa, cuando no abiertamente hostil, a la cooficialidad lingüística, refractaria a la secularización de la enseñanza y, ya en 2005, votó en el Congreso contra el matrimonio homosexual.
Más de cuarenta años después, la izquierda radical sigue abanderando o justificando las mismas causas, con la nauseabunda salvedad de que el principal partido del Gobierno se ha alineado con ellas, ampliando el catálogo en nombre de la moderación. Así, a los hits de sobra conocidos:
–La izquierda actúa movida por férreas convicciones, mientras que la derecha lo hace por intereses espurios.
–En España urge una derecha civilizada. [Donde ‘civilizada’ significa, en puridad, domesticada, y emerge, aquí, la figura del antípodo de afanes redentores: «Conozco gente que os votaría, pero claro, con personajes como Cayetana se hace muy difícil»].
–Los nacionalismos catalán, vasco, gallego e incluso andaluz son la evidencia acrisolada de que España es un Estado multinacional, en el que la diversidad es sinónimo de riqueza inmaterial. En cambio, la adhesión a la España constitucional en esas mismas comunidades es un acto de provocación innecesario, una forma extravagante de buscarse problemas.
–Al mar con los israelíes.
-El apocalipsis climático, cada vez más inminente, tiene su origen en la codicia neoliberal, y sopesar la conveniencia de que las renovables cuenten con fuentes de respaldo fiables, la prueba irrefutable de que existe un fascismo energético ante el que debemos entonar, con brío renovado, «¡No pasarán!».
–La justicia, si no es social, es de derechas.
El catecismo, decía, ha sido corregido y aumentado desde que Sánchez tomó las instituciones:
–Oponerse a la normalización de Bildu es propio de cerriles nostálgicos; en cambio, santiguarse diariamente con tres condenas al franquismo es un digno ejemplo de memoria histórica.
–El género es una construcción cultural.
–Nuestra agenda del reencuentro incluye a terroristas, a golpistas y, en general, a todo aquel que acredite un cierto grado de hispanofobia, pero no a la fachosfera, por mucho que la compongan más de 11 millones de españoles.
–Los caseros son rentistas sin escrúpulos.
–«No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas» es una sutil conjetura heteropatriarcal.
–Abogamos por la prohibición de los pisos turísticos porque expulsan a los residentes tradicionales de sus barrios, alteran la fisonomía del tejido social e incrementan el precio de los alquileres. [Lo cual no quita que seamos usuarios de pisos turísticos porque es el modo más auténtico de mezclarte con el paisanaje, de ‘vivir’ el tipo de experiencia inmersiva que los hoteles, tan fríos, no permiten.]
–Estamos en guerra perpetua contra el progreso, y en el cometido de alistar a la ciudadanía nada resulta tan eficaz como la semántica belicista: refugios climáticos, espacios seguros, pacificación del tráfico…
–Las enfermedades mentales no existen, son una consecuencia del malestar que provoca el sistema, y los tratamientos farmacológicos son una forma de contener e incluso oprimir a quienes las sufren. [En este caso, no obstante, estaríamos ante un revival de la antipsiquiatría.]
De los preceptos, ciertamente elementales, por que se conducía la Alianza Popular de principios de los ochenta, no queda uno solo en pie. Lo que a ojos de la izquierda la convierte en incivilizada es, de hecho, su mera existencia.
The Objective, 11 de mayo de 2025
domingo, 20 de abril de 2025
¡Alto, Guardia Civil!- gritó la cabo Valdés
Ningún libro es estrictamente necesario ni debería-leerse-en-todas-las-escuelas. Así y todo, el de Ussía Jr. viene a llenar un vacío en la ficción española: el de la obra que traza una frontera indeleble entre los buenos y los malos. Los buenos y los malos, sí, no vaya a doblegarnos el pudor a estas alturas. A un lado, quienes se jugaron la vida en defensa del Estado de Derecho en condiciones casi tercermundistas; al otro, la banda de serial killers y las decenas de miles de malnacidos que les daban voto, cobijo y comunión, y que celebraban sus crímenes en las herrikos. Esos que, al enterarse de que había habido un atentado, lo primero que preguntaban, salivando, era: “¿Cuántos?”. Minuto de juego y resultado.
Dichosamente, la nítida divisoria que, en Borroka, distingue a los héroes de los villanos no redunda en que la escritura se deslice hacia el trazo grueso; antes bien, da cuenta de la audacia de un narrador que, sin faltar a las convenciones del género, y tras una ardua labor de documentación y no pocas entrevistas con mandos antiterroristas, toma partido por la pedagogía democrática. Y lo hace sin temor a que los morigerados de turno le acusen de maniqueísta, de que haya osado pasar por alto, oh, esa “inmensa gama de grises” que media entre la bala y el cráneo. E Impugnando, además, la actitud beatífica de nuestros mediadores de cabecera: los Medem, Cobeaga, Bollaín, Aramburu, Évole… eternos aspirantes al Princesa de Asturias del Abracito.
domingo, 30 de marzo de 2025
Una teoría del reemplazo
Madrid, pese a sus esforzados progresos, sigue siendo un burruño hostil. No en vano, uno de sus rasgos primordiales es el sinfín de emboscadas que tiende al viandante, esos atolladeros a lo Un día de furia en los que de repente se acaba el mundo (¡el terraplanismo hecho hormigón!), y que tienen como epítomes el galimatías escheriano de la confluencia de Alcalá y O’Donell, en el que la Casa Árabe emerge como un magnífico estorbo, o esa gincana para incautos que es el Paseo del Prado.
Las impresiones, lo admito, son un amaño, un sesgo de confirmación a la brava, pero dada mi condición de barcelonés, y teniendo en cuenta las muchas veces que he preguntado «¿has estado en Barcelona?», las mías rayan en lo sintomático.
Sea como sea, he consultado estadísticas y la mayoría de ellas indican que los madrileños tienen como destinos preferentes Cádiz, Santa Pola, San Sebastián, Puerto de la Cruz, Ibiza, Santander, Playa de Aro… ¿Y Barcelona? Hace unos días, la respuesta de un treintañero tuvo algo de humillación: «No, no he estado, pero a ver si convenzo a mi novia para que vayamos, porque tengo mucha curiosidad por conocerla». ¡Curiosidad! Y aunque de primeras me dije que el humillado era él, no hay que despreciar la incidencia de factores como el procés, el 1-O, Colau, las plusmarcas de robos a punta de navaja, la hispanofobia y esa imagen de detritus vocacional que tanto se ha propagado en los medios y hace arder las redes a diario. O la general idiocia. Así y todo, la indiferencia de los madrileños respecto a Barcelona es menos desagradable que la insólita contraparte que viene provocando esta descompensación. Esos miles de catalanes, no necesariamente barceloneses, que llevan instalándose en Madrid a la chita callando, y que han hecho del catalán la lengua vehicular del Retiro, en un remedo insospechado de aquella Invasión sutil del escritor mexicano Pere Calders.
The Objective, 30 de marzo de 2025
lunes, 3 de marzo de 2025
Trump en Hill Valley
No obstante, y a la vista de la deriva tractoriana que fue adquiriendo el acoso, no cabe mejor antecedente cinematográfico que el del villano de Regreso al futuro, aquel Biff Tannen, tarugo oficial del pueblo ficticio de Hill Valley, que tiene atemorizados a sus convecinos y trata de escarmentar al desafiante forastero que encarna Michael J. Fox, Marty McFly. A semejanza del senador que en la sala ovoide le preguntó a Zelensky (con modales de agente de inmigración) por qué no llevaba traje, en Regreso…, uno de los pandilleros de Biff se encara con Marty, que viste un chaleco acolchado típico de su presente, y exclama: «¡Mira, Biff, el salvavidas que lleva este individuo, el muy tonto cree que se ahogará!».
Es conocido que en octubre de 2015, es decir, apenas dos semanas antes de las presidenciales estadounidenses, el guionista del film, Bob Gale, irrumpió en campaña para declarar que el personaje de Biff de la segunda entrega, un magnate sin escrúpulos que hace y deshace a su antojo y que ha hecho de Hill Valley poco menos que su finca de recreo, estaba inspirado en Trump. Lo que Gale ignoraba entonces es que el remedo mejor acabado de Trump es el del Regreso… original. O, si lo prefieren, el de Biff hostigando a Zelensky entre las risotadas de la turba.
-Y bien, chico del futuro, dime, ¿quién es el presidente de los Estados Unidos en 1985?
-Ronald Reagan.
-¿Ronald Reagan? ¿El actor? ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Y el vicepresidente? ¿Jerry Lewis? Supongo que Jane Wyman es la primera dama, y que John Wayne es el secretario de Defensa.
Aquel simulacro profético, que me hizo sonreír cínicamente en mi adolescencia, sería hoy un horizonte luminoso.
domingo, 9 de febrero de 2025
El 47, ¡la lucha sigue!
Una y más
El 47, cine de barrio. Murcianos recién llegados a Barcelona que se desenvuelven en catalán a golpe de rústicos tartamudeos, tan representativos de esa hombría inacabada a la que se refería Pujol. ¡Cómo no emocionarse ante su firme voluntad no ya de comer caliente, sino de que Cataluña los tolere! ¡Cómo no aplaudir ese anhelo de ser, antes que ciudadanos, charnegos de ley! Y qué me dicen de Sor Vital, que más que pareja de Manolo es su comisaria de nivel B. Hasta la cara tiene. La construcción nacional era techar chabolas de la puesta al alba, y parece pertinente que el director de la película, Marcel Barrena, nos lo recuerde. Así como que agradezca que sea escritor (¡”agradezca” y “escritor,” un tipo que nació en 1981!) no a la escolarización o a su talento, sino a la trama clientelar de asociaciones que tejieron el PSUC, Convergència y el PSC: esplais, casales, ateneos…
Ciertamente, hay pocos hijos del nacionalismo mejor acabados que Barrena, pues su servidumbre ha llegado tan lejos que, viendo la peliculita, me sobresaltó la duda de si yo, que nací en la Barceloneta en el 69, no hubiera anhelado vivir en esa apacible comuna equipada con cine de verano, quiosco al fresco, delincuencia bajo mínimos, solidaridad a espuertas y profesores particulares… Cómo abjurar, en fin, de la fantasía bastarda que soñó Colau, que es, en el fondo, lo que este aprendiz de Rufián pretende fabular retrospectivamente, atreviéndose incluso a rellenar los huecos con Gegants del Pi, que ara ballen, ara ballen. Tal que los relojes que lucían los vaqueros de Almería, pero con catalana premeditación.
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Otra y más
Marcel Barrena, director de El 47: “Torre Baró ha mejorado mucho, pero siguen como en otra época. No les llega Telepizza ni Amazon, están en la colina, siguen detrás de la montaña. La lucha sigue.”
Carolina Yuste, protagonista de La infiltrada: "Como sociedad, hay algo que no nos podemos permitir; usar el dolor, la herida, de toda una sociedad y de las víctimas, como armas arrojadizas y para sacar rédito en ciertos lugares".
The Objective, 9 de febrero de 2025
Fe de errores: El autor que se declaró "orgullosamente charnego" y celebró su triunfo como guionista de Casa en llamas cual si fuera un éxito colectivo, atribuible a "l'escola pública, els esplais, els casals i les places públiques", no fue Marcel Barrera (1981), sino Eduard Sola (1989).