lunes, 13 de enero de 2020

El Ministerio de Playas y Adoquines

Una parte nada despreciable de las noticias que genera la Universidad (y no sólo la española) tiene que ver con la intolerancia. La última, el boicot en la UPF a manos de una decena de feministas de la ponencia que el profesor Pablo de Lora debía dictar sobre transexualidad, en el marco del seminario Gender, organizado por el grupo de investigación Barcelona Institute of Analytic Philosophy. Lo que quebró a De Lora no fue tanto la extorsión cuanto que el grupúsculo que la ejecutó actuara con el beneplácito, y aun el estímulo, de una profesora que también participaba en la sesión, y que días antes había retuiteado este grafitti de lavabo: "De Lora señoro, cis y heteropatriarcal". Huelga decir que la colega, a la que él escuchó con atención, no le dirigió la palabra durante el acto, aunque no se sabe si por desprecio o por vergüenza.

Esta clase de altercados nunca ha sido excepcional, y menos en las facultades catalanas, donde la vida académica se rige desde tiempos inmemoriales por la consigna "Fora feixistes de la universitat". En los últimos años, no obstante, los embates del autoritarismo se han institucionalizado, y no lo digo únicamente porque sean cada vez más frecuentes o porque entre los activistas se cuenten docentes (la acometida de Pablo Iglesias y sus cachorros contra Rosa Díez y Antonio Elorza es hoy un paradigma); también por la creación de estructuras como las unidades de Igualdad, el equivalente en materia feminista y LGTBI a las oficinas de delación lingüísticas.

La de la UPF, sin ir más lejos, llegó a presentar a los organizadores de Gender la petición de un alumno de que se desconvocara a De Lora (por "señoro", hemos de suponer) y él ocupara su vacante. Recordemos, por lo demás, que el equipo de gobierno de la UAB se negó a condenar (invocando el diluyente "rechazamos") el escrache a Cayetana Álvarez de Toledo del pasado abril, y que esas mismas autoridades han sido condenadas  en segunda instancia por vulneración de los derechos fundamentales del alumnado, tras negarse a inscribir a la asociación Jóvenes de Sociedad Civil Catalana de la UAB en el directorio de colectivos del Campus de Bellaterra.

No está de más subrayar que el odio es unidirecional y quienes lo segregan pertenecen a la misma esfera. La cuenta de Twitter de la directora de la Unidad de Igualdad de la UPF es, en este sentido, harto elocuente, pues alterna con ejemplar paridad la exaltación batasuna y la lucha LGTBI. Un mismo frente, como puso de manifiesto la profesora de Filosofía del Derecho de la UPF Neus Torbisco-Casals, en una de las jornadas de la Universitat Catalana d'Estiu: "Si a partir de mañana yo digo que dejo de ser una mujer, que quiero que me traten como un hombre, es más importante mi voluntad subjetiva que lo que me consideran los demás". Con la autodeterminación de Cataluña, concluyó, sucede algo similar, "lo que ocurre es que el derecho internacional, que es poco sofisticado, aún no lo admite".

No, a Castells no se le ha nombrado ministro de Universidades por ser una eminencia. Ni siquiera por ser un impostor. Su único mérito haber legitimado la violencia callejera que ha engendrado el 'procés' y haber reclamado que no se demonizara a los "jóvenes catalanes" que "se han puesto en primera línea" después de ver "cómo pegaban a sus abuelos". Viene de parte de Colau, por lo que rara vez una cuota habia sido tan representativa.

Voz Pópuli, 13 de enero de 2020

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