sábado, 31 de diciembre de 2022

2022: palabrerío sin sucursales

Gripalizar, desvacunizar, tiktoker, teruelización, metaverso, sorochka, deflactación, reventón (térmico), despechá, ucraniano, chanelazo, sexilio, topar, fomo, criptosecta, bronquiolitis, muchaaaaachos, nepobaby, endemia, bomba (ciclónica), chatgpt, permacrisis, pichula.

viernes, 9 de diciembre de 2022

La vida, F5

Los Baños Orientales. La playa Libre. Escuela Bosc de Montjuïc. Cine Marina. Cine Barcino. Bruce Lee. Los siete vampiros de oro. Qué pasa contigo, tío/conmigo qué va a pasar. Bomba macha en la Cova Fumada. El perro Boli me roe el tobillo. Godzilla contra David Farré y gana David Farré. El tren de la bruja. Salón de la Infancia: mi padre me obliga a participar en el juego de sillas y, contra mi pronóstico, quedo primero y me premian con un arco y unas flechas. Argentina-Holanda: ¡Gol de Nanninga! Irene: “Me voy a otro colegio”. ¿Eso no era un tiburón? Mamá, ya sé qué quiero ser de mayor: Laurie Cunningham. ¡Cala Conta, Cala Bassa, Cala Tarida! Instituto de Bachillerato Jaime Balmes. Los putos rotrings. Tener Fortuna es... vivir a tope. Raúl. Maria del Mar. Madrid. La Mala Fama. ¿Podemos fumar? De estranquis. LCR. Expulsión inmediata de la LCR. ¿De aquello queda algo? Diana. Un concierto de Camarón en el Palau, en junio del 89. 

Señores, buenas noches...

¿Quién te ha quitaito el color? 
Que estás tan descoloría 
Te lo quitó un marinero 
Con palabritas de amor. 

La muerte de mi tete Gabino; el lamento inaudible de mi yaya en el Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona. A mí esto no me sube. Gol Sur. Barcelona-Bellaterra FF.CC. Silvia. El Ciervo. Cadaqués. Ingrid y Violeta. El profesor Iván Tubau describe en El Periódico un atardecer y me animo a escribir; ese artículo habrá de inspirarme de por vida. Toni y Núria. Zeleste, 1991-1995: Jonathan Richman, The Black Crowes, Suede, Radiohead, The Cult, Césaria Évora, Khaled. 23 de abril de 1993: Teresa, al salir del KGB. La puerta echada en el bar los Tonis y el tío Paló a los mandos. Mira bien, que seguro que algo queda. Calabozos de Nou de la Rambla. Verónica Sanz: “Me voy a Miami”. Vas a tener que hacer algo con tu vida, hijo. Periodismo sur. Milán, París, Londres. Cristina. Cómo me gusta que leas. Aqaba, Palmira, Stromboli. ¿Seguro que eso no era un tiburón? Lola. Lola. Lola. Raúl me sugiere que participe en un concurso literario convocado por el diario Marca y, contra mi pronóstico, quedo primero y me premian con 30.000 euros. Laura. Laura. Laura. ¿Otra vez leyendo? Ka. L'Emporrdà. Gualta, Calella, Ullastret. Los jueves de Can Vallès con Miguel. Arcadi. Tentadero Ediciones. Ciutadans. Separación. Vero. Oriol: "¿Hay algún bar que no conozcas?". Plaza del Raspall. En mala hora me fui, María. Docencia en la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés. Iolanda. Rumba de la playa Libre. Factual. Cada día calienta más el sol de aquella mañana. Laura y Ponyo. Yvonne: un trío canta 'La gloria eres tú' en el bar La Ópera del DF. Crema de chocolate y menta con Milena, en el Matís. Bruselas. Patricia. Rafa. Madrid. Lo del covid. Nieva en Lavapiés. ¿Socialismo o libertad? Libertad, on vas a parar! De pas(e)o por el Retiro. Molde roto. Bilbao, ida y vuelta. El encendido de Navidad con mi hija Lola, y un bar de La Latina donde podría haber aparecido Bertín Osborne. El Perrate, etc. Una heroína inesperada llama a los españoles a hacer algo con sus vidas. En unos minutos, Holanda-Argentina. Se disputa en invierno. También era invierno, niños, cuando Nanninga emergió del confeti para hacer el silencio en el Monumental. Ya.

sábado, 3 de diciembre de 2022

Made

La chacona del Perrate es un misterio. Describe lo que podría ser una rave del siglo XVII y, a la vez, invita al oyente a participar en ella. Una inmersión en clave burlona entre pillos, negros y putas a la que, por poco amor propio que tenga uno, es imposible resistirse. Salir muerto de esa barahúnda es altamente probable pero la vida es un deporte de riesgo, sobre todo si es vida, vidita y bona. A nadie más que a mí (establezco conexiones un tanto disfuncionales) se le habría ocurrido que la boda de Almadán fuera un plagio de Qualsevol nit pot sortir el sol, ni que el Verdejo, a las 21.03, semejara el reverso luminoso d'heus aquí Blancaneus, el Pulgarsito i els Tres Porquets... La diferencia no radicaba en que los invitados ya hubiéramos llegado, sino en que éramos de verdad. 

Cayetana le había hecho creer que cenaban con su madre (¡qué mujer, Patricia!) y Trapiello. Y cuando Arcadi entró y vio lo que le esperaba... Iba a decir que 'no dio crédito', pero no, el tópico habría encogido ante las palabras con que trató de asimilar, casi deglutir, la presencia de ese hombre abrupto, chaparro y peligroso que tanto se parecía al Perrate, con quien yo, en aquel momento, tomaba uno de los vinos con que Puri Losada había amadrinado la cita. "Pero... ¡tú!". A lo que el Perrate respondió: "Sí, yo, y vengo a cantar". Tal vez dijo a cantarte. O a cantaros. Las noches legendarias han de propiciar leyendas.

viernes, 2 de diciembre de 2022

Making 05

A Boadella le había interesado la propuesta de Jordi, que consistía en la recreación de un programa radiofónico, porque remitía con nitidez a la censura que había sufrido Arcadi, y convinimos con él en que había que evocarla de algún modo. El tabanco Verdejo, no obstante, planteaba dificultades. Se trata de un lugar remiso a la adjetivación, donde priman el orden y la luz. ¿Cómo incluir en el menú una denuncia netamente alusiva? (Un toro que rodara sin sangre.) La sintonía de la sección que debía protagonizar Arcadi arrancaba con la Vida bona del Perrate, y Cayetana se lo trajo a mesa puesta.

Por entonces yo ya había desdeñado la palabra ‘homenaje’ y empleaba atajos como ‘celebración’, ‘tributo’, ‘gratitud’ o cualquier otro término que ahuyentara la melancolía y fondeara la amistad, así constara ésta de instantes, según el aforismo de Renard (al que, por decirlo todo, la esperanza de vida, los vuelos baratos y Facebook no han hecho ningún bien) o del granítico “porque era él, porque era yo” de Montaigne.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Making 04

Lo que debía ser una performance se nos había venido abajo; el festejo se resolvería con una cena y la presión se aligeró. A finales de verano, tomando una cerveza con Julio en el Paleto, hablamos del privilegio que había supuesto hablar de teatro con uno de los mejores directores que ha dado Europa, pero no fue hasta mucho después cuando fui consciente de que todos, Cayetana, Jordi, Juanjo, Julio y yo, habíamos sido intrusos de una master class impagable. A decir verdad, Caye lo tuvo presente desde el primer día, de ahí, sospecho, que fuera la única de nosotros que no aventurara ninguna propuesta, que asistiera a las reuniones sabiéndose un escollo. No, no era falta de imaginación. Una mujer que acude a un debate en TV3 vestida de amarillo en plena fiebre lazi no puede más que andar sobrada. Era pudor. El mismo que a nosotros nos faltó para no 'tutear' a Boadella, para reprimirnos a la hora de lanzarle ideas que, por pura compasión, desdeñó sin más. Sólo se detuvo en la de Jordi, que consistía en una tertulia sobre Arcadi conducida por un presentador que debía azuzar a los invitados sobre sus 'fracasos' ("Sí, sí, todo esto está muy bien, Arcadi, pero Ciudadanos está en vías de desaparición"). Yo propuse que escenificáramos un juicio a Arcadi, con la particularidad de que el juez fuera Dios, que iría desgranando las causas que lo han convertido en nuestro primer apestado: Cataluña, el feminismo, Raval, Camps... No habría ninguna posibilidad de que Dios lo declarase inocente, entre otras razones porque el acusado escribe su nombre en minúscula inicial, pero sí de que tuviera que atender a sus argumentos, expresados mediante la lectura de algunos de sus textos: el 'testigo' Melero leería sobre Raval, Sostres sobre gastronomía, Pericay sobre el catalán...  Sea como sea, hubo instantes en que, sin llegar al debate, incurrimos con Boadella en un intercambio de pareceres que tal vez hablara más de nuestro entusiasmo que de nuestra osadía. Y lo que aún me conmueve no sólo es la finura con que acomodó el atrevimiento, sino que por esos días andaba ultimando un libro que trataba precisamente sobre la disolución del saber, encarnada en un estudiante que se cree 'apto' para conversar con él en plano de iguladad. "No, mire, aquí no venimos a debatir. Yo hablo y usted aprende." El mundo de Sofia pero sin melindres. Hay algo más: la gran mayoría de las apreciaciones de Boadella no eran titiriteras, a lo "a esto le falta alma", "hay que ser más subversivo" o "¿de qué queremos hablar en realidad?". No, eran técnicas. "Ante un discurso, el umbral de atención del espectador medio no pasa de 10 minutos". 

La lista de invitados fue creciendo tanto que Caye, que negociaba los detalles con Marian, emperatriz del Tabanco Verdejo, puso un tope: Seríamos 45, ni uno más.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Making 03

Para lo segundo que dijo Boadella no hacía falta ser un dramaturgo de prestigio. O sí. Su oficio, al cabo, tiene que ver con aplicar la inteligencia a la artesanía, y a menudo alcanza recovecos sin aparente jurisdicción: “Imagino que al homenaje a Arcadi Espada no le vamos a llamar ‘Homenaje a Arcadi Espada’, que nos complicaremos algo la vida”. Aún no habíamos previsto el título, ni siquiera que lo hubiera, pero Boadella hizo bien en poner esa baliza para conjurar la molicie, la eventualidad de que todo cristalizara en una ‘Noche de fiesta’ para la que, por lo demás, no faltarían tuiteros que la interpretaran como una majestuosa, ‘inteligente’ ironía. Yo mismo, que voy siempre con el hierro cargado, habría alegado que se trataba de un guiño jocoso a los nombres de los restaurantes de los hermanos Adriá.

Cuando no fluían las ideas, o unas se oponían a las otras sin que se avistara una síntesis, o las que había nos parecían un tanto extravagantes, desviábamos el orden del día a las listas de invitados.

Fue lo más divertido. Como quiera que el proyecto original era una especie de festival valenciano en una macrodiscoteca, salíamos a miles. Quitando a los muertos, los enfermos, los tullidos y los malhumorados, el suflé se quedó en 400; menos, quizá.

En ese punto se nos vio el cartón. El mío fue el más ostentóreo: una legión de mujeres bailongas a las que me apetecía ver y sobre todo tocar. No hubo ningún reproche. Lo que pasa en ‘Arcadiana’ se queda en ‘Arcadiana’ y, qué coño, tampoco dije yo nada cuando alguien sugirió invitar a Alfonso Guerra, rey, como es sabido, del reguetón enfadao.

Pero no pudo ser. 

Por razones personales, hubimos de cambiar de local y rebajar los invitados a 40. “Añadimos a L.” “Joder, vamos un poco pilados.” “Añadimos a L.”.

viernes, 25 de noviembre de 2022

Making 02

A finales de julio llamó Jambrina. Yo me había lesionado jugando a ser boxeador y no podía más que caminar por el Retiro, oficina outdoor que, con el descubrimiento de la biblioteca Eugenio Trías, sería Indoor. Días antes Valdeón me había propuesto “hacer algo” y Jambrina lo concretó en un manifiesto. Yo era reacio por varias razones. La más obvia tenía que ver con lo infructuoso del intento, con que todo se resumiera en un ejercicio eminentemente higiénico, en una flexión virtuosa que, antes que denunciar la censura, ensalzara la intachable moral de los denunciantes. Un manifiesto, me dije, no debe ser un desahogo estilístico de vocación melancólica, sino la marca perpetua de hasta dónde llegaron las aguas, una suerte de instrucción cívica que opere a modo de hemeroteca y de observatorio, y que incorpore un colofón (subtexto) que sugiera: “No ha habido más inundaciones como aquella”. Por eso se me ocurrió que, más que de escribir manifiestos, había llegado el momento de manifestarse. Hubo unanimidad. Sería un homenaje en un local público y, dado Madrid, postinero. El modelo que Valdeón tenía en mente fue el tributo a Boadella en el Muñoz Seca, pero con algo menos de vuelo, por razones técnicas. También podría valernos el acto de Libres e Iguales en el Calderón, o un programa de variedades salpicado con intervenciones grabadas de Pinker, Rushdie, Dawkins… ¡Y todo culminado con la lectura de... un manifiesto! (Alguien lo dijo, estoy seguro, y me temo que fui yo.) Ninguno de nosotros habló de la posibilidad de un Femen o un Tunick, omisión que, mal me está decir, nos honra. Por entonces Bernal ya se había incorporado a los preparativos, pero en lo sustancial seguíamos siendo un comité de festejos más bienintencionado que fructífero, así que enredamos a Boadella y a Cayetana. Una subcontrata de talento. Una vez que supo de nuestras intenciones, Boadella se abrió de capa: “Lo que hay que evitar es que esto tenga un aire necrológico”. Quien más claramente asintió fue Cayetana.

Por decirlo todo, mi principal objeción para no divulgar un manifiesto al uso era el probable deslizamiento 'ad hominem'. La herida estaba fresca y le dije a Jambrina y a Julio que no planteáramos nada que no pudiera firmar Rafa. Nada que salpicara al amigo, que al fin y al cabo fue quien quiso tener con él a Arcadi en La Brújula, y que había experimentado de la manera más injusta posible lo que supone alzar el vuelo con plomo en las alas. Julio (sobre todo Julio, nuestro enfático Julio) y Juanjo cerraron filas. Tal vez de ahí (es indemostrable) llegara la solución. Hay manifiestos que se utilizan para 'retratar' a quienes no lo firman, y este no debía ser el caso. Ni siquiera merecía la pena que los compañeros de Arcadi en Onda Cero sufrieran un vahído o asistir al impagable espectáculo de las objeciones sobrevenidas, o al del saltataulells que te pregunta: "¿Podría pasarme la lista de firmantes?". Salvo John Müller, un galáctico, todos los contertulios hicieron gala de su proverbial cobardía porque, como ya cantara Joan Baptista Humet: "Hay que vivir, amigo mío, hay que vivir, y ya va haciendo frio". 

jueves, 24 de noviembre de 2022

Making

Me escribió una noche de primavera. Igual fue antes; más que dormir, lo mío es un vivac a regañadientes.

-¿Pero usted no ha oído esto? Es más, ¿cómo puede hacer otra cosa que no sea dedicarse a la chacona del Perrate?

Arcadi y Antonio España tenían grabadas entrevistas con flamencos que llevaban 40 años en un cajón inexplicable. Verónica Puertollano las transcribió con una fidelidad fuera de lo común, esto es, admitiendo entre corchetes que “esto no se entiende”, y yo me ocupé de que aquello pareciera un libro. Que el libro sea importante no tiene nada que ver conmigo.

Esto del Perrate, decía, fue por primavera.

“Usted me descubrió Al cantar a Manuel de Mayte y yo a la chacona. Estamos empatados.”

A Arcadi, como buen planiano, le incomodan las deudas. Si alguien como él te dice 'empate' es que ha perdido, pero dejémoslo ahí. Es el modo en que los ganadores admiten su derrota. 

Le dije que sí, que era un hallazgo. 

Y empecé a llevar conmigo al Perrate de paseo por el Retiro. De mi tontería debió de percatarse la camarera galante del Estanque. "Más de cuarenta putas / huyendo de Barcelona. / Y la fama lo pregona. / A la vida, vidita bona, vida, vámonos a chacona”.

La chacona no es un sarao, sino un horizonte, una promesa desquiciada, tan imprevista como el amor o el desamor. Un derroche melancólico e intersecular, como sugiere la Bulería de la base: “El bordón vibra igual en tus manos, que en mi voz tu promesa de amar / Vuelve a tocar Johnny Guitar, Johnny Guitar”. Lo del Guitar lo sabía por la Fernanda y la Bernarda, dos modernas.

Cuando Arcadi anunció que le apartaban del programa de Rafa y le anulaban la colaboración con Alsina, pensé en La torna, redondeo catalán. Me alegré de que Rafa le hubiera propuesto la sección.

Lo de Alsina, Mejide con ínfulas, no sé si fue por complejo de inferioridad o porque Arcadi había sido el único de los tertulianos que no le saludaba con un resto de pleitesía. Si Alsina supiera que Arcadi, mientras se suponía que debía estar  atento a los sofisticados análisis de la niña Morodo, hablaba conmigo de las gafitas de Benzemá. 

jueves, 10 de noviembre de 2022

Salvado

B. tenía invitaciones para el teatro. Una obra un poco especial, me advirtió. Tan especial que me sugirió que llevara a las niñas, que les chiflaría. B. hablaba así: acariciaba una blusa de 300 euros en el atelier más espartano del Borne y musitaba “me chifla” sin que el mundo se agrietara. Pertenecía a esa clase de mujeres que tienen ‘algo de jaqueca’ y se hallan 'indispuestas', sí, pero que no escatiman extravagancias de otro orden; urbanitas salidas de una película francesa que tras confesarte que hace una tarde magnífica para morir, te arreglan el cuello de la camisa, sonríen y te preguntan: “¿Adónde me llevas hoy a cenar?”. En cierto modo las define su carácter inasible, la imposibilidad de etiquetarlas como pijas sin más. Y fue así, por el deslizadero de ir simpatizando con sus rarezas, como mis hijas y yo nos vimos una tarde de  julio en el gallinero del Tívoli,  fingiendo atender una función de Jorge Javier Vázquez. Biográfica, para más cojones: el mariquita de Badalona al que la realidad le es hostil, y que va superando adversidades mientras canturrea coplas para, al cabo, poner rumbo a Madrid. Al parecer, JJV había elogiado la Gran Novela de B. en Sálvame y, luego del preceptivo intercambio de agradecimientos, aquél le había enviado unas entradas. Como todo podía ir a peor, tuvimos que ir a saludarlo al camerino para que constara que B. había hecho acto de presencia. Pero ahí no acabó todo.

JJV.- ¿Qué os ha parecido?

B-. Una agradabilísima sorpresa.

(La muy jodida tiraba de frase promocional de best seller con una facilidad deslumbrante.)

JJV.- ¿Y a ti?

“Ti” era yo.

P.- Jamás había presenciado un ejercicio tan admirable de valentía.

Los celos de B. por mi ‘fajín’, obviamente superior, no remitieron hasta los postres.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Jugar como se vota

Existen. Y lo digo sin curarme en probabilidad. No es que deba de haberlos,  no, es que nada explica que los jugadores del Madrid, el Barça o el Alcoyano sean inmunes a la estadística. Basta reparar en los porcentajes que extiende la realidad para afirmar (¡para denunciar!) que en la esfera pública sigue habiendo empotrado un armario. También la poética me da la razón. ¿No habíamos convenido en que el fútbol era una metáfora de la vida? Ay, esos trasvases. El quiasmo de que se vive como se juega y se juega como se vive lleva la firma de Valdano pero se diría exudado por Zapatero. No, el reflejo del que hablo, o más bien su ausencia, tiene que ver con lo que ya se imaginan a estas alturas. Me refiero, en efecto, a la intolerable invisibilidad que viene sufriendo, en ominoso silencio y clamorosa democracia, un colectivo perfectamente normalizado en otros sectores de actividad. Se me dirá que el público que llena los estadios es bronco. Y que cualquier fondo sur es un monstruo de mil cabezas (entre las que sobresaló, never forget, una de cerdo catalán), ante el que no conviene presumir de según qué. Ni por esas. Es inconcebible que la arquitectura tipo Wanda no haya conformado un marco de civilidad para que un hombre admita, declare y aun se enorgullezca de su más éxtima condición. El campo de juego está resultando igual de inclinado que el tablero, ahora sí, de la vida. En la balanza de la izquierda, sea cual sea su modalidad, pesan Valdano, Sócrates, Breitner, Cortabarría, Del Bosque, Caszely, Fowler, Illarra, Oleguer, Infante (qué hacía un genio como vos pastando en Segunda B), Cantoná, Thuram, Maradona... ¿Y en la de derechas? Donato alardea en Brasil de votar a Bolsonaro y Romário encabezó una lista conservadora. Con Pepe Reina, campana y se acabó. Todos, eso sí, proclamaron sus convicciones una vez jubilados o al borde de la jubilación. En Despeñaperros sólo lo hizo aquel Salva, el nueve alferez. No hay noticias de ningún homosexual, es cierto. Una anomalía tan reprochable como que el único crack abiertamente ayúser sea Piqué, que ayer se retiró.


domingo, 20 de marzo de 2022

Echadores de columnas

Hubo un tiempo en que los columnistas se dedicaban a escribir columnas. Desconozco cuándo el oficio viró hacia la profecía ni quién fue el primer vidente, si bien a este respecto tengo tres firmes candidatos. Sea como fuere, el afán adivinatorio acabó por propagarse entre escribidores que hasta entonces se limitaban a opinar de la actualidad con más o menos fortuna.

La formulación de conjeturas, es cierto, nunca ha sido ajena al periodismo, y en tiempos de zozobra, cuando el público ansía certezas sobre asuntos de cierta gravedad o que encubren una amenaza crepuscular, urge proyectar escenarios verosímiles, fundados en argumentos atendibles. Se trata de una práctica que, por decirlo a la cateta, está en el ADN de la prensa. Cosa distinta es ir hilando collonades para acabar apostándolo todo al negro.

Es sabido que la crisis del sector, y la consiguiente tiranía del tráfico, atestó las webs de noticias resueltamente orientadas a excitar la curiosidad del usuario para que este pinchara o, por mejor decir, picara. El hecho de que el cebo fuera obscenamente visible, que ni siquiera dejara entrever una vaga voluntad de camuflaje, un prurito de sutileza, añadía una nota de patetismo a la desesperación. Habíamos vuelto, con indisimulada vacuidad, a la edad inefable del «Todo sobre el Barcelona-Las Palmas», el célebre enunciado a cuatro columnas con que abrió en el siglo pasado un periódico deportivo que, por imperativos técnicos (el uso del color), imprimía la portada varias horas antes que la tripa, que aquel día informaba de que el partido en cuestión… había sido suspendido.

No queda sino dar la razón a quienes sostienen que las revistas del corazón van por delante de los diarios generalistas, pues titulares como «La explicación de que Putin camine tan raro», «El motivo por el que puedes perder el Ingreso Mínimo Vital»,  «Ésta es la razón de que Borrell defienda que no se puede cerrar el espacio aéreo sobre Ucrania» provienen del molde del cuché, de esa venerable fraseología que, en cierto modo, prefiguró el clickbait: «La mujer por la que pierde la cabeza Joaquín Prat», «El misterioso hombre que le ha devuelto la sonrisa a Paloma Cuevas»… El inmarcesible esplendor a los 50.

Lo que había pasado inadvertido, y vuelvo al principio, es cómo algunos opinadores fueron adaptando el folio a las apreturas del negocio y alumbrando una tradición a la que pocos colegas se han resistido, sobre todo porque nunca como en esta vuelta de tuerca se ha hecho tan evidente que no hay profesión donde un traspié tenga menos consecuencias. Valga una selección de recentísimos pronósticos: «Feijóo no tomará las riendas del PP», «Por qué Vox no entrará en el Gobierno de CyL», «Llevaremos mascarilla de por vida»…

Hay, obviamente, un lado positivo. Este tarotismo con ínfulas, y la contumacia en el fracaso de algunos de sus más insignes representantes, nos brinda un método predictivo que tal vez no pueda catalogarse de infalible, pero se le acerca bastante. Se basa, como habrán sospechado, en fiar las certezas, por descabelladas que parezcan, a lo contrario de lo que dicen. ¿Que «esta Champions tiene dueño y se llama PSG»? Vía libre a cuartos. ¿Que «Casado resistirá el desafío de los barones»? Dimisión al canto. ¿Que «Sánchez será presidente ocho años más»? A Feijóo se le abren los cielos.

Desde hace unos días, no obstante, no dejo de temer que alguno de mis antioráculos traspase el ámbito de la política doméstica para proclamar que no va a haber una III guerra mundial. Y me asomo a la prensa, ay, con recio ademán de artificiero.

The Objective, 20 de marzo de 2022

viernes, 18 de febrero de 2022

Pujol: vista crepuscular

Imaginemos una ciudad flamenca o italiana del siglo XV. Una ciudad pletórica, vitalista, ambiciosa, cuyo consejo municipal resuelve encargar un fastuoso tapiz para la sala de plenos como expresión de ese estado de gracia. El artesano que recibe el encargo carece de renombre entre los de su gremio, lo que suscita los celos y recelos de sus colegas, que anhelan sin disimulo que el autor cometa un error para poner el grito en el cielo. Pasan las semanas, los meses, los años (se trata de una obra exigente, que requiere meticulosidad, esmero, pulcritud) y el objeto se va haciendo acreedor de la aceptación y aun el elogio generales. Hasta que un día, cuando el tejido empieza a ser reconocible como un todo, el tapicero incurre en un descuido y desgarra la tela. El jirón, además de inexcusable, es insoslayable. Al punto que aquellos competidores que habían aguardado a que se produjera, que habían vivido al acecho de esa posibilidad, decretan que semejante incidencia impugna la majestuosidad, la grandeza del conjunto.

Tal es el relato abreviado (sólo la primera frase es textual) que Jordi Pujol endilga a Vicenç Villatoro en la entrevista-río Entre el dolor i l’esperança, para tratar de ilustrar su caída en desgracia. La alegoría en cuestión es el sanctasantórum del pujolismo, amén de un digno prontuario del nacionalismo; una morfología del cuento, por invocar a Propp, en la que confluyen el mito fundacional, la megalomanía victimista, el trampantojo bucólico, el prurito aleccionador…

Cualquier neófito en la materia se aventuraría a identificar a Pujol con el tapicero: en verdad, él siempre se ha tenido por tapiz.

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Imaginemos una ciudad flamenca o italiana. Imposible recriminarle, a estas alturas de su vida e incluso de la nuestra, que en el imaginario que prescribe al lector no quepa una ciudad española. Pletórica, vitalista, ambiciosa. Aquella Barcelona, por ejemplo.

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Resulta enternecedor que, en uno de los pasajes de esta trascendental autoflagelación, este cántico expiatorio que es Entre el dolor…, el protagonista admita que también él se ve a menudo ante el infernal dilema de si debe decir «en els» o «als». Es la confesión, injustamente inadvertida, del promotor de un modelo lingüístico que convirtió el catalán en horma de hormigón, en un dialecto tan vergonzante como refractario a la naturalidad; en una gincana que convenía rehuir a no ser que fuera cordialmente obligatoria.

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De la conversación emerge un político de convicciones democristianas y veleidades socialdemócratas, homologable, en apariencia, a cualquier gobernante europeo de la vieja guardia; una personalidad enjundiosa, que aborda con no poca solvencia los asuntos que vertebran la agenda internacional: el reto demográfico, la inmigración, la crisis de la Europa del bienestar… Por momentos casi pierdo de vista que el individuo que se explaya al respecto con inestimable hondura, cuyas observaciones, de puro apacibles, podrían ser tenidas por un compendio de civismo, es el mismo que llevó a cabo el mayor programa de roturación social de la Europa democrática de posguerra, un plan 2000 tan fervientemente inclusivo que quienes se resistían a él estaban llamados a autoexcluirse, a fotre el camp; el mismo e inefable personaje, en fin, que sobrelleva su europeísmo, más utilitario que entusiasta, con no poca resignación, pues es consciente de que la UE es hostil a las aspiraciones del secesionismo, lo que por sí solo la haría merecedora de una actitud eurófoba o acaso euroescéptica. Pero apunte, Villatoro, apunte: me resisto a ello a fuer de carolingio. En pujolés: también esa afrenta estoy dispuesto a perdonar.

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En una de sus piruetas más temerarias, el milhomes reivindica la cultura política de Alemania, la de los grosen acuerdos, sin embarazo ninguno porque CiU consagrara su presencia en Madrid a boicotearlos. Con todo, nada supera en temeridad que pretenda conciliar su inveterada inquietud por las grandes cuestiones seculares con el hecho de que, bajo su mandato, la Generalitat empezara a clavetear el mapamundi con toda clase de subdelegaciones. Milagros del sesgo retrospectivo, el antiguo Instituto Catalán del Mediterráneo, regentado por el escritor Baltasar Porcel, es hoy, a la luz ennoblecedora del ocaso, la atalaya que lanzó el primer crit d’alerta (así lo llama) en lo relativo al naufragio de migrantes en las costas sicilianas. Un ‘open arms’, ajá, adelantado a su tiempo. 

Es fama, como bien supo González-Ruano, que el primer chiringuito español se levantó en Sitges. 

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Atlantista declarado, Pujol no hizo campaña por el ‘sí’ a la OTAN. «Fue un error. Nosotros siempre habíamos sido pro-OTAN, e incluso hubo épocas en que fuimos los únicos pro-OTAN, lo que nos costó muchos ataques. He de reconocer que hubo uno que me impactó. En el último debate de la campaña electoral de 1982, después de intervenir Roca y Molins, salió Obiols y dijo: ‘Ya lo habéis oído: CiU está dispuesta a que los cohetes y los misiles caigan sobre nuestro país, sobre nuestros niños, sobre nuestros Jordis y nuestras Núries’ […] Estábamos en un contexto en el que nos trataban muy mal. Banca Catalana, la Loapa… Con una actitud muy hostil. […] Además, la opinión pública catalana, sobre todo la catalanista, era partidaria de no votar a favor».

Más allá de la sumisa astracanada de Obiols, que quiso hacerse pasar por convergente acogiéndose a sagrado (¡Jordis y Núries! ¡Como si le hubieran dado permiso!), el párrafo revela que el resquemor con el SOE no es la verdadera razón por la que Pujol dejó a Felipe en la estacada. Lo que le preocupaba, como bien desliza en la última línea, derrama de verdad, es que Cataluña fuera mayoritariamente anti-OTAN (fue, de hecho, una de las cuatro comunidades en que ganó el ‘no’). Dado que CiU se tenía por la encarnación misma de la sociedad catalana, pronunciarse a favor de la OTAN habría supuesto un delito de lesa catalanidad.

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Toda biografía es un muestrario de omisiones. Así, en las más de 350 páginas de Entre el dolor… no hay mención alguna a Vidal-Quadras, a Ciudadanos, a Boadella… Bien es cierto que tampoco figura el Barça, cuya ausencia es bastante más meditable.

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Deja entrever Pujol un poso de amargura por que ningún político de su cuerda reivindique su legado, cuando su legado son Mas, Torra, Rufián, Junqueras, Puigdemont… 

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¿Algo que añadir?

Todo lo que hice mal se debió a Cataluña. La quiebra de Banca Catalana, la incuria relativa a la deixa de l’avi Florenci, la desatención de la familia y en particular de los hijos. Todo es imputable a mi único vicio.


The Objective, 18 de febrero de 2022

lunes, 14 de febrero de 2022

La Consejería de Propaganda

Una de las noticias más frecuentes de los telediarios de TV3 (tanto que en los años noventa llegó a parecer una sección) era la que informaba de las movilizaciones de los payeses catalanes, organizados en torno al sindicato agrario por antonomasia, Unió de Pagesos (UdP). Sus integrantes, pequeños y medianos propietarios, se hallaban de antiguo en pie de guerra por las cuotas que había traído consigo el ingreso de España en la Unión Europea, de cuya conveniencia siempre habían recelado.

En nombre de la benemérita avellana de Constantí, las huestes de Pep Riera, líder histórico de UdP, marchaban en tractoradas kilométricas o colapsaban las carreteras y autopistas disponiendo una montonera de neumáticos a la que, indefectiblemente, prendían fuego, o asaltaban cada tanto el Departamento de Agricultura, Ganadería y Pesca a fin de dar rienda suelta a su particular tomatina, para lo que solían emplear manzanas, peras o cualquier otra fruta de la que hubiera excedentes.

El cuajo con el que actuaban los payeses era proporcional a la complacencia que les dispensaban los medios de obediencia nacionalista, para quienes no suponía ningún reparo deontológico acreditar las razones del pirómano al pie mismo de la pira. No en vano el pujolismo había extendido sobre la payesía la clase de indulgencia que se reserva a los vástagos, y que obraba, antes que en razón de lo que éstos hacían, en virtud de lo que eran. O habían decidido ser, según la coletilla que el páter añadió a su peculiar concepción de la catalanidad.

Asimismo, y dada su implantación, UdP contribuía a vertebrar Cataluña o, lo que es lo mismo, a desbarcelonizarla, estrategia que tenía su correlato en el desdén con que CiU trataba a los sedicentes sindicatos de clase, y ello pese a que sus secretarios generales, los de entonces y los sucesivos, han hecho suyos todos los mantras del nacionalismo, desde el blindaje de la inmersión lingüística a la petición de libertad para los condenados del 1-O.

Si la Corporación Metropolitana que alumbrara Maragall fue una precuela institucional de la moderna Tabarnia, el germen de Tractoría y sus CDR hay que buscarlo en aquel sindicato de payeses que tenía su órgano de expresión en los Telenotícies.

Viene esto a cuento de cómo los medios catalanes financiados por el erario, entre los que, además de TV3 y Catalunya Ràdio, se cuenta una vasta red de cadenas comarcales o diarios digitales de la calaña de Vilaweb, cuyo editor, Vicent Partal, aventuró que los servicios policiales españoles estaban detrás del atentado islamista de las Ramblas; de cómo ese entramado, en suma, cuya capilaridad alcanza a la prensa de referencia (y ahí está el editorial único promovido por La Vanguardia), lleva casi cuarenta años mediatizando la conversación pública para construir (debo reconocer que con éxito) el denominado «espacio comunicativo catalán».

La expresión se debe a Enric Marín y Joan Manuel Tresserras, dos activistas de izquierda radical que se conocieron a mediados de los años setenta cursando el COU en la Academia Granés, y que, desde entonces, forman el que probablemente sea uno de los tándems político-intelectuales más longevos de España.

Por aquellos días frecuentaban un círculo de inspiración sacristanista llamado Enseñanza y Revolución, y durante la Transición se enrolarían en Plataformas Anticapitalistas, un grupúsculo radicado en algunas localidades del Vallés, y vinculado, a su vez, a la Organización de Izquierda Comunista. El leitmotiv de su praxis era conciliar, en un mismo frente emancipador, la revolución obrera y la independencia de Cataluña, y aún hoy, con los necesarios empastes a que obligan la historia y el ejercicio del poder, le siguen dando vueltas al asunto con la misma tenacidad con que a mediados de los años ochenta abogaban por la aniquilación del régimen de 1978, a rebufo de los movimientos anti-OTAN, antimilitarista, insumiso, etcétera. Hasta 1987, ya como militantes de la Crida [a la Solidaridad en Defensa de la Lengua y la Cultura Catalanas], no abjuraron (cuando menos en el plano teórico) del uso de la violencia política; esto es, de la legitimación del terrorismo. Bien es verdad que hizo falta que ETA asesinara en Hipercor a 21 personas.

El lector se preguntará a qué detallar la trayectoria del ticket Marín-Tresserras. La razón es que el primero fue decano de la Facultad de Periodismo y Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona entre 1991 y 1995, y el segundo dirigió el Departamento de Periodismo de dicho centro (el único de la especialidad, en la época) entre 1991 y 1993. En efecto, dos wanabees sin experiencia en el oficio y cuya única ocupación había sido socavar el Estado de derecho, regían, en vísperas de los Juegos Olímpicos, la cantera del periodismo catalán.
Ya en el cogollo de ERC, Tresserras fue consejero de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, consejero del Consejo del Audiovisual de Cataluña (2000-2006) y, entre 2006 y 2010, consejero de Cultura y Medios de Comunicación de la Generalidad de Cataluña. Marín, por su parte, ostentó el cargo de secretario de Comunicación del Gobierno de la Generalidad entre 2004 y 2006.

Esos payeses que, día sí y día también, se enseñoreaban del prime time para, entre banderas independentistas y caucho quemado, proclamar que la interlocución con el consejero catalán de turno, aun siendo mejorable, era más fluida que la que mantenían con el ministro español del ramo, al que solían presentar como un marciano, eran algunos de los protagonistas habituales del «espacio comunicativo catalán» que, desde su nacimiento, fue TV3. Desde su nacimiento, sí. Marín y Tresserras, en cierto modo, no hicieron sino perseverar en la organización de un ecosistema mediático a partir del eficacísimo modelo de Alfons Quintà, basado en un diseño aseado, formatos precursores y una resuelta vocación de modernidad que, contrariamente a las apetencias primigenias de Pujol, rehuyó el folklorismo. (La pertinaz exaltación del Barça jamás tuvo un carácter folklórico, sino político, el mismo que le reservó Manuel Vázquez Montalbán al identificar al club con el ejército civil desarmado de Cataluña.)
Sea como fuere, programas como Oh, bongònia, Cinema 3, Àngel Casas show, Tres i l’astròleg, La vida en un xip, 30 minuts, Thalassa, o series como L’escurçó negre, Els joves y Sí, primer ministre, no sólo cosecharon audiencias más que respetables; además, confirieron a la cadena una vitola de prestigio que, en círculos nacionalistas, llegó a propiciar la comparación con la BBC.

En sus inicios, y con la salvedad del tratamiento del caso Banca Catalana, TV3 no se prodigó en el antiespañolismo o el soberanismo de una forma desinhibida, consciente, militante. Ni siquiera tuvo la necesidad de proclamar a Pujol «catalán del año». Lo cual no quiere decir que en su redacción no se fuera afianzando un campo semántico sobre el que ir fundando un reino. El uso sistemático de expresiones como «el Principat», «Estat espanyol», «les Terres de l’Ebre», «les comarques gironines» (para evitar decir «provincia», que equivalía a aceptar la organización administrativa española) devino en una suerte de neolengua que, aun en dosis homeopáticas, tendió a caracterizar España como una otredad.

A ello contribuyeron artimañas como que sus gobernantes llevaran cosido el gentilicio a fin de denotar extranjería (Felipe González era el «presidente del Gobierno español», mientras que Jordi Pujol es el «presidente» a secas) o mandatos como el que constreñía el parte meteorológico a un territorio mítico: els Països Catalans. Incluso el preámbulo de las retransmisiones de los partidos de la Liga, máxime cuando los contendientes son dos equipos no catalanes, destilaban el tono de una indómita expedición al tercer mundo: les saludamos desde el Bernabéu, el lugar donde a los accesos se les llama vomitorios.

Paradójicamente, el superlativo despliegue de corresponsales con que TV3 intentó inocular a la audiencia una visión catalana de la realidad, nada tuvo que ver con la información que aquéllos transmitían, por lo demás insípida, de una vulgaridad diríase que deliberada. No, de lo que se trataba era de ir poniendo chinchetas en el mapa. En puridad, las primeras embajaditas no fueron esas oficinas en el exterior que levantaron tanto revuelo, sino las que encarnaron Llibert Ferri, Ramon Rovira o Montserrat Besses. Con la crucial salvedad de que a medida que el mundo parecía agrandarse, era su ombligo el que en verdad lo hacía.

En cierta ocasión, a finales de la primera década de este siglo, me tomé la molestia de anotar las noticias de que había constado el Telenotícies. Éste fue el resultado:

Nacional

El PSC y CiU empatan en intención de voto, según el barómetro de octubre del Centre d’Estudis d’Opinió.
El diputado de ERC, Joan Tardà, lamenta que la iniciativa de Garzón haya quedado en «agua de borrajas».
La reforma de la política agraria común reactivará las movilizaciones de los agricultores catalanes.
La policía carga contra los manifestantes que protestaban en Barcelona contra el Plan Bolonia.
La Caixa participa en la subasta de ayudas del Gobierno para facilitar el crédito a particulares y empresas. Criteria (filial de La Caixa) planea vender su participación en Repsol a la petrolera rusa Lukoil.
La nieta de Carles Rahola arrastra secuelas psíquicas debido a la condena a muerte de su abuelo por el régimen franquista.
Siete funcionarias de la cárcel de Quatre Camins achacan las malformaciones de sus hijos al uso de agentes tóxicos en la fumigación del centro.
Los restaurantes catalanes Manairó, Cinc Sentits, L’Aliança, L’Angle y Els Tinars, galardonados con una estrella Michelin.

Internacional

Martine Aubry disputa a Ségolène Royal el liderazgo del socialismo francés. Una fragata india hunde un barco pirata en la costa somalí.
Llamamiento de la sociedad civil congoleña a Naciones Unidas.
Deportes
Maradona debuta al frente de Argentina con una modesta victoria frente a Escocia.
[El fenomenal despliegue (con rueda de prensa incluida) del Escocia-Argentina precede al ínfimo resumen del España-Chile.]
El Real Madrid de baloncesto va de mal en peor.relato autobiográfico al libro de la Maratón de TV3.
TV3 se une a la campaña de Unicef para paliar la mortalidad infantil.

El televidente catalán que aquel día estuviera interesado en la repentina admiración de Zapatero por la democracia estadounidense, en la controversia respecto a los fondos destinados a sufragar la cúpula de Barceló, en la primera caída del consumo que registraba España en quince años, en el homicidio de Álvaro Ussía a las puertas de El Balcón de Rosales, en el sorteo en la discoteca Pachá de un bonus de cirugía estética de 4.500 euros, en el Premio Nacional a la mejor labor editorial, en la detención en Barbate de una banda de narcotraficantes, en la refundación de la compañía nacional de danza clásica bajo la dirección de Víctor Ullate, en la presentación del ensayo de Mario Vargas Llosa sobre la obra de Juan Carlos Onetti, en la alta cocina española o en la previsión del tiempo en Madrid; cualquier usuario, en fin, concernido por esas «otras» noticias, había elegido un mal lugar para informarse.
Estábamos, me dije, ante una de las expresiones mejor acabadas del desiderátum de Marín y Tresserras, que bien podía resumirse en un casino de provincias donde sólo se sirvieran cigalós..., y donde la indiferencia respecto a España fuera deslizándose hacia el desprecio para, al cabo, romper en odio.

El humor fue la mejor vaselina para que ello se naturalizara y, sobre todo, para ganarse el favor de quienes, en otro registro, se habrían declarado ofendidos. No hay que desdeñar, además, la circunstancia de que de un tiempo a esta parte, el político, cualquier político, debe fingir que encaja las burlas con deportividad para granjearse el aprecio del cliente. Que la biblia del populismo exige felicitar a quien te escupe. Sí, me refiero al programa Polònia, en el que todos los políticos son objeto de parodia, pero el escarnio, la máscara del fascistilla descerebrado, sólo se ciñe a los constitucionalistas.

El germen de ese histrionismo, diáfano precedente de la revolución de las sonrisas, data de 1993, cuando el humorista Quim Monzó ridiculizó en un monólogo a la infanta Elena. El programa en cuestión se llamaba Persones humanes y lo conducía Miquel Calçada, un chistoso con malas pulgas que se valía de la comicidad para denigrar a los españoles, a quienes calificaba de catetos, intolerantes o, tal fue el caso de la infanta, retrasados mentales. Hasta que la Casa Real, con su acostumbrado apocamiento, hizo constar su enfado, Calçada tuvo carta blanca para exhibir, como parte del decorado, una fotografía de la primogénita de los Borbón en un gesto no precisamente favorecedor
El humor a la catalana, por cierto, abre una puerta de la que dejaré tan sólo un apunte. TV3 es, además de un gran comedero regional (la menjadora, en vernáculo), el epítome de la economía circular. La subcontratación, a precios de escándalo, de la mayoría de los programas a productoras afines al régimen ha propiciado que gentes como Toni Soler, Antoni Bassas, Xavier Bosch o Albert Om figuren como accionistas privadísimos de, por ejemplo, el diario Ara, en un caso paradigmático de desviación de fondos públicos en ara(s)... del espacio comunicativo catalán. Gracias a ese mismo confusionismo, Jaume Roures y Tatxo Benet, dos avispados redactores de la sección de deportes (dos Minguellas con ínfulas), erigieron Mediapro.

Si hubiera que señalar el día en que TV3 evidenció a las claras, con impasible desfachatez, quién mandaba en los platós, cabría remitirse al debate electoral en que Artur Mas espetó a Albert Rivera: «Imagínese si somos flexibles que incluso le dejamos expresarse en castellano en esta televisión».

TV3, sí. Pero nada hubiera sido posible sin la renombrada cobardía de los catalanes. Individuos que en privado proclaman su desafección al régimen, o que se dicen hastiados de la permanente exaltación de la identidad en que consiste la política doméstica, y que en público se ponen de perfil ante asuntos más o menos delicados, no sea que la defensa de tal o cual punto de vista les lleve a perder el cargo, la subvención o la herencia. Que semejante apocamiento se haya emparentado con algo parecido a la prudencia es otro de los muchos equívocos que penden de la idiosincrasia de mis convecinos. Por descontado, si hay un gremio en que la flojera de piernas es particularmente flagrante, ése es el periodístico, donde una exclamación arquetípica de máquina de café podría ser, muy verosímilmente: «¡No me digas que estás de acuerdo con Cayetana!». 

Capítulo de la obra coral El libro negro del nacionalismo. La ideología totalitaria que ha conducido a Cataluña al desastre (Deusto)