domingo, 31 de enero de 2021

No te mudarás a Lavapiés


La altitud. Madrid, me dijo mi amigo, está a 660 metros de promedio, y algunos barrios a más de 700; notarás, al principio, que al caminar te cansas un poco más que en Barcelona.

Olvídate de quedar en fin de semana. Todo ese bullicio que hay de lunes a jueves se desvanece a partir del viernes. La familia, la sierra, un conocido al que hay que alojar y pasear… El caso es que te vas a encontrar más solo de lo que te imaginas.

Ten presente que sólo hay un público más ignorante que el del Camp Nou: el del Bernabéu. No vayas a llevarte una decepción porque ovacionen los sprints en balde del Sandokán de turno o abucheen a Benzemá.

Creo que el único que sigue diciendo ‘tronco’ es Ángel Expósito, no te arriesgues.

Retén esta palabra: «Fenomenal».

Notarás que al segundo día de haber pisado el mismo bar el camarero te llama por tu nombre. Sigue habiendo ciudades así, no le des más vueltas.

A medida que llega el verano, observarás que el fin de semana empieza cada día una hora antes. Tú a lo tuyo, que por ahí empieza la perdición.

Cuando vayas a un cocktail, nunca, bajo ningún concepto, llegues el primero; peor sería que te fueras el último, esquivando a los recogevasos.

Presume de catalán. Por alguna extraña razón, los madrileños nos profesan admiración (bien, últimamente no tanta, pero todavía hay incautos que creen que somos medio franceses y, lo que es más cojonudo, ¡trabajadores!).

Cuando te digan ‘¡Comemos!’ no te lo tomes al pie de la letra. Es una mera fórmula de despedida. Me explicaste que en aquel pueblo del Ripollés, Camprodón, el saludo al paso más extendido es ‘On vas!’ [¡Adónde vas!], y que tú te detenías a explicarlo, que si al bar, que si a pescar truchas… para incredulidad de los nativos. Pues bien, el ¡comemos! es algo parecido. Un ‘¡aupa!’ con ínfulas de compromiso.

Especialízate en algo, conviértete, por ejemplo, en un experto conocedor de bares de ensaladillas, o de tortillas de patatas. Eso en Madrid es un detente bala, no preguntes por qué.

Te dirán, cuando busques piso, que Lavapiés es el próximo Tribeca, y que bien vale la pena pagar un dineral por una buhardilla porque con la inminente llegada de los hípsters, el precio se duplicará. Hace 20 años de esa leyenda, entonces a los hípsters se les llamaba bo-bos.

Si alguien te dice ‘¡Comemos un fin de semana de éstos!’, es que no quiere saber nada de ti.

Cómprate un buen abrigo.

The Objective, 31 de enero de 2021

viernes, 15 de enero de 2021

Notas sobre columnismo (I)

-No basta con que escribas bien. El columnismo es periodismo, y el periodismo debe ceñirse a la noticia. Esa noticia puede tener que ver con un punto de vista insólito o una perspectiva inédita, pero no desprecies la posibilidad de servir al lector un hecho novedoso. Una primicia sin entradilla.

-No confundas la claridad con la simpleza. Detrás de cada palabra tiene que haber una idea, en efecto, pero trata de ligar los pases con algo de templanza o, en caso contrario, tu artículo parecerá un palimpsesto donde las frases concluirán, como aquellos telégrafos de western, con un horrísono ‘stop’. Eso no es limpieza, es ortopedia.

-Si no encuentras ‘el tema’, aléjate del presente un par de pasos. Hay una memoria a la que no se presta demasiada atención porque se la tiene por una magnitud menor, carente de empaque, y es la memoria del periódico de ayer, el de hace una semana o un mes. Procura, eso sí, que el contraste entre el dije digo y el digo diego no tenga por protagonista a Sánchez. Dada su mística de la mendacidad, carece de mérito.

-Evita enmascarar el yo diciendo ‘uno piensa’, ‘uno ha vivido’, ‘uno es partidario’, en la errónea creencia de que así difuminas tu presencia en el texto, como prescriben en la Facul. De hecho, y debido a la contorsión que exige ese ‘uno’, no haces sino amplificarla.

–Copia sin freno, sin complejos, con desafuero y orgullo. Si has leído a Toutain, sabrás que el estilo, cualquier estilo, se forja en la imitación. El gran problema es a quién imitar. (En ese libro sobre Quintà que ha escrito el esforzado Amat, el molde es Cercas. Y el resultado a la vista está: porno casero.)

-A no ser que estén al nivel de Podemia o Progreísmo, abstente de neologismos y demás refundaciones del mundo
.

-Dado que, por primera vez en la historia, una masa de iletrados osa hostigar a las élites en nombre del derecho a la ofensa, no te prives de recibir de vez en cuando la suave reconvención del deontólogo de guardia. No ya por que sea un timbre de orgullo. Además, como debe de haber experimentado Félix de Azúa, es elixir de juventud.

-Tus hijos (ya no digamos mis hijas) son una fuente de inspiración tan natural como temible. El orgullo paterno los hará pasar por inteligentes, hipersensibles, audaces… Con los años descubrirás que esas semblanzas no pretendían retratarles a ellos sino a ti. Algo así como aquellos aplausos a los sanitarios que tanto tuvieron de autohomenaje. En mi caso, lo único que mitiga la vergüenza es que mis hijas son mejores que yo, pero claro, lo han sido a pesar de mis arrullos.

-Uno de los fraudes más habituales es enviar una columna que, al punto, y como consecuencia de un suceso importante, se convierte en un cadáver insepulto. Habría que reemplazarla por otra, claro, pero qué pereza. ¿Y si lo dejo correr? ¡Pues no habrá días para hablar del TEMITA! Es probable que a estas alturas de tus cogitaciones, el olor del texto sea ya nauseabundo. Mas no hay cuidado. Puesto que nadie leerá más que dos o tres palabras, las suficientes, en fin, para reparar en que escribiste para anteayer, los daños serán insignificantes.

-Hace poco, revisando un trabajo de mi hija, detecté un exuberante surtido de citas más o menos pertinentes. Las citas son como los tatuajes. Hubo una época en que fueron un símbolo de nobleza, ya fuera real o carcelaria. Acaso una impresión, nunca mejor dicho, de carácter, y el único retazo biográfico al que tenían acceso los jefes de personal en ausencia de Facebook. Un riesgo, ay, de exclusión. Hoy son una vulgaridad, como casi todo lo que está a un golpe de click.

-Y sobre todo, dado que la libertad empieza por uno mismo, aplícate la máxima del Titi, que el que lo prueba repite, yo no sé por qué será.

The Objective, 15 de enero de 2021