miércoles, 30 de abril de 2014

Otra asociación


Uno de los asuntos en que se atascaron los quince promotores de Ciutadans fue el relativo al modo como debían organizarse. Mientras que unos eran partidarios por la puesta en marcha de una asociación o plataforma que ejerciera de grupo de presión, a la manera, por ejemplo, de Ciutadans pel Canvi, otros abogaban por la fundación de un partido político, en el convencimiento de que sólo la conquista de una cuota de poder institucional lograría agitar las aguas del oasis. No hace falta decir que fue el segundo planteamiento el que salió adelante, pero quizás sí quepa insistir en que faltó poco, muy poco, para que la efervescencia antinacionalista que siguió a la deriva maragallista se disolviera por enésima vez en un cónclave de amables, tipo Foro Babel, para ir profiriendo grititos perfectamente extraparlamentarios.

Ocho años después de echar a andar, aquel partido de polluelos no sólo está a las puertas de sentar un diputado en el Parlamento Europeo; las encuestas también pronostican que en Cataluña sobrepasará a ICV, PP y PSC. Por descontado, ninguno de los intelectuales que alentaron la creación del partido previó que Ciutadans, es decir, una formación nítidamente antinacionalista, aspirara a ser la tercera fuerza en el Parlamento catalán. La posibilidad de que, sumando aquí y allá, propiciara la institución de un Gobierno constitucionalista habría sido tomada por una herética extravagancia.

Viene esto a cuento de la presentación en sociedad, el pasado Sant Jordi, de la asociación Sociedad Civil Catalana. Así se llama, sí. Mi segundo reparo tiene que ver con el porqué de su creación. Algunos de sus portavoces han ahondado estos días en la idea de salir del armario, dar la cara, perder el miedo...  como si no hubiera en Cataluña dos partidos políticos, Ciutadans y UPyD, que lo llevaran haciendo desde 2006 y 2008, respectivamente. No puedo sino aplaudir que estas gentes llamen a rebelarse contra el nacionalismo, pero convendría que no lo hicieran con el afán redentor del que cree estar restituyendo la realidad a golpe de tribuna. Sobre todo, para no oponerse a uno de sus cometidos, cual es la denuncia de las falsificaciones de la historia. En este menester, por cierto, está especializado uno de sus impulsores, el profesor Javier Barraycoa, quien, hace poco, presentó su libro Cataluña hispana en la sede del partido Democracia Nacional en Castellón de la Plana, acto en el que se guardó un minuto de silencio por los caídos de la División Azul. Cosas de la transversalidad.

De lo relativo a las falsificaciones, sin embargo, se ocupará... en efecto, ¡otra asociación! Se denomina Somatemps y pasa por ser el brazo académico de SCC. Somatemps, sí.


 Zoom News, 28 de abril de 2014

Una industria próspera


Cuento, por lo bajo, unas treinta novedades editoriales dedicadas al proceso soberanista, entre las que, obviamente, son mayoría las de quienes se muestran favorables a la independencia de Cataluña, esto es, los Bosch, Voltas, Tree, Domínguez, Barberà, Carod-Rovira o Albà. Sólo un autor, por cierto, aboga por el federalismo, Pere Navarro, lo que da una idea de hasta qué punto la industria editorial y acaso el público desprecian las medias tintas. De industria quería hablarles precisamente. 

Ninguna de esas treinta novedades sobre la cuestión catalana presenta un punto de vista novedoso o audaz. En cierto modo, recuerdan a las banderas, bufandas y gorras que se venden a las puertas de los estadios de fútbol, puesto que su cometido no es otro que saciar el ardor guerrero del lector, inexorablemente transmutado en hincha. La finalidad básica, no obstante, nada tiene que ver con un presumible bien social, sino con el negocio, cuyos capitostes no ignoran que un conflicto como el que nos ocupa sólo genera beneficios. Al cabo, cualquier gorrilla sirve para hilvanar jeremiadas y, en todo caso, hay más negros que botellines. En cuanto a la publicidad, no hay que invertir un solo euro: la divulgan gratuitamente las radios, televisiones y periódicos (yo mismo, sin ir más lejos, en artículos como éste), que se ocupan del asunto de modo más que promiscuo. Tanto es así que incluso hay digitales, y pienso ahora en Nació Digital, Vilaweb, e-Notícies o Crónica Global, donde única y exclusivamente se habla del proceso soberanista.

De esas cuatro cabeceras, las tres primeras reciben subvenciones de la Administración, como también las reciben las editoriales que publican títulos en lengua catalana y, por descontado, otras empresas o entidades cuya actividad consiste, siquiera de forma tangencial, en la exacerbación identitaria.

Llegados a este punto, cabe preguntarse si la independencia de Cataluña no es un nicho de mercado que da de comer cada día a más individuos, dedicados por entero a lubricar los más bajos instintos de un público objetivo de siete millones y medio de catalanes. Una de las consecuencias, en fin, de este atronar de aldabas es que el día de Sant Jordi, con su cursilería a cuestas, pase ya inadvertido entre el resto de los días del calendario.


Libertad Digital, 23 de abril de 2014

martes, 22 de abril de 2014

Los espontáneos


Poco después de que el periódico echara el cierre, leí no sé dónde que por él habían pasado “hasta cuatro directores”. En realidad fueron cinco. A Arcadio Alfanje le sucedió Juan Carlos de la Pauta; a De la Pauta, Almudena Calambur; a Calambur, Fernando Casual, y a Casual, Pedro Requena. El interinato de Requena, ciertamente, apenas duró unos días, pero no por ello ha de caer en el olvido; antes al contrario, merece ser recordado como lo que fue: el heraldo de un tiempo indecoroso. Si esto fuera una fábula navideña, ahora habría de decir aquello de "pero empecemos por el principio". Yo lo haré por el final; más exactamente, por dos viernes antes del final. 

Aquella noche, Malena y yo cruzamos la puerta del piano-bar Klavier, en la calle Aragón, sin más propósito que darnos al escarceo vagamente amoroso. Todavía no habíamos pedido cuando reparé en el grandullón que, micrófono en mano, cantaba "La bohème", el mujerío embelesado en torno a él. Días atrás, el dueño del periódico, el promotor inmobiliario Narváez, me había presentado al trasunto de Aznavour en la redacción. Lo que jamás sospeché es que me estaba presentando al sucesor de Casual, esto es, al quinto director de un periódico que apenas contaba medio año en la calle.

-Pedro Requena, Pepe; Pepe, Pedro Requena. ¿O debo decir... Séneca? 

Existía. Séneca no era, como algunos de nosotros llegamos a creer, una suerte de autor colectivo a la manera de Wu Ming u Ofèlia Dracs. No, era perfectamente real. Para nuestra sorpresa, dicho sea de paso. No en vano, y desde la aparición del periódico, nuestro hombre acometió la hercúlea tarea de espolvorear con comentarios todos y cada uno de los artículos que en él aparecían. Su leyenda, ya de por sí inverosímil, alcanzó cotas homéricas el día en que me confesó que algunos de los comentarios que yo había tomado por réplicas a sus observaciones eran enteramente suyos. "Quien responde a mis comentarios soy yo mismo; es una técnica que utilizo para animar el debate." Los interrogantes se agolparon en mi mente cual aciagos moscardones: ¿Habría algún comentario, uno solo, que no fuera de Séneca? Es más: ¿Nos leía alguien además de Séneca?

Luego de apurar "La bohème", Séneca-Requena se desgajó del cogollo de aduladoras y vino hacia nosotros. Por entonces, ya se había consumado su nombramiento, pero no soltó prenda.

Ese lunes, en efecto, y ya investido del cargo, desgranó algo parecido a una hoja de ruta y estampó su huella dactilar en la portada: "Noticias y opiniones eclécticas". No habían transcurrido 24 horas cuando, persuadido por un comentarista (Séneca ante el espejo, pensé) de que las noticias no podían ser eclécticas, corrigió el santo y seña de su legado: "Noticias veraces y opiniones eclécticas". La lógica que aplicó Narváez, promotor inmobiliario y dueño del periódico, para dar a Séneca el timón no tenía fisuras: si Séneca, en calidad de comentarista y sin cobrar un solo céntimo, había escrito más metros de texto que todos los redactores juntos, ¡qué prodigio no haría cobrando!

Séneca dedicó los siguientes tres días a entrevistarse con cada uno de nosotros en un bar contiguo a la redacción. Según nos anunció al comienzo de aquellas charlas, pretendía “ponernos las pilas”. Pensé en mi amigo Oriol, que al poco de que empezaran a sucederse los directores comparó el periódico con una funesta secuela del gilismo y auguró que el último de los directores, el que pondría fin a aquella farsa, no sería sino Narváez, que cumpliría así su sueño de ejercer, siquiera por un lapso, de presidente-entrenador; habría sido, sin duda, el broche a un caso único en un mundo, el de las empresas periodísticas, pródigo en extravagancias.

Mas no pudo ser. Al poco de que Séneca debutara en la dirección, la promotora de Narváez empezó a sufrir los embates de la crisis y el periódico pasó a mejor vida. A mí me había despedido tres días antes; agoté el cupo de perplejidades luego de que Séneca entrevistara, en un descenso a los infiernos de sí mismo, al travesti Violeta La Burra, noticia de apertura de la sección de Sociedad, por bien que el periódico carecía ya de diques con que ordenar el mundo. (Por un momento sospeché que Séneca se había inventado la entrevista, aunque teniendo en cuenta que le había visto imitar a Aznavour en el Klavier, no podía descartar que también merodeara por la bodega Bohemia, “donde nacen los artistas”.)

La mañana en que Narváez me echó o acaso me hice echar salí del edificio con paso de gigante, sonriendo fieramente ante la posibilidad de otear de nuevo el mundo, quién sabe si deshacer lo andado y tentar otros quehaceres (reinventarse, lo llamaron después). Me llevaba el fanático alborozo que precede a todo apocalipsis.

lunes, 21 de abril de 2014

Noticia de Gabriel



La muerte de Gabriel García Márquez ha asfaltado los periódicos de la fatigosa unanimidad de las romerías, en una sucesión de estampas a lo ‘Gabo estuvo aquí’ que sitúan al personaje en la estela legendaria de Hemingway. Por lo común, se trata de artículos que, antes que hablar de García Márquez, refieren la jactancia de sus autores, erigidos en un coro de abajofirmantes sin otro afán que recalcar que el finado tuvo la suerte, la inmensa suerte, de conocerlos. Nadie, por cierto, ha plasmado de forma tan hórrida esa impostación como la novelista Almudena Grandes; ah, aquella tarde remota en que Gabo conoció los grumos de bechamel.

Con todo, no pierdo la esperanza en el advenimiento de una necrológica que se encare con los hechos sin el rímel corrido. Que diga, por ejemplo, que Relato de un náufrago ocupa, junto con La guerra del fútbol, de Ryszard Kapuscinski, y Huesos en el desierto, de Sergio González, la cúspide del reporterismo latinoamericano. Que García Márquez no sólo alumbró el modelo, sino también el antimodelo, ese Noticia de un secuestro cuya única utilidad es la de constatar en qué queda la escritura cuando al celo se le aflojan los esfínteres. Que, paradójicamente, sus obras más discretas (casi todas las posteriores al Nobel) coincidieron con su mayor empeño normativo; o lo que es lo mismo: a medida que sus textos se fueron empobreciendo, más se esmeraba en susurrarle al mundo el secreto de la gran literatura. Que de este periodo son también sus memorias, un mamotreto apresurado para el que no tuvo en cuenta que también la vida, por mágica que sea, merece la dicha de ser editada.

En el plano político, su acendrado castrismo (hoy ennoblecido por sus panegiristas en virtud de una presunta obsesión por el poder) dio lugar a piezas tan crepusculares como ‘El Fidel Castro que yo conozco’, publicada en Granma, y a cuya luz palidece el pajarico de Maduro, ese otro hit del queridoliderismo. En este sentido, no puedo por menos de recalcar cómo la mayoría de los intelectuales de izquierdas, tanto europeos como americanos, no sólo pasaron por alto su defensa de la dictadura cubana, sino que ensalzaron su obra precisamente por ello. Entretanto, en el caso de Mario Vargas Llosa, cada elogio de una de sus novelas iba seguido de un ‘pero’, el que concernía a su condición de orgulloso liberal. ‘Lástima, lo de Vargas, con lo bien que escribe’, seguimos oyendo hoy sin que el suelo se agriete bajo los pies del lastimero. En el fondo, claro está, el paralelismo entre ambos no resulta pertinente: a diferencia de Vargas, García nunca fue un intelectual.

Ahora sí, viajen a Macondo si no lo han hecho ya; yo he estado allí tres veces y cada una de mis estancias ha sido más gozosa que la anterior. Eso sí, no se dejen deslumbrar por quienes de allí regresan.


Zoom News, 21 de abril de 2014

Dual


La 1 retransmitió anoche en dos versiones la final de la Copa del Rey. Mientras que la narración para los televidentes catalanes corría a cargo de Joan Carles García, con comentarios de Carles Rexach y Miquel Soler, el resto de los televidentes españoles siguió el partido en la voz de Juan Carlos Rivero, con comentarios de José Antonio Camacho y Julio Salinas. Como es habitual, en esta última imperó un decoroso afán de neutralidad o, si se quiere, de equilibrio entre iguales, el que encarnaban Camacho y Salinas. En la primera, en cambio, primó el forofismo culé, el que representaban esos tres barcelonistas que, de forma vicaria, conducían la agonía del resto de la tribu.

No es que en Cataluña hubiera una sola opción, no: de modo novedoso, ayer existía la posibilidad de cambiar al audio 2 y seguir el partido en la narración de Rivero. O, por decirlo conforme a los usos sociales que por aquí se estilan: la retransmisión vehicular era la de García, Rexach y Soler, y quienes requeríamos atención personalizada no teníamos más que solicitar que el partido se interrumpiera para redescubrir nuestro mando a distancia, ese leviatán.

Sea como sea, los catalanes que ansiábamos la derrota del Barça hubimos de apechugar no ya con el punto de vista del maligno, sino con la evidencia de que, aun siendo cientos de miles, carecemos de entidad suficiente para erigirnos en cuota de pantalla. Entiéndase: el desprecio de TV3 es ya un mero accidente paisajístico; lo asombroso es que también nos desprecie Televisión Española. Nótese que no he hecho mención de que la retransmisión forofa fuera en catalán y la polite en castellano. Eso no habría de suponer problema alguno salvo, claro está, por el hecho de que el catalán no sirva más que para formular una sola religión, haciendo bueno el principio de que una lengua es una cosmovisión (y sólo una). Hasta que llegue el día en que en la retransmisión en catalán el Barça gane todas las finales. Incluso las que pierde.


Libertad Digital, 17 de abril de 2014

lunes, 14 de abril de 2014

Mariló dice

El Mundo Today es el subproducto más hilarante que, en su género, ha dado la era Twitter. Su género, sí; el trono donde hoy se sienta el artífice de dicho portal, Xavi Puig, lo ocupó tiempo atrás el dibujante Jaume Perich, autor de las celebérrimas ‘Noticias del 5º Canal’. Dado que en la España de los setenta no había más que dos canales, el ‘Quinto’ de aquel telenoticiario constituía el mejor de los frontispicios para dar a entender que lo que ahí se ventilaba eran noticias falsas. La Mariló Montero de Perich, por cierto, fue José Luis Núñez, a la sazón presidente del FC. Barcelona, y a quien el presentador del 5º Canal (bien un trasunto del propio Perich, bien un trasunto de su gato; se trataba, recordemos, de las únicas noticias que no tenían ‘gato encerrado’); al que el presentador del 5ª Canal, decía, solía exhibir protagonizando sucesos funestos, bajo el antetítulo “Sigue la mala racha de José Luis Núñez”.

A semejanza del  5º Canal, nada en El Mundo Today (ni la cabecera, ni la identidad gráfica, ni las ilustraciones) invita a pensar que las noticias que publican Puig y sus secuaces son veraces. O, parafraseando al presidente Rajoy, nada-salvo-la-sintaxis. No en vano, el desarrollo que sigue a los titulares se basa en la pirámide invertida que, aunque erosionada por los nuevos hábitos de consumo periodístico, continúa utilizando la prensa convencional. Se trata, para entendernos, de textos cuajados de formas verbales como ‘admitió’, ’manifestó’ o ‘anunció’, y donde las citas figuran atribuidas a ‘fuentes autorizadas’ o  a ‘un portavoz de la familia’. Ni que decir tiene que el modo en que la sátira vampiriza (o acaso parasita) la jerga de las noticias serias viene a culminar el trampantojo. Un signo de los tiempos, ay.


Con todo, comprendo el desconcierto de Mariló Montero ante la noticia que la acusaba de haber dicho que los maricones daban asco. Y me temo que no soy el único. El 21 de febrero, día en que se publicó, algunos de los seguidores de la cuenta de Twitter de EMT también torcieron el gesto: “Es la primera noticia vuestra [de la] que podría llegar a pensar que es cierta”; “Noticias broma como esta sí que dan bastante asco. Un seguidor menos”, “Ni puta gracia”. Al cabo, la condición para que una noticia de EMT sea tenida por tal es que ‘parezca-sacada-de- EMT’, expresión que ha hecho fortuna para designar, precisamente, lo inverosímil. Y la noticia de marras, en efecto, no sólo no tenía pizca de gracia, sino que, en su tosca desmesura, salpicaba tanto a los homosexuales como a los inmigrantes marroquíes. Ello se hace tanto más obvio cuanto que, en un porcentaje elevadísimo de las ocasiones, la lectura de 'noticias' en la red lleva a los usuarios directamente a ellas a partir de un enlace publicado en las redes sociales, sin que medie antesala alguna que ayude a situar el contenido en su justo lugar.


El Mundo Today, en cualquier caso, no es sino el redondeo (¡la torna!) de esta historia, puesto que Mariló también ha emprendido acciones legales contra la escritora Elsa López, quien, en una columna del diario La Opinión de Tenerife, dejó anotado: “[Mariló Montero] es todo lo que una ha soñado ser en esta vida: guapa, rica y tonta”. Que es, en el fondo, lo que pretendían sugerir los chicos de El Mundo Today en lugar de ese ‘homófoba, racista e hija de puta’ que, maldita la tarde, acabaron firmando.



Zoom News, 14 de abril de 2014

Nación y aritmética


La desconfianza en las cifras de manifestantes de la prensa, digamos, burguesa llevó al profesor de Literatura Catalana Miquel Almirall a efectuar los cálculos por su cuenta y riesgo. Hasta 2007 se aplicó a la tarea en la web Contrastant, donde, para sonrojo de ese periodismo que sitúa la verdad en un punto equidistante entre dos mentiras, aparecía regularmente la ficha técnica de las grandes manifestaciones que se celebraban en España. El efecto subversivo de multiplicar áreas y densidades se dejó notar con singular aspereza en la sección vintage, en la que se efectuaban autopsias de algunos de los momentos estelares de la humanidad. Así, por ejemplo, la aritmética estableció que en la Diada de 1977 no hubo en la calle un millón de catalanes, como llevan grabado a cincel las enciclopedias y los libros de texto, sino 200.000. Y la manifestación por el asesinato de Ernest Lluch no congregó a 900.000 barceloneses, sino a poco más de 100.000.

El pasado 7 de abril, un redactor del programa de Toni Clapés en RAC1 preguntó a Almirall cuántos nacionalistas serían necesarios para llenar la 'V' (de ‘victoria’ y ‘votar’, lo que da perfecta cuenta de que, en un hipotético referéndum, la derrota está descartada) que forman Gran Vía y Diagonal, en lo que pretende ser la performance nuclear del próximo 11 de septiembre. Días atrás, el Telenotícies de TV3 había cifrado en "más de un millón y medio" el número de manifestantes que absorbería el trazado. Grande fue la tentación, por cierto, de sugerir al nacionalismo que se ahorrara las molestias, que añadiera otro millón en la cuenta del otario y encargara la gigafoto a José Luis Garci, el Costa-Gavras del golpismo verité.

Pero está Almirall, que toma la palabra: “Hemos hecho el cálculo de los manifestantes que cabrían en la Diagonal y en la Gran Vía (desde el paseo de Gracia hasta la plaza de las Glorias [el vértice de la V]). Teniendo en cuenta que el tramo de la Diagonal mide 2.200 metros de largo por 50 de ancho, y el de Gran Vía 2.000 metros de largo por 50 de ancho, la superficie total es de poco más de 200.000 metros cuadrados. Si multiplicamos esos 200.000 metros cuadrados por una densidad de 3 personas por metro cuadrado, la cifra de manifestantes estaría en torno a los 600.000. Hablamos, por supuesto, de manifestantes reales".

Tag: reales. “Hay dos modos de calcular manifestantes: uno es el matemático, que consiste en multiplicar área por densidad, y el otro es el político, que consiste, por ejemplo, en cifrar los manifestantes de paseo de Gracia en un millón, cuando lo cierto es que en el paseo de Gracia no caben más de 220.000”.

Luego, el propósito de reunir el próximo 11 de septiembre "un millón y medio de manifestantes" en Diagonal y Gran Vía... “Con las dimensiones que hemos tenido en cuenta en nuestros cálculos, es imposible. Como mucho, ya digo, cabrían alrededor de 600.000, que no es poco. [...] Es más: en Barcelona nunca ha habido una manifestación de más de un millón de personas, lo que implica, lógicamente, que tampoco la ha habido de un millón y medio”.

¿Y la Vía Catalana? La mayoría de los medios dieron como válida la cifra de un millón y medio de encadenados, e incluso hubo quien habló de 2 millones. “No se superaron las 700.000 personas, lo cual es muchísimo. Es lo que dan de sí 400 kilómetros, esto es, 400.000 metros, multiplicados por 2 (dos personas por cada metro lineal), y teniendo en cuenta que había tramos muy densos y otros no tan densos”. La impresión, no obstante, es que en los tramos más densos llegó a haber un grosor de hasta tres y cuatro hileras. “Las imágenes de la gigafoto no demuestran eso”.

Diríase que la suspicacia de Almirall respecto a las versiones oficiales es un reflejo de obediencia chomskiana. “Todas las cifras oficiales que se manejan en Cataluña son mentira por definición; quienes las difunden tiene intereses. ¿Por qué se hinchó la cifra hasta los 2 millones de asistentes? Por la razón de que 1.600.000, que es la cifra que se manejó en un principio, presenta el inconveniente de que, desde el punto de vista histórico, no se recuerda bien. Entonces había dos opciones: rebajar los asistentes a un millón y medio o elevar la cifra a dos millones. Se optó por esta última. Cuando menos, es la cifra que han ido propagando la ANC, y también diversos medios de comunicación y algunos partidos políticos”.

Dos millones. ¿Cuántos kilómetros habrían sido necesarios para formar una cadena de dos millones de personas? “Unos 2.000”.

Almirall es independentista, sí, pero el rasgo primordial de su temperamento tiene más que ver con la frialdad. La aritmética es un bar limpio y bien iluminado donde las convicciones se dejan en el perchero. Un bar, claro está, de perdedores.


Zoom News, 11 de abril de 2014

Un cierto rubor


‘¿Estos tres son lo mejor que tenéis? ¿En serio?’ Tales eran las preguntas, ciertamente rigurosas, con que en la tarde de ayer me asaetearon algunos de mis seguidores en Twitter, dando por sentado que Jordi Turull, Marta Rovira y Joan Herrera eran carne de mi carne. No osé contradecirles; el rubor que sentí con cada una de las intervenciones debió de tener algo que ver con que soy catalán.

De Turull baste recalcar estas palabras: “Queremos mejorar nuestro autogobierno, y lo queremos mejorar porque lo amamos, y lo amamos porque es nuestro”. A Rovira hubimos de acompañarla hasta la escuela, pues, según dijo, conversa a diario del proceso con las madres con que allí coincide. En cuanto a Herrera, no importa tanto la monserga cuanto esos espasmos como de concursante de ‘¡Tu cara me suena!’ suplantando a Serrat; las manos en los bolsillos, la risa disoluta, el lóbrego recuerdo de Machado... Ese aire, en fin, como de cliente cinco estrellas con que fue pespunteando su actuación, en plan ‘tranquilos, en este garito me conocen’.

Es fama que el estado de las cosas en Cataluña es indisoluble del timbre apaciguador de Madrit. No hay más que atender al cumplido que Jesús Posada dedicó a Herrera, ese “bienvenido a su antigua casa” que, en cierto modo, tuvo su parangón en el saludo que la emisaria Rovira tributó a Rajoy. Así, mientras que unos se hacían los despechados, los otros fingían dejarse querer, en una farsa de lujurias y azoteas que habría de estar reservada a otra clase de canallas.

Obviamente, 'esos tres diputados no son lo mejor, etc.', mas tengo para mí que en el Parlamento catalán no hay comisionados que los puedan suplantar con garantías. Después de todo, lo que determinó el titubeo y aun la inepcia de los Turull, Rovira y Herrera no es la bisoñez, sino la certidumbre de que se estaban dirigiendo a una nación de verdad.


Libertad Digital, 9 de abril de 2014

lunes, 7 de abril de 2014

El chonismo según Pujol

Nadie ha exhibido con tanta rudeza como Jordi Pujol sénior el afán evangelizador del nacionalismo catalán, esa avidez por despojar al andaluz del taparrabos y endilgarle la ‘estelada’, esto es, otro taparrabos. El pasado viernes volvió a congratularse del gran éxito que supone para Cataluña que haya ‘chonis’ y ‘fernández’ soberanistas. La ceremoniosa confusión de Cataluña con su persona, por cierto, superó esta vez cualquier cota conocida, pues al calificar de ‘éxito de Cataluña’ lo que no es sino el fruto de su ingeniería social, Pujol se dejó por el camino un jirón de coquetería o, por decirlo a la fenicia, los derechos de autor.

Que Pujol dijera ‘chonis’ y ‘fernández’ en lugar de 'montillas' y 'tarantos' se explica por que su partenaire en aquel acto fue el también ex presidente José Montilla, quien, obviamente, refrendó las palabras de su antecesor en el cargo. En cualquier caso, lo que Montilla dijera o dejara de decir tiene tanta relevancia como el gruñido de Frankenstein: antes que el mensaje, lo que conmueve al público (¡a la masa enfurecida!) es que alguien haya insuflado vida a semejante criatura. No en vano, el hombre de Iznájar es el producto mejor acabado del pujolismo, la encarnación casi bíblica de esos ‘otros catalanes’ que lo fueron, sobre todo, a expensas de la incredulidad. Córdoba, San Juan Despí, el antifranquismo, la izquierda revolucionaria, las artes gráficas, los componentes electrónicos, el municipalismo, el PSC, el cinturón rojo, la alcaldía de Cornellá, el Ministerio de Industria... Todas las capas de la cebolla que configuraron la identidad del ciudadano Montilla acabaron sepultadas bajo una misma costra: la del nacionalista sobrevenido, la del presidente autonómico que, en usufructo del nivel B de lengua catalana, llamó a los catalanes a manifestarse contra el Tribunal Constitucional, encendiendo así la mecha del macrobotellón soberanista que rige en Cataluña desde 2010.


En la ufanía del viejo Pujol ante el hecho de que los ‘fernández’ y los ‘montilla’ reivindiquen la independencia no sólo despunta la idea de que es catalán todo aquel que, viviendo y trabajando en Cataluña, abjura de España; también late el delicado racismo con que el tolerante celebra la diversidad. Como Artur Mas descerrajara en TV3 al líder de la oposición en el Parlamento catalán, Albert Rivera: “Imagínese si somos flexibles que incluso le dejamos expresarse en castellano en esta televisión”. No hay prédica cuatribarrada, en fin, que no aparezca veteada por el subtexto con que el nacionalismo (cualquier nacionalismo) observa el mundo: allende la frontera, se extiende el reino de la inferioridad.


Análogamente, entre quienes se arrogan la condición de ‘superiores’ ningún acontecimiento suscita tanto entusiasmo como el del impuro que, habiéndose establecido a ‘este’ lado de la charca, se proclama 'inferior' con delectación.


Con todo, es probable que la suma expresión de ‘normalidad’ en lo relativo al reparto de salvoconductos no tenga tanto que ver con la aclamación de los ‘montilla’ o ‘fernández’ cuanto con el señalamiento de los ‘pla’, ‘tarradellas’ o ’boadella’. Es decir, con la abominación del ‘semejante’.


Por lo demás, y como ya es costumbre tratándose de nacionalistas, el éxito catalán del que habla Pujol se funda sobre un mito: no hay ‘chonis’ independentistas.



Zoom News, 7 de abril de 2014

Llamando a la Tierra

Los mohínes de desprecio que la izquierda ha dirigido al presidente de la República Francesa, François Hollande, por haber designado primer ministro a Manuel Valls, apodado el Sarkozy Socialista, contrastan con el modo como esa misma izquierda ha recibido (diríase que a portagayola) la pujanza del Frente Nacional. El corresponsal de El País, sin ir más lejos, acusó al político de origen español de haber "competido con las posiciones xenófobas de la extrema derecha al tratar de convertir –sin éxito– a los 20.000 gitanos europeos que residen en Francia en mercancía electoral". Y el mismo día, El País aseguraba en su editorial: "El ascenso del lepenismo (...) denota un malestar de fondo que no se resuelve con descalificaciones, rasgado de vestiduras ni cordones sanitarios". En el mismo párrafo, leíamos que Marine Le Pen había dado muestras de "inteligencia y olfato", y que sus votantes "no son extraterrestres".

Esta paradoja, por la que al tiempo que se alancea al demócrata por su presunta xenofobia se disculpa al xenófobo por su presumible condición de terrícola, recuerda la mullida retórica del apaciguamiento con que este mismo diario (y la izquierda española, en general) ha venido disculpando, razonando y aun galvanizando todas y cada una de las demandas del nacionalismo catalán, por caprichosas que éstas fueran. No en vano, en ambos casos concurre "un malestar de fondo que no se resuelve con descalificaciones ni cordones sanitarios" (¡lo dice el periódico cuyo titular más socorrido es "El PP se queda solo"!).

La diferencia entre Francia y Cataluña, no obstante, es que, mientras que la frustración catalana se debe a la rancia-derecha-española, el mal francés no requiere culpables. Hay motivos, sí, pero tratándose de Francia (¿el kilómetro sentimental?) tal vez no haga falta señalarlos de forma tan explícita. Se trata, en cualquier caso, de una nebulosa que también desearía para mi país. Siquiera por la pura satisfacción de leer, en una de estas mañanas independientes ya de casi todo, "el millón y medio de catalanes que formaron la cadena humana no son extraterrestres".



Libertad Digital, 2 de abril de 2014

Sobre el silencio informativo

El 19 de junio de 1987, la banda de victimarios ETA hizo estallar una bomba en los almacenes Hipercor, segando la vida de 21 personas e hiriendo a otras 45. Es fama que, por aquel entonces, un portavoz de El Corte Inglés advirtió a los periódicos de que, en caso de que asociaran el nombre de Hipercor con el de su matriz, El Corte Inglés, se cerraría el grifo de la publicidad. Se trataba, claro está, de que no cundiera el pánico entre los miles de clientes que acudían a diario a los macroalmacenes. Los directores de los diarios acataron la orden, o cuando menos eso delatan las crónicas y editoriales de primera hora.

Viene esto a cuento del silencio que ha presidido el secuestro de los reporteros Javier Espinosa y Ricardo García, felizmente liberados tras seis meses en manos de terroristas de Al-Qaida. Al parecer, las familias de los secuestrados, representadas por el fotógrafo Gervasio Sánchez, habían solicitado a los medios que no publicaran noticias al respecto, en el sobreentendido de que cualquier cuña informativa entorpecería y aun dinamitaría las negociaciones entre el Gobierno y los terroristas.


El porqué es una incógnita. Francamente, no me imagino a los integrantes del Frente Popular de Judea, o lo que quiera que sean, consultando las webs de los diarios españoles para ver si se habla de ellos y, en caso de que así sea, si lo que se dice es bueno o malo. Después de todo, el propósito que rige las acciones de los terroristas suele ser propagandístico; por eso, entre otras razones, ‘reivindican’ los sabotajes, ‘reivindican’ los secuestros y ‘reivindican’ los atentados. Bien es verdad que, como explicaba ayer en El Mundo el reportero Alberto Rojas, “los grupos armados ven en el secuestro la manera de acabar con la información veraz y comenzar a intoxicar con propaganda. [...] El yihadismo lo sabe y trabaja con esa premisa. En muchos casos, no quieren dinero, ni piden rescates ni reivindican nada”. No obstante, si no quieren dinero ni piden rescates ni reivindican nada, ¿a qué el secuestro? ¿Qué sentido tiene entonces imponer la cautela periodística? Si lo que de veras anhelan es limpiar la región de periodistas occidentales, ¿qué les impide descerrajarles un tiro en la cabeza?


Hablo a tientas, claro está; no tengo experiencia en el campo de batalla, por lo que tal vez mis consideraciones no sean más que una depuradísima expresión de salonismo. No obstante, no parece admisible que una noticia tan celebrada y cacareada como la de la liberación de Espinosa y García, o como lo fue la de Marginedas, se salde con un indescifrable ‘estamos bien’ o el ya directamente oximorónico, por no decir repulsivo, ‘nuestro secuestradores nos han tratado bien’.


Por lo demás, la liberación de Espinosa y García, como es costumbre en el género, ha tenido la virtud de suspender por unos instantes la habitual inquina entre periódicos, y así El País ha identificado al primero como periodista de El Mundo, del mismo modo que El Mundo, tras la liberación de Marc Marginedas, incrustó en la noticia el nombre del medio para el que trabajaba, El Periódico de Catalunya.  Se trata, ya digo, de un lapso de incredulidad. El pasar del tiempo restaurará la mutua profesión de antipatía entre cabeceras (que tan antipática resulta a los ojos de los lectores) y volveremos a los ominosos ‘según publica hoy un diario nacional’, ‘como sugiere el editorial del principal diario de izquierdas’ y ‘contrariamente a lo que dijo la prensa sensacionalista’; esos sintagmas, en fin, que tanto deben en forma, fondo y mojigatería a los ‘céntricos grandes almacenes, tan de todos conocidos’.


Zoom News, 31 de marzo de 2014

jueves, 3 de abril de 2014

Fisking Gabo

Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro para estar segura de que nadie la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá. Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo. Beatriz subió por la otra puerta y se sentó a su derecha. Tenían casi una hora de retraso en la rutina diaria, y ambas se veían cansadas después de una tarde casi soporífera con tres reuniones ejecutivas. Sobre todo Maruja, que la noche anterior había tenido fiesta en su casa y no pudo dormir más de tres horas. Estiró las piernas entumecidas, cerró los ojos con la cabeza apoyada en el espaldar, y dio la orden de rutina:
-A la casa, por favor.

Regresaban como todos los días, a veces por una ruta, a veces por otra, tanto por razones de seguridad como por los nudos del tránsito. El Renault 21 era nuevo y confortable, y el chofer lo conducía con un rigor cauteloso. La mejor alternativa de aquella noche fue la avenida Circunvalar hacia el norte. Encontraron los tres semáforos en verde y el tráfico del anochecer estaba menos embrollado que de costumbre. Aun en los días peores hacían media hora desde las oficinas hasta la casa de Maruja, en la transversal Tercera N.º 84ª-42 y el chofer llevaba después a Beatriz a la suya, distante unas siete cuadras.


Gabriel García Márquez, Noticia de un secuestro



Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro [mirar por encima del hombro: tener en menos, desdeñar] para estar segura de que nadie la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá ["de la noche", anotado está]. Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste [en un "cielo triste" hay poca tristeza. En cualquier caso, no olvidemos que el autor está hilando un relato veraz a partir de testimonios. ¿Hemos de creer que uno de esos testimonios le habló del "perfil fantasmal de los árboles sin hojas contra el cielo turbio y triste"? Hasta aquí, en efecto, llega la maligna influencia de Truman Capote], pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo ["se sentó detrás del chofer" refiere una acción que corresponde a un tiempo perfectamente delimitado, mientras que "porque siempre le pareció el puesto más cómodo" sugiere que Maruja acostumbra sentarse detrás del chófer]. Beatriz subió por la otra puerta y se sentó a su derecha ["la otra puerta". Imagino al buen Gabo meditando sudoroso la posibilidad de que, en caso de no especificar por cuál de las dos puertas entra Beatriz, el lector crea que lo hace por la misma que Maruja, gateando por encima de ella. Esta prosa como de instrucciones de la minipímer traducidas del chino resume a la perfección el descalabro gramatical que es Noticia de un secuestro]. Tenían casi una hora de retraso ["tener un retraso" suele referirse a la menstruación o al retraso en los pagos] en la rutina diaria [diaria la rutina es hartarse de balón], y ambas se veían cansadas después de una tarde casi soporífera [casi una hora, casi soporífera, casi, casi, casi…] con tres reuniones ejecutivas [tres reuniones ejecutivas casan muy mal con una tarde soporífera]. Sobre todo Maruja, que la noche anterior había tenido fiesta en su casa [¿"Había tenido"? ¿No sería preferible "había dado"? ¿Qué se fizo de la gran riqueza léxica del español de Colombia?] y no pudo dormir más de tres horas. Estiró las piernas entumecidas [las que no estaban entumecidas no las estiró, sólo estiró las entumecidas], cerró los ojos con la cabeza apoyada en el espaldar [ver "subió por la otra puerta"] y dio la orden de rutina [Rutina diaria, orden de rutina... ¿Por qué no lo dejamos en "habitual" y nos libramos, al menos, de una rutina]:

-A la casa, por favor. [Ese “por favor” es lo que se le dice a un taxista, no al chofer de un vehículo oficial. Ver Truman Capote]

Regresaban como todos los días, a veces por una ruta, a veces por otra, ["a veces por una ruta,  a veces por otra"; imposible, por lo tanto, hacerlo "como todos los días"] tanto por razones de seguridad como por los nudos del tránsito [esa pintoresca expresión, "nudos de tránsito", pretende designar lo que no es más que un atasco. Pero hay algo más. Imaginen que las razones que llevan a un concejal del PP en el País Vasco a elegir entre un itinerario u otro son el temor a que lo asesinen y los atascos. Así, en pie de igualdad]. El Renault 21 era nuevo y confortable, y el chofer lo conducía con un rigor cauteloso [cautela rigurosa, dice]. La mejor alternativa de aquella noche fue la avenida Circunvalar hacia el norte. Encontraron los tres semáforos en verde y el tráfico del anochecer [¿El anochecer? ¿No habíamos quedado en que ya había anochecido?] estaba menos embrollado que de costumbre. Aun en los días peores hacían media hora [mejor "tardaban", qué se fizo, etc.] desde las oficinas hasta la casa de Maruja [Sin duda, el autor ha querido decir "en los días mejores"; de otro modo, ese "aun" carece de sentido], en la transversal Tercera N.º 84ª-42 y el chofer llevaba después a Beatriz a la suya, distante unas siete cuadras.

miércoles, 2 de abril de 2014

Bateman world


Este blog mío, o acaso la sencilla posibilidad de ir devanando la vida a salto de mata, sin orden ni concierto, me lleva a fabular qué habría anotado a propósito de lo que, aún hoy, tengo por grandes hits. Las noches en la barra de Zeleste, por ejemplo, o las madrugás en la calle de la Cera, cuando Manzanita emergía de la nada y ponía a bailar los borrachos, o los días de plomo en Astoria Ediciones; con qué pierna habría rematado, ay, en el preciso instante en que Kiko Veneno dio al mundo ese milagro fáustico que es Échate un cantecito; con qué verbo me habría rendido a la arrogancia de Ray Loriga, que campaba luminosa en Lo peor de todo, qué bravata habría escupido en la tumba en que bailaba el Bateman de American Psycho. Hay en esa novela, por cierto, una indiferencia respecto al prójimo que, a mi modo de ver, retrata nuestra época de un modo más certero que el marquismo, la cocaína o la gastronomía chic. No hay un solo personaje de cuantos pululan por sus páginas que acierte con el nombre de pila de cualesquiera de sus amantes, colegas o amistades, en un griterío que no se aleja mucho del patrón "Eh, chicos, ¿aquél no es Owen?, "Cómo Owen, si Owen murió la semana pasada?". Tales equívocos terminan por resultar bastante más aterradores que los crímenes de Bateman, pues no sólo dan cuenta del tedio que engulle a los personajes, sino que también refieren su inhabilitación para la empatía. Nadie como Ellis, en fin, ha explorado con tanta maestría ese reino de las apariencias que cuajó en spleen del mundo. "Ayer estuve follando con Meredith." "Cómo Meredith, si el otro día, después de follármela, le di tal paliza que no hubiera podido salir en dos semanas." Cualquier atisbo de humorismo va cediendo a la evidencia de que el hecho de que fuera Meredith o no lo fuera no tiene efecto alguno en el relato, o lo que es lo mismo: que el presente se va desenvolviendo al margen de la memoria, lo que sitúa la acción (y cualquier trato con el progreso) en un erial de zombis. La directora de la versión cinematográfica, Mary Harron, intuyó que esa querencia por lo superficial (por una superficie que acaba deviniendo en costra antes que en piel), constituía uno de los grandes temas de la novela, de ahí que culminara la escena final en el bar con un yuppie que, mientras contempla el mitin de Reagan en televisión, exclama: "Se presenta como un pobre viejecito, pero por dentro...". A lo que Bateman, que al fin vislumbra el signo de los tiempos, responde: "¿Por dentro ? Por dentro no importa".