viernes, 30 de agosto de 2013

Buñol, muro de pago

Un año más, y esta vez pese al cobro de entrada, el macrobotellón a lo Fura dels Baus que es la tomatina de Buñol ha puesto a España en el mapa por lo que realmente somos: un hatajo de cafres carentes de método. Los 10 euros por asistente no sólo no han hecho peligrar el éxito del tiberio, sino que han permitido al Ayuntamiento recuperar la inversión inicial, cifrada en 140.000 euros. La reducción del aforo, que ha pasado de 50.000 a 20.000 personas, ha propiciado que el primer camión de tomates llegara al punto de arranque en tan sólo 10 minutos, frente a los 40 habituales, por lo que el comienzo de la batalla se ha adelantado a la hora prevista.

Por lo demás, no parece que la tomatina haya incorporado plus alguno con vistas a satisfacer las expectativas de los tomatineros premium. Como otros años, los proyectiles correspondían a la variedad pera roma, de uso común en la industria conservera, y procedían de la empresa castellonense Citrimed, que los cultiva ex profeso en los términos municipales Xilxes, Almenara, Moncofa y Benicarló. Es decir, los 10 euros no daban derecho a bombardear al prójimo con tomates raf muchamiel. Ni a eso ni a un vídeo personalizado con las escaramuzas en que se haya visto envuelto el participante o a un descuento del 20% en una improbable ruta del gazpacho. Con todo, las entradas se han agotado; entre otras razones, porque no hay forma humana de ‘bajarse’ la tomatina ni un pueblo vecino donde se celebre una tomatina fake ‘gratis total’.

Y, sin embargo, ante la posibilidad de que los periódicos adopten esa misma estrategia, no faltan gurús que defiendan que la pretensión de cobrar por lo que se venía ofreciendo gratis es una temeridad, y que, en todo caso, el paywall no debe ser una imposición, sino fruto de un pacto con el lector. En adelante, y frente a esos y otros argumentos en favor de la gratuidad, no quedará sino emprenderla a tomatazos.

(Coda: En el caso de Buñol, la cosa era inevitable, aseguran los regidores de un tripartito formado por Esquerra Unida, Partido Socialista e Izquierda Alternativa. Las arcas municipales están a dos velas. […] La privatización, añaden, es la única salida. […] De los 10 euros que cuestan las 15.000 entradas, que se agotaron a mediados de esta semana, el 15%, irá a parar a las arcas de una empresa privada, de nombre Spaintastic. Pero los beneficios de esta empresa, a la que se le adjudicó a dedo la gestión de la venta de tiques, serán mayores. El País, 25 de agosto de 2013; "Fiestas populares, SA")


Libertad Digital,  28 de agosto de 2013

Las cosas de comer

Al menos 750 catalanes menores de 16 años presentan códigos diagnósticos que están relacionados con la pobreza y la desnutrición, y el 25% de ellos son bebés. Eso decía la nota de prensa que divulgó a principios de mes el Síndic de Greuges, y que estaba basada en un sedicente ‘Informe sobre la malnutrición infantil en Cataluña’. La gran mayoría de los diarios españoles (y a la cabeza, claro está, los catalanes) deglutieron el comunicado sin hacerse demasiadas preguntas y lo estamparon en sus primeras con gran alarde tipográfico. Tratándose de niños, y además pobres, toda alarma es poca, debieron de pensar los redactores.

Algunos de los elementos de esa alarma guardan un descorazonador paralelismo con el caso Raval, ocurrido en Barcelona hace ahora dieciséis años, y que, como recordarán, estalló cuando la policía dijo haber desarticulado en el barrio del Raval una red de pederastia con ramificaciones en dos continentes, y que constituía algo así como el teatro de operaciones de la principal industria europea de pornografía infantil.

A semejanza de aquella ocasión, al binomio ‘infancia + miseria’, indispensable para que corra la pólvora, se han sumado la molicie veraniega y el superávit de becarios en las redacciones. Asimismo, en el foco del incendio se halla el celo benefactor de una institución del Estado; si en 1997 fue la policía nacional, ahora ha sido el Síndic de Greuges. Por si no hubiera suficientes coincidencias, el légamo de noticias sobre la ‘spanish crisis’ habría predispuesto al público a tomarse muy en serio documentos como el fabricado por la oficina del ex presidente de ICV Rafael Ribó; exactamente igual que, a mediados de los noventa, el caso del pederasta belga Marc Dutroux maceró al público en la sinrazón del mal.

Hasta aquí llegan los paralelismos. Hace tres días, el presidente de la Societat Catalana de Pediatria, Ferran Moraga, denunció las fallas del informe Ribó. Para empezar, advirtió de que hay un problema de terminología, ya que se emplean de forma arbitraria términos que no son equivalentes, como ‘malnutrición’, ‘desnutrición’, ‘privación’ o ‘déficit de vitaminas’. En segundo lugar, señaló que el dato de que hay en Cataluña 751 niños con problemas de desnutrición se ha extraído de los códigos de diagnósticos de la historia clínica que utilizan los pediatras del Instituto Catalán de la Salud, lo que equivale a decir que se trata de una información que se refiere mayoritariamente a niños que sufren dolencias crónicas que provocan desnutrición, como cáncer, anorexia o insuficiencia cardíaca, lo que, obviamente, nada tiene que ver con la pobreza. Por otro lado, hizo notar que no constan los autores del trabajo ni los criterios metodológicos que se han seguido para su elaboración ni las fuentes consultadas (más allá de un borroso "entidades y servicios que atienden a la infancia", inaceptable en un trabajo que se precie de serio).

A lo que parece, estamos ante una añagaza pseudocientífica cuya única diferencia respecto a la célebre fotografía del contenedor es que, mientras que el fin de la segunda es exclusivamente retórico, el de la primera es, además, propagandístico. El próximo día 29, Ribó comparecerá en el Parlamento catalán para aclarar algunos aspectos del informe y el próximo 12 se reunirá con el presidente de los pediatras. El panfleto como fundamento y la ciencia como guinda póstuma, ahí va un comunista.


Libertad Digital, 22 de agosto de 2013

martes, 20 de agosto de 2013

Psicosis

Hace tres inviernos conocí al cineasta Menna Fité, que por entonces se hallaba escribiendo su primer cortometraje, un falso documental en que un puñado de celebrities atestiguaban, a partir de una serie de descacharrantes coincidencias, que Alfred Hitchcock era catalán. Cuando hablamos de su Alfred, que así se acabaría llamando esta fina travesura, Menna ya había reclutado a Joan Lluís Bozzo, Javier Sardá y Leopoldo Pomés, y me pidió que le facilitara el email de Ignacio Vidal-Folch, para quien había ideado un delirante monólogo. No logramos convencer a Ignacio de que se prestara al fake, que, pese a ésa y otras negativas, salió adelante. Alfred se estrenó en el cine Alexandra una exultante mañana de primavera, precedido de la actuación de un cuarteto de cuerda que le dio al pase un insospechado aire cosmopolita.

El cortometraje, que aún está pendiente de exhibición comercial, fue sufragado por el propio Menna, que, poco antes de que se abriera el telón, pronunció un delicado discurso de agradecimiento para con sus colaboradores. El alquiler del Alexandra también corrió de su cuenta, por lo que a ninguno de los asistentes le extrañó que, a la finalización, no hubiera copas, esas copas que, en nuestro país, tan alegremente corren con ocasión de cualquier acto oficial de medio pelo. Si tienen ocasión de ver Alfred, háganlo: ciertamente, a algunos de los testigos se les ve el cartón, pero no importa; el divertimento, a menudo, consiste en sospechar que quien pretende divertirte se ha divertido en el intento. Más relevante, a mi juicio, es esa lunática ironía que destilan las imágenes, y que, según iba yo especulando a medida que transcurría el film, se resumía en la posibilidad de que también Hitchcock, como Pla en su día, fuera despreciado por el nacionalismo.

Viene esto a cuento, claro, de la noticia que levantó el periodista de El Mundo Daniel G. Sastre (con quien los columnistas de opinión deberíamos compartir, si no minuta, sí autoría) sobre esa nueva acrópolis cuyo guía, Jordi Bilbeny, asegura gravemente que la bandera estadounidense es un calco de la senyera, y que Cervantes y el Lazarillo eran catalanes. También lo cree este simpatizante, aunque sólo sea para "tocar los cojones" (¡van a tener razón los taxistas de la T4, cuando aseguran que por eso y no otra cosa hablamos catalán!).

Iba a decirles, en fin, que la Cataluña real está más cerca del filibusterismo ilustrado del cineasta Menna que de esta secta neorrural, pero quién sabe ya.

Libertad Digital, 14 de agosto de 2013

Cowjander

Hace poco recibí el correo de un conocido que anunciaba la puesta en marcha de un crowdfunding para costear un proyecto editorial. El hecho de que el autor hubiera escrito «cowfunding» me animó a seguir leyendo, pero cuando la carta empezó a interesarme de veras fue al llegar al objeto de la cuestación: la escritura y publicación de un ensayo sociopolítico. Para eso, me dije, hay infinidad de sellos editoriales, a lo que el demandante, saliendo al paso de esta suspicacia, alegaba que «ante las dificultades de su publicación en Cataluña [¿?]», [había decidido] “«prescindir de editoriales e intermediarios, aprovechando la brecha que han abierto las redes sociales». Y aducía: «Esta capacidad de convertirnos en editores y difusores sin permiso de nadie, nos hace más libres, no solo para este proyecto, sino para todos los que de ahora en adelante lancemos a través de este sistema. Se acabó el que unos cuantos controlen todo».

Nótese que amenazaba con que, «en adelante», el «cowfunding» fuera no ya su modus vivendi, sino también su humilde contribución a la salvación de la especie, como delata la vitola redentora con que abrochaba la frase. Hasta que recibí este mail, las microfinanciaciones de que había tenido noticia remitían a proyectos en verdad costosos, como la realización de una película, la organización de un macroconcierto o la construcción de un telescopio. Este que les traigo, no obstante, parecía consistir en asegurarse unas ventas, ya que a cambio de la donación, el contribuyente obtendría un ejemplar de la obra, lo que equivalía a fundar el print-on-demand en versión indignada. Con la particularidad de que aquí era el autor quien se embolsaba todo el dinero, ya que no había editor, distribuidor ni librero (tampoco diseñador, dada la protocubierta que envió como cebo).

El episodio me hizo pensar en lo que me dijo en cierta ocasión el director de un periódico en el que trabajé: «Si yo pudiera, De Paco, le costearía una estancia en un castillito centroeuropeo para que escribiera una novela, pero entretanto habrá que trabajar». De acuerdo con que Cowfunder no parece lo que se dice un vago; después de todo, no pretende fugarse a Brasil, sino publicar un ensayo. No, a mi modo de ver la osadía de la cuestación tiene bastante que ver con la consideración de la cultura como una actividad «colectiva», de suerte que, en caso de que el libro no se publique, el culpable no sea el autor, sino el sistema editorial y, en última instancia, el público, que no habría alcanzado la madurez suficiente para propiciar su venida. ¿Se imaginan a Cervantes promoviendo un crowdfunding para escribir el Quijote? Desde luego, no será porque don Miguel no pasara necesidades. ¿Y Hemingway? ¿Se imaginan que Fiesta no se hubiera escrito por falta de contribuyentes para financiar el viaje a Pamplona?

Se trata, ya digo, de un signo de los tiempos, que rebasa con creces el fenómeno de la literatura e incluso de la creación misma. Vean, por ejemplo, el día del Orgullo Gay: uno no es gay del todo si no exhibe su condición como miembro de una multitud. Y lo mismo ocurre en el ámbito de la educación, donde el mandato de que todos los alumnos progresen por igual, sin traumas ni frustraciones, ha acabado por arrasar la excelencia. Con todo, tal vez sea en la política, con la tabarra nacionalista, donde la exaltación de lo colectivo (y el consiguiente arrumbamiento de lo individual) ha tenido un efecto multiplicador. Una exaltación que, como se sabe, no sirve a la reivindicación de derechos laborales o viviendas asequibles, sino a la celebración de la mismidad. Y eso en un periodo histórico donde, particularmente en España, más se han respetado las diferencias, las minorías y aun el fenotipo. Lo que nos lleva de nuevo a Cowfunder y su alucinada campaña contra unas adversidades que no son más que molinos de viento, pues nunca había habido menos obstáculos a la difusión de las ideas, del mismo modo que nunca los derechos de los homosexuales habían gozado de tanto reconocimiento.

La gran paradoja de nuestro tiempo (que quizá en el hombre se haga más evidente y nociva que en la mujer), es que la diseminación del progreso social y las libertades hayan tenido como efecto no una explosión de la individualidad, con lo que la individualidad tiene de transgresión, sino una cerrada invocación al grupo, ya se trate de los lectores, de la tribu o de los compañeros de cama. Cualquier parapeto vale, en fin, con tal de escurrir el bulto ante la perspectiva, ay, de ser hombres solos. Y que nos digan que «no».


Jot Down, 12 de agosto de 2013

Referéndum y simulacro

En la última semana, tres opinantes catalanes refractarios a la secesión han abogado en sendos artículos por la celebración de una consulta en Cataluña. En Jot Down, el periodista Enric González adujo que la posibilidad de elegir entre España y Cataluña tenía "su interés", siquiera porque los conflictos "pueden comportar mejoras y progreso". En La Vanguardia, el jurista Francesc de Carreras impelió a Rajoy organizar la consulta y proclamó su confianza en la victoria del sí. "Son tantos los argumentos para decir 'no' a la independencia", arguyó, "que es imposible que una sociedad como la catalana, compuesta en su mayoría por personas razonables, escoja una vía que tanto la va a perjudicar". Por último, en El País, el profesor Jordi Gracia, en sintonía con De Carreras, puso el foco en la negligencia del Estado español para con la cuestión catalana. A su juicio, la permanencia de Cataluña en España pasa por "una respuesta política", que concretó en

ofrecer condiciones de legitimidad pactada entre Gobiernos en favor de una consulta con pregunta clara: ¿desea usted que Cataluña se independice de España y se constituya en un nuevo Estado de Europa?

Los tres artículos tienen en común la nula beligerancia, el sentido común, las buenas maneras y una cierta desafección respecto a España. Se trata, en suma, de una tríada argumental que viene a demostrar que el no nacionalismo, lejos de ser el nirvana inaprensible sobre el que tanto gustan de ironizar los nacionalistas, es un punto de vista perfectamente real. Lo que no existe, en cambio, es la más remota posibilidad de dar, en el bando de los secesionistas, no ya con tres sino con un solo razonamiento que se asiente sobre dichas cualidades, y en el que mediado el segundo párrafo no se perciban, con pasmosa nitidez, la doble vara, la mitja rialleta antipepera y, en los casos más recalcitrantes, su pizquita de xenofobia.

No se trata de la única asimetría que plantea el debate sobre la secesión en Cataluña. El otro gran aspecto en el que coinciden González, De Carreras y Gracia es la inadvertencia del escenario en que se ha de producir ese debate. Tan sólo Gracia alude a la cuestión, aunque de modo marginal. Me refiero, claro, a la omnipresencia en Cataluña de una televisión pública, TV3, que no sólo no se ha mantenido neutral, sino que es una verdadera factoría de independentistas. A mi modo de ver, y más allá de lo que diga la Constitución, mientras las fuerzas nacionalistas sigan utilizando a discreción ése y otros medios, no debería celebrarse ningún referéndum. O, por decirlo conforme a los principios que han de presidir el referéndum escocés: mientras no haya justicia, transparencia y decoro, cualquier consulta terminaría por vencerse del lado del simulacro.


Libertad Digital, 7 de agosto de 2013

Cómo se fabrica un anticatalán

A la solicitud de recusación del juez Francisco Pérez de los Cobos por parte de Artur Mas se ha sumado la edición catalana de El País, que el domingo informó de que el presidente del TC es autor de un libro de aforismos que lleva por título Parva memoria, y que fue publicado en 2006 por la editorial Tirant Lo Blanch. En el texto, el periodista Pere Ríos acusaba a Pérez de los Cobos de arremeter "contra los catalanes y el nacionalismo", o, como decía uno de los subtítulos, "contra Cataluña". Ríos traía pruebas. Esta reflexión, por ejemplo: "Cuando un catalán está satisfecho lo expresa diciendo: ‘a mí, ya me va bien’". A su juicio, "la frase se antoja un abono del tópico sobre la insolidaridad catalana". Esta otra: "El dinero es el bálsamo racionalizador de Cataluña", que, lamentablemente, no está traducida al lenguaje de la tribu, pero que ya traduzco yo: "Mierda de catalanes, no merecen nada".

La primera de las reflexiones es muy parecida a una que tiene Albert Boadella, y que dice aproximadamente que uno de los males de Cataluña (extensible, claro, a toda España) es el adagio ‘ja està bé així’ [‘ya está bien así’], con que abrochamos lo mismo un roto que un descosido, y que lejos de implicar desprecio remite, bien que vagamente, a ese regeneracionismo del que el martes nos hablaba Espada. O en otras palabras: a la autocrítica, que para el nacionalismo siempre es autoodio."El libro", prosigue Ríos, "contiene frases despectivas con ciudadanos de otros países, aunque ninguna tan contundente como la que afirma que ‘los ingleses han aprendido de sus gatos a lavarse’". Las aguas llegaron más arriba: "La cita evoca la que pronunció en 2003 otro presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga. ‘Cuando en Andalucía teníamos fuentes de distintos colores y olores algunas de esas nacionalidades históricas no sabían lo que era el baño semanal’, dijo". Y así, echando a las fuentes de (c)olores de Jiménez de Parga el abono antojadizo de la insolidaridad, Ríos fabricó otro anticatalán. Y además de verdad, no como lo del PP y su factoría de independentistas.

Lo peor de la noticia, sin embargo, lo que mueve de veras a la melancolía por lo que fue la edición de Cataluña de El País, no son las invenciones, sino las omisiones. Cuenta Ríos que De los Cobos, "de 1994 a 1997 pasó por la Universidad de las Islas Baleares. El recuerdo que guarda tampoco parece muy grato. ‘El mallorquín ve en su propio interés una fatalidad, algo inevitable de lo que no se puede escapar. 'I jo què hauria de fer?' (¿Y yo qué debería hacer?)', escribe". Es probable que fuera en la Universidad de Baleares donde De los Cobos conociera al profesor Cristóbal Serra, uno de los grandes hacedores de aforismos de las letras españolas y, para el caso que nos ocupa, autor del prólogo de Parva memoria. Se entiende, no obstante, que Ríos no dé cuenta de ese detalle, pues eso, en su prosa de caballería, equivaldría a decir que el sabio Cristóbal Serra, celebrado, entre otros escritores, por Pere Gimferrer, Octavio Paz o Joan Perucho, fue, sobre todo, amigo de anticatalanes y quién sabe si anticatalán a secas.


Libertad Digital, 31 de julio de 2013