lunes, 29 de julio de 2019

Relatores

La preeminencia de la denominada “batalla por el relato” ha convertido la política en una timba de sedicientes virtuosos, donde la baza ganadora consiste en presentarse ante el votante como un honrado jornalero de la concordia, al tiempo que endosas a tu principal adversario una incapacidad crónica para el entendimiento. “Ya ven, yo les tiendo la mano y ellos la rechazan, por lo que no queda otra que dirimir nuestras diferencias en unas nuevas elecciones, eventualidad que, como todo el mundo sabe, hemos tratado de evitar hasta el último minuto”.

Con arreglo al nuevo catecismo, el candidato que alcanza a formular esta jeremiada tiene las de ganar en los siguientes, inexorables comicios, toda vez que el pueblo prima al conciliador y castiga al particularista. Hasta este punto, el programa electoral que defiende cada uno de los contendientes es, si no irrelevante, sí accesorio. De hecho, no es descabellado afirmar que una parte central de la propuesta tiene que ver con la gestión del despecho, con la exhibición de los aspectos más venerables del desengaño, y aquí es donde entra en juego la fraseología concesiva, tipo “los españoles están indignados y con razón” y “estamos dando un espectáculo lamentable”, “siento vergüenza de mi gremio”, con Unamuno como tótem recurrente.

La negociación entre el PSOE y Podemos ha supuesto un recrudecimiento de esta clase de disputas. No en vano, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han medido el beneficio en términos de pervivencia en el poder, de suerte que el único escollo real ha sido la sospecha, por parte de ambos socios, de que una UTE de esas características no les garantizaba llegar a 2023 en condiciones ventajosas para, en el caso de Iglesias, sobrepasar al PSOE, y en el de Sánchez, hacer añicos a Podemos.

¿Y dónde queda España en este juego de rol? España quedó fuera de la partida en el momento en que Sánchez tentó a Iglesias con la responsabilidad en un área de comercio. ¡A Iglesias, un enemigo declarado! Y es que ni siquiera hace falta mentar a Bildu y ERC. Cuando la democracia y sus avatares se supeditan al control de la narrativa (lo que excluye llamativamente la intransigencia y el sectarismo que tanto Sánchez como Iglesias -ya no digamos Rivera- vienen demostrando de puertas adentro) lo que acontece es una burda ficción asintáctica.

Voz Pópuli, 29 de julio de 2019

jueves, 25 de julio de 2019

Ochenta planes y veinte bandas

1) El diputado ultranacionalista Jaume Asens, adalid del independentismo en el primer Gobierno municipal de Ada Colau, y uno de los militantes del orbe podemita que más han porfiado en criminalizar la acción del Estado de Derecho contra ETA (vean si no sus tribunas, escritas al alimón con Gerardo Pisarello, sobre el macrosumario 18/98, la doctrina Parot, el posterrorismo o la operación Mate) dijo que, tras las intervenciones de PP y Cs, a los diputados de Vox ya sólo les quedaba sacar las pistolas. Tras sus palabras apenas se oyó un leve rumor, es de suponer que procedente del gallinero, cuando lo que hubiera debido oírse es, en primer lugar, una advertencia por parte de la presidenta del Congreso, catalana flor, y en segundo lugar, la protesta airada de, cuando menos, los diputados de Cs y PP. Tal vez hubiera algún que otro aspaviento, pero la realización, no sabemos si por torpeza o ánimo de censura, no mostró las reacciones.

2) SantiagoAbascal tuvo en su mano subrayar el hecho, insólito donde los haya, de que un filoterrorista se permita tildar de pistoleros a quienes tienen en sus filas a conspicuas víctimas del terrorismo. En lugar de eso, ensayó una inédita, extemporánea pincelada: “Un diputado comunista ha dicho que bajaríamos con las pistolas a esta tribuna y lo ha hecho instantes después de reivindicar a Indalecio Prieto que en 1934 sacó una pistola en este hemiciclo y amenazó al diputado Jaime Oriol. Como siempre, la doble vara de medir”. Durante su discurso, por cierto, sólo permanecieron en su asiento dos secretarios de la mesa: Patricia Reyes y Adolfo Suárez.

3) En el intento de imponer un marco semántico a sus rivales, Albert Rivera incrustó en su hilo los hashtags ‘plan Sánchez’ y ‘banda’. Según el recuento efectuado por el eldiario.es, Rivera pronunció 80 veces ‘plan’ y 20 veces ‘banda’. Así y todo, el punto más grotesco de su intervención fue la escenificación de un (auto) homenaje a Edmundo Bal, uno de los soldados de su guardia pretoriana. “En cuanto Albert nombre a Edmundo, empezamos a aplaudirle, y entonces Edmundo se pone en pie y nos da un cabezada”. El teatrillo, en efecto.

4) El presidente de C’s también se refirió a la sala donde supuestamente negociaban el PSOE y UP como la ‘habitación del pánico’, en alusión a la cámara blindada y normalmente oculta con que cuentan algunos pisos para que sus propietarios se refugien en caso de asalto.

5) Las flores que portaban los diputados de ERC llevan por nombre margaritas.

Voz Pópuli, 25 de julio de 2019

lunes, 22 de julio de 2019

Liberté, egalité, sécurité

No hacía ni diez minutos que esperaba el autobús D20 en la parada de la calle Pepe Rubianes, en la Barceloneta, y ya había visto pasar un coche patrulla de los Mossos y dos de la guardia urbana, además de a dos parejas de urbanos patrullando a pie y otro en bicicleta. Frecuento el barrio y hacía años que no veía semejante despliegue policial en labores de prevención, ni siquiera en los días más aciagos de la infestación turística, por lo que deduje que las autoridades, y muy principalmente el Ayuntamiento de la ciudad, se habían propuesto hacer valer sus competencias. Entre las razones de su prolongado absentismo se cuenta el credo ideológico del gobierno consistorial.

Como se sabe, Colau y su séquito consideran que, dado que la delincuencia tiene su origen en la marginación, en las bolsas de pobreza que genera el sistema (capitalista), la presión policial es un remedio infructuoso y, sobre todo, poco creativo. (Llama la atención, por cierto, cómo esta misma izquierda, tan renuente al uso de la coerción frente al delito barriobajero, no tiene el menor empacho en aplicarla cuando se trata de reprimir la violencia doméstica, la corrupción política o el saqueo bancario, lacras de derechas).

De hecho, si algo hizo bien la alcaldesa desde primerísima hora fue criminalizar a la Guardia Urbana, en una tarea para la que contó con la inestimable ayuda del concejal Garganté, que, recordemos (¡qué esquiva es a veces la memoria reciente!) llegó a enfrentarse  físicamente (mis manos: mi capital) a los antidisturbios. En su breviario del mundo, que sólo tiene unas páginas menos que el de Colau, manteros, okupas y atracadores son síntomas de una enfermedad para la que no se dispone de cura, cuando menos con el instrumental de la política burguesa.

La contradicción que aqueja al populismo, a cualquier forma de populismo, radica en el hecho de presentarse como esperanza de una realidad que, según su mismo diagnóstico, no la tiene. Entretanto, el crimen azota a los distritos más humildes, desvelando una de las aristas más grotescas de la desigualdad, cual es la que alimenta el relativismo. A ello precisamente se refirió Valls, en entrevista con Sostres, la semana pasada: “La inseguridad es una desigualdad más porque afecta, sobre todo, a los barrios más pobres, a los jóvenes más vulnerables y más propensos a caer en el tráfico y el consumo de drogas, a las personas mayores de los barrios más periféricos. […] El orden no es de derechas ni de izquierdas. El orden es la libertad. Una sociedad sin orden es la selva, donde impera la ley del más fuerte”.

Esos barrios no han sido inmunes a la deficiente gestión del Consistorio. Así, el apoyo en las municipales a Barcelona en Comú cayó un 8% en Ciutat Vella (un 10% en la Barceloneta) y un 11% en Nou Barris. Hay, no obstante, indicadores más categóricos de la crisis barcelonesa. En febrero de 2017, unas 160.000 personas se manifestaron en Vía Layetana bajo el lema ‘Prou excuses. Acollim ara’  [Basta de excusas. Acojamos ahora]. Clamor multitudinario para acoger refugiados. A principios de julio, la manifestación en favor de Open Arms, perfectamente equiparable, reunió a 500 personas. El desplome de la solidaridad, en efecto, también cabe achacárselo a Colau.

Dos días antes de presenciar en la Barceloneta ese insólito alarde de medios, la Junta de Seguridad Local se había reunido en el Ayuntamiento de Barcelona. Al encuentro no acudió la Fiscal Jefe de Barcelona, Concepción Talón. La periodista Mayka Navarro se interesó por los motivos. “Fuentes de la Fiscalía confirmaron después lo que era un rumor a voces, que Talón no fue porque no pisará el Consistorio mientras un lazo amarilllo cuelgue del balcón”. Hasta ahí llega la riada.

Voz Pópuli, 22 de julio de 2019

martes, 16 de julio de 2019

Toma de tierra

Una de las primeras frases que aprendió a decir fue ‘¿Cuánto falta?’. Sus padres solían llevarlo de excursión y en ese hábito cifra Erling Kagge su kilómetro cero. Cumplidos los 55, este editor noruego ha hilado su experiencia andante en Caminar, una deliciosa invitación al paseo, al mensurable gozo de soñar erguido, acompasando los pasos y las ideas, y proyectando esa fricción, por la que el cuerpo pasar a ser mente andariega, sobre el horizonte mismo; sobre esa montaña, ves, a la que hemos ido aproximándonos hasta dejarnos engullir por ella: ¡y pensar (¡pensar!) que hace nada estábamos ahí abajo! (No hay nostalgia más punzante que la que surge de la certeza de avistar el pasado; volver la vista atrás, en su más recto sentido.) Bien sabe Josep Maria Espinàs (que ha dejado, ay, de llegarse a Lázaro a la hora del almuerzo) que el simple acto de interpelar al paisaje poniendo un pie delante del otro, es desentrañar el mundo. Sobre ese y otros aspectos discurre Kagge, y no sólo a partir de sus vivencias, sino también de la indagación en el campo de la neurología, cuyos últimos hallazgos validan las observaciones que, sobre este punto, nos legaron filósofos como Montaigne, Kierkegaard, Heidegger... Sí, andar despeja la mente, infunde optimismo y estimula la creatividad (con incrementos de hasta el 60%, según un estudio de la Universidad de Stanford). En momentos de bloqueo, a Kagge nada le proporciona tan buenos resultados como bajar a la calle y darse una vuelta. “A veces apenas sirve de nada, pero en otras ocasiones mis pensamientos se liberan y parece que estoy rebosante de soluciones”. No siempre ha reservado a sus caminatas un uso tan funcional. En 2010, al borde del divorcio, emprendió una peregrinación por las alcantarillas de Nueva York de la que dejó testimonio en el reportaje Under Manhattan (del que no hay traducción al español). Tal como explica el autor, ante la certidumbre de que su vida se iba a la mierda, sintió el apremio de sumirse literalmente en ella y, de ese modo, mitigar, siquiera durante unos días, el tormento que le ocasionaba la ruptura. Más hostil que la red de cloacas neoyorquinas fue la ciudad de Los Ángeles, donde desplazarse a pie es un acto contracultural. Yo soy muy dado a desaparecer, a largarme en mitad de las fiestas sin decir nada o muy poco; a escurrirme como una sombra y poner tierra de por medio sin saber exactamente de qué huyo. Siempre he considerado esa costumbre un desarreglo propio de lunáticos, una locura temprana de la que no convenía presumir. Ya no lo tengo tan claro.

The Objective, 16 de julio de 2019

lunes, 15 de julio de 2019

Por la puerta

La Guardia Civil acudió el martes 9 de julio al Palau de la Generalitat en busca de documentación relativa al 1-O, por requerimiento del juzgado de Barcelona a cargo de la investigación. Los cuatro agentes de paisano que llevaron a cabo las diligencias entraron en el edificio a las 10 y lo abandonaron a las 13, y en ambas ocasiones lo hicieron por la puerta. Incomprensiblemente, ninguno de los periódicos que se hicieron eco de dicha actuación mencionó ese detalle, cuando, de hecho, sólo había un motivo para que un trámite tan sumamente ordinario (¡la banalidad del bien!) fuera noticia: la posibilidad de que la comitiva hubiera de salir saltando por los tejados.

La referencia al 20 de septiembre de 2017, en efecto, resulta inexcusable para constatar, una vez más, la derrota del independentismo. No sólo por el clamoroso vacío de la plaza de San Jaime (a diferencia, por ejemplo, del 15 de marzo de 2018, en que una concentración en protesta por otro registro reunió a unas mil personas). Esta vez, además, ni siquiera había mediado la preceptiva convocatoria en las redes sociales, descontando, eso sí, sendos tuits, a cuál más enternecedor, de Beatriz Talegón y Antonio Baños.

A la hora de valorar la intervención policial, la portavoz del Govern, Meritxell Budó, se vio en un engorro. No en vano, debía denunciar lo que, según su credo, no era sino un atropello, mas sin llamar la atención respecto a la circunstancia de que nadie, absolutamente nadie, se hubiera movilizado. ¿Y cómo se las compuso? Enmarcando la presencia de la Guardia Civil en el Palau en la “ola de represión que sufre Cataluña”. O lo que es lo mismo: restándole excepcionalidad. A juicio de la CUP, no obstante, la placidez con que se había desarrollado el procedimiento suponía una afrenta, de ahí que el diputado autonómico Vidal Aragonés reprochara a Torra que no hubiera impedido el paso a los representantes del Instituto Armado. Y algo más: “El Govern se ha acobardado, ha tenido un comportamiento muy distinto al del verano y el otoño de 2017”. Entiéndase el desplazamiento de la responsabilidad: para la CUP, al pueblo siempre le asiste la razón. Ante el estado actual de la emancipación, nada debería suscitar más inquietud que una nueva incomparecencia del Estado.

Voz Pópuli, 15 de julio de 2019

jueves, 11 de julio de 2019

El mundo moderno

La Ley de violencia de género consagró el principio de desigualdad jurídica entre el hombre y la mujer en beneficio de un bien superior, cual es la prevención de esta clase de crimen. Quince años después de la entrada en vigor de dicha norma, el número de fallecidas a manos de parejas o exparejas no registra un cambio de tendencia. Así, ni siquiera puede esgrimirse, en defensa de la discriminación positiva, que el fin haya justificado los medios. Con todo, los efectos de criminalizar a los hombres y victimizar a las mujeres se están dejando notar en otros ámbitos.

Hoy, por ejemplo, la opinión pública (¡ya no digamos la publicada!) asiste sin la menor mueca de desagrado a las gárgaras de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, desde la cuenta oficial de Twitter. “El mundo moderno”, dejó escrito el pasado día 3, “arranca con un defecto de una irracionalidad inaceptable. Las mujeres nos convertimos en hijas, madres, hermanas o esposas de los ciudadanos pero no somos ciudadanas. Es la primera tropelía que se comete”.

Y aún deglute imperturbable engendros del sentido como el que ayer nos traía Milagros Pérez Oliva: "No es casualidad que tanto este caso como el de la violación en grupo de Pamplona [...] tengan como ingrediente central un comportamiento en el que los agresores se consideran con derecho de tomar el cuerpo de las víctimas como un mero objeto para sus desfogues" (No es casualidad que un grupo de violadores se comporten como tales. Eso dice, en efecto, la maestra de periodistas).

Sin embargo, el modo en que la 'ley viogen' y el discurso que la ampara se cierne sobre lo real no se limita a estos modestos apocalipsis. El domingo, sin ir más lejos, El País hizo suyo un fantasmagórico informe policial para tratar de quitar hierro al hostigamiento sufrido por el séquito de Ciudadanos (a efectos editoriales, partido macho) durante la (larga) marcha del Orgullo. “No hay constancia de que hubiera agresiones físicas, sólo insultos y lanzamiento de agua”. Sólo. Imaginen ahora que, en un caso de acoso en la vía pública a una o varias mujeres, un diario se atreviera a decir que no fue para tanto. Que sobreactuaron. Que la policía les dijo que se fueran y no hicieron ningún caso. Y que dejen de joder. Porque de ese cubanísimo atropello estamos hablando.

Voz Pópuli, 11 de julio de 2019

lunes, 8 de julio de 2019

La liberación gay

El 17 de septiembre de 2009, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que instaba a Lituania a retirar una ley que establecía que “la publicidad de las relaciones homosexuales” era perjudicial para la salud mental y el desarrollo físico, intelectual y moral de los menores. El único diputado de UPyD en la Eurocámara, Francisco Sosa Wagner, quiso votar a favor del texto, pero una confusión le llevó a pulsar la abstención. Un día después, el partido explicó que se había tratado de un error, provocado por “el hecho de que los eurodiputados tienen tres botones exactamente iguales para el sí, el no y la abstención, [y] Francisco Sosa Wagner pulsó en la votación el habilitado para la abstención, pero después inició el proceso de rectificación para que constara en acta su apoyo a la resolución de condena de la ley homófoba lituana”. El propio Sosa, en respuesta a un votante de UPyD que le había escrito a su correo personal, declaró: “Mi querido amigo: no hay ninguna cuestión de fondo, la razón se debe a algo bastante más prosaico y elemental y es la siguiente: yo no me he hecho todavía con el ritmo de las votaciones en el Parlamento pues se producen muchísimas en pocos minutos. Los diputados que pertenecen a los partidos mayoritarios van con una lista donde se les indica el sentido de cada votación y yo carezco de esta ayuda porque mis asistencias técnicas son muy limitadas. Estoy tratando de solucionar esta carencia. Espero haber contestado a su pregunta, reciba un saludo muy cordial.” Pero la suerte estaba echada. En un comunicado conjunto, FELGTB y COBAM anunciaron el veto a UPyD en el Orgullo Estatal [a 10 meses vista]. Respecto a las razones que había esgrimido el diputado Sosa, la secretaria general de FELGTB, Desiré Chacón, manifestó: “Como organizadores del Orgullo Estatal, no admitiremos una nueva participación de UPyD en nuestra manifestación porque no nos sirve de excusa que sólo tienen un eurodiputado que no conocía la resolución. En casos tan sangrantes como el de Lituania o existe un compromiso con los derechos LGTB o no existe”. Faltaban cuatro años para que Vox se fundara y cualquier menudencia era ya bienvenida para proscribir a las fuerzas políticas que no eran de izquierdas o, como UPyD, lo eran sólo un poco. El problema, en efecto, nunca ha sido el roce de Ciudadanos con Vox, sino su mera existencia, y lo mismo cabe decir de Madrid Central: el problema nunca ha sido la contaminación, sino si la derecha tiene legitimidad para ejercer el poder. (¡Vox! Si @BobPopVeTV ha podido decir que los homosexuales a los que el castrismo confinaba en campos de trabajo “se lo pasaban bastante pirata” sin llevarse un mísero reproche del magma Orgullo, el problema es muy otro.)

Los dirigentes de Ciudadanos deben plantearse si la defensa de los derechos LGTB es indisociable de la participación en el aquelarre identitario (no menos identitario que la Diada) en que hoy consiste el MADO; si el compromiso con esa causa, en fin, implica necesariamente la sumisión a un movimiento que, amparado en la defensa de las libertades civiles, no pretende sino imponer una nueva ortodoxia; la misma ortodoxia, por cierto, que ha convertido los campus universitarios de medio mundo en focos de intolerancia.

El Orgullo es hoy un inquietante remedo de la Ofrenda Floral a Rafael Casanova, de la que Ciudadanos, con buen criterio, se liberó hace ya tiempo.

Voz Pópuli, 8 de julio de 2019

lunes, 1 de julio de 2019

Buch dice

En declaraciones a un grupo de periodistas, el consejero de Interior de la Generalitat de Cataluña, Miquel Buch, ha mostrado de manera confianzuda su xenofobia y, ni que decir tiene, la del Gobierno al que pertenece. Por cierto, no busquen el vídeo en TV3. Sí, es verdad que uno de los informadores de la casa está presente en la comparecencia, como se aprecia en la maraña de alcachofas que rodea al conseller, pero la pieza en cuestión no se ha visto en ninguno de los Telenotícies ni se halla disponible en la parrilla de vídeos de la web.

El porqué es obvio: se trata de evitar que la audiencia de TV3 vea cómo Buch rediseña de un canutazo las fronteras de Europa, dejando a Cataluña fuera del Estado Español, es decir, desfigurando incluso el sentido que el nacionalismo reserva a su circunloquio favorito, l’Estat Espanyol. La censura tiene su miga, y no sólo porque presuponga a la audiencia de TV3 un prurito de objetividad. También, por la operación que se adivina al trasluz. No me resisto a imaginarme al jefecillo: “Això no ho doneu, que encara els faríem un favor. [Esto no lo deis, que aún les haríamos un favor]”.

Luego, ellos saben. Siempre han sabido. Tal vez les falte elaborar la sospecha y concluir que Buch es un rústico al que ni siquiera cabe reprochar que haya sacado al supremacista que lleva dentro; no, en su caso todo está bien a la vista. Pero no ignoran la naturaleza de material con el que trafican. El problema, con todo, rebasa el ámbito de esa tele, e incluso la del resto de los medios de comunicación alineados con el golpismo (‘Lo volveremos a hacer’; el escándalo que habría supuesto, en 1981, un anuncio de estas características en cualquier servicio público. Las tragaderas, sí; también las nuestras.)

Buch dice ante al menos diez reporteros (TVE, Telemadrid, Atresmedia, RNE, TV3, Canal 21, ACN,…): “Es normal que cuando un país tiene un fuego de estas características, nos ayudemos mutuamente los vecinos. Si estuviéramos en el Ampurdán, seguramente nos ayudaría el Estado Francés, y ahora estamos en el Ebro, tocando al Estado Español, y cualquier ayuda puede ser buena. Igual haríamos nosotros si el fuego estuviera en su lado”. Y nadie que replique: “Consejero, está usted mintiendo”.  Diez reporteros. Y ninguna aduana.

Voz Pópuli, 1 de julio de 2019