jueves, 28 de enero de 2016

Los chicos de la 12

El infantilismo podemita ha rendido hoy su enésima evidencia, esta vez a cuenta de la situación de la bancada que los morados habrán de ocupar en el Congreso. Íñigo Errejón, al que se le hincha la vena con la misma teatralidad que a una María Patiño, ha dicho que su emplazamiento en el hemiciclo, en la parte superior izquierda a partir de la cuarta fila, supone "mandar a los representantes de cinco millones de electores al gallinero". (El Ideólogo, por cierto, no ha estado a la altura de su leyenda; dada la magnitud de la afrenta, qué mejor que proclamar que el Régimen del 78 no quiere en primera fila a los desahuciados, a los desheredados, a los parias).

No recuerdo a ningún otro grupo del Congreso quejarse tan amargamente de su ubicación en la sala. Claro que ningún otro grupo había confundido el Congreso con la tele, cuando menos de forma tan obscena. Para el frente reaccionario (izquierdista, sí, pero reaccionario, como bien recordaba Savater en el programa de Alsina) no parece haber diferencias entre la sede de la soberanía nacional y un plató de La Sexta.

En su viciada concepción de la democracia, Podemos no entiende que un Parlamento es una mediación. El diputado que ocupa la última fila no tiene menos voz que el que ocupa la primera, puesto que, por encima de las limitaciones estrictamente espaciales, se alza un reglamento que establece que todos los diputados, con independencia de si son gente o casta, pronuncien sus discursos en pie de igualdad, esto es, en un estrado. La normativa, incomprensiblemente laxa, no ha impedido que los más conspicuos especímenes del populismo, desde el pintoresco Lizondo y su ardor citrícola al característico Baldoví y su striptease de fin de carrera, se hayan hecho un hueco en la historia del parlamentarismo español. No hace tanto, en fin, que vimos a un bildutarra talar un ejemplar de la Constitución con frenesí de aizkolari, sin que por ello ocurriera nada susceptible de que ardiera Tuíter, medida protagórica de nuestros tiempos.

Hay algo perverso, o acaso simplemente estúpido, en la pataleta de Íniño Errejón. Tomaron las plazas para salir en la tele, tomaron la tele para sentarse en el Parlamento, y se han sentado en el Parlamento para seguir saliendo en la tele. Lo dijo Jabois hace unos días y no seré yo quien le desmienta: "Hace falta ser algo más que un partido: hay que ser una banda de rock".



Libertad Digital, 26 de enero de 2016

Como los cerdos

"UBÚadella, exiliado en Iberia, ostenta uno de los cargos más altos a los que puede aspirar, y le obsesiona la opinión que de él tienen los polacos, sus anteriores súbditos". Tal es el presupuesto dramatúrgico de UBÚadella, una presunta parodia de la figura de Albert Boadella perpetrada por Víctor Álvaro, y que se representa estos días, y hasta el próximo 31 de enero, en el teatro Almería de Barcelona. La representación del pasado día 10 tuvo como broche un coloquio sobre el cómico en el que participaron los ex miembros de Joglars Andreu Solsona y Arnau Vilardebó. Y Boadella, que anda enfrascado en un ensayo sobre la peripecia de Joglars, se personó en el acto, utilizando para la ocasión un incomodísimo disfraz de iPhone 4. La sesión, a la que ha tenido acceso Libertad Digital, es una suerte de psicodrama en que se mezclan la adoración y el resentimiento, un bucle de amor y odio en que afloran, antes que recuerdos, personalísimos fantasmas. Hoy mismo, Boadella ha publicado en la web de Joglars su respuesta a lo que considera una afrenta.

Arropados por un coro de alrededor de 50 personas que, por momentos, parecieran gustar de algo más de sangre, los contertulios se meten en todos los charcos. Así, se atribuyen el mérito de la fuga de Boadella del Hospital Clínic (donde se hallaba custodiado por la policía, en espera de un consejo de guerra por "injurias al Ejército"), le acusan (a Boadella) de haberlos echado de la Casa Nova (masía en la que residían Boadella y Caminal, cercana a La Cúpula, el lugar de los ensayos de Joglars, en Pruit) por "encoñamiento", frustrando así el ideal de colectividad de la compañía, niegan que hubiera en Cataluña un boicot a Joglars, y atribuyen la caída de público en esta comunidad al escaso interés de los montajes. Asimismo, reprochan a Boadella su "deriva españolista", que consideran parte del precio que, supuestamente, habría pagado al PP por dirigir los Teatros del Canal, y reprueban su complicidad con Libertad Digital, diario al que se nombra con todas las letras.

Álvaro, el muñidor del montaje, menciona también al periodista Arcadi Espada, al que describe como "amigo del alma de Boadella y fundador de Ciudadanos". "Las primeras tres localidades que se vendieron", revela, "las compró Espada a través a través del Ticketmaster, por lo que tuvimos la ocasión de saludarle antes de la función". "Lástima", añade, "que saliera nada más acabar y no pudiéramos preguntarle qué le había parecido".

El término de la charla, Andreu Solsona, el más reacio a reconocer la valía artística de su exdirector (Vilardebó, al menos, le concede cierto talento para lo que él mismo denomina "corta y pega"), arremete contra él de forma sentenciosa: "Boadella es como los cerdos. Por mucha mierda que le tires, siempre engorda". Esa afirmación, precisamente, es lo único de cuanto se dijo aquella tarde que a Boadella le parece "sensato y ajustado a razón". No en vano, y según afirma en su carta, "cuando un mierda me lanza sus inmundicias siempre he salido ganando. Debo mucho a los mierdas".


Libertad Digital, 21 de enero de 2016

miércoles, 20 de enero de 2016

La alcaldesa salió a las cinco

El filósofo Xavier Fina ha hilado en Sense treva (Pòrtic) una magnífica crónica de los primeros cien días de Ada Colau al frente del Ayuntamiento de Barcelona. Magnífica, digo, porque, aun escrita desde la óptica del compañero de viaje (o quizá por ello mismo), abunda en objeciones a la puesta en escena de la alcaldesa y a las alharacas retóricas de la nueva política. Una de ellas es la que tiene que ver con la llamada transparencia. Como saben, entre las prioridades de gobierno de Colau figura la novela del XIX; basta, en efecto, con asomarse a la web del consistorio para reparar en que la supuesta probidad de la lideresa de los comunes se atiene a la sintaxis de las marquesas que salen a las cinco. Hoy, sin ir más lejos, leemos que Colau se ha reunido a las diez con un representante de la Fundación Cataluña Europa, que entre 11:30 y 12:30 ha recibido al teniente general Ricardo Álvarez Espejo, y que a las 12.30 ha mantenido un encuentro con Carina Mejías. Para Fina, el hecho de hacer pública esa clase de información no hace mejor a la institución. Para empezar, porque Colau únicamente da a conocer una parte de su agenda, lo que convierte su presunta política de puertas abiertas en pura gestualidad. En este sentido, las reservas siguen siendo las mismas que las que caracterizaron el comienzo de la legislatura. Valga este párrafo:

La semana del pleno de investidura –que imagino llena de reuniones y nervios para asegurar los votos, de mil entrevistas con posibles colaboradores, con la certeza empírica de que se vio con mucha gente– sólo aparecen tres reuniones. (...) Cojamos una semana de julio, ya como alcaldesa. La del 13 al 17: en toda la semana, seis reuniones. Nuevamente, ninguna comida, ninguna cena, ningún nombre que llame la atención.

El autor, no obstante, niega la mayor. A su juicio, y fiado a las enseñanzas de Josep Tarradellas, que dejó esculpido que la política requiere "hacer las cosas de una determinada manera", "hay cosas que ni salen en la agenda ni deben salir. No es opacidad: es política, es civilización".

Mas la obra es encomiable por otro motivo. Verán, Fina es filósofo pero no vive de la filosofía, sino de una empresa de gestión cultural que contrata, sobre todo, con la Administración, lo que incluye al Ayuntamiento de Barcelona. Y en Sense treva, y a pesar de los guiños de complicidad para con el Gobierno municipal, no se guarda una sola crítica. Bien es cierto que se trata de críticas fundamentadas e incluso envueltas en el hojaldre de la sensatez, pero eso sólo las hace más implacables. Fina, digámoslo ya, es un temerario. Uno de esos hombres, en fin, por los que Cataluña sigue siendo respirable.


Libertad Digital, 19 de enero de 2016

domingo, 17 de enero de 2016

El gran conversador

En el documental 25 años después de la muerte de Jaime Gil de Biedma, de Luis Ordóñez, que se presentó en Barcelona bajo los auspicios de CLAC, dice el editor Andreu Jaume que le habría encantado conocer al poeta. El anhelo no sólo reposa en su condición de erudito en la obra de Gil de Biedma, sino también en el fantaseo de conversar con quien fue, a la luz del testimonio de quienes lo trataron, un conversador superlativo.

De ello da fe, asimismo, el compendio de entrevistas Jaime Gil de Biedma. Conversaciones, oportunamente reeditado por Austral, y que evidencia hasta qué punto el autor de Las personas del verbo cultivó el arte de conversar con la misma ambición estilística con que ofició de poeta. (En este punto, GdB me habría enmendado la plana. "¿Ofició? ¿Cómo, 'ofició'? Los oficios dan para vivir, y de la poesía no ha vivido nunca nadie".) No en vano, y tal como GdB manifiesta a Arcadi(o) Espada en una entrevista de 1981 (un Espada, por cierto, que ya entonces escribía 'hum...'):

La conversación, estéticamente, es algo mucho más importante que la poesía. Lo que me sigue fascinando, de lo que sigo teniendo ganas, es de hablar, de hablar con intenciones estéticas, creando efectos, por divertirme y divertir a los demás. La palabra como hecho estético es algo previo y fundamental para la literatura escrita. Donde no se habla bien es difícil que se escriba bien. Y hablar bien significa hablar de una manera divertida, inteligente, coherente y que produzca un efecto estético en los oyentes.

En cierto modo, esa reflexión constituye la piedra angular de una antología en que, las más de las veces, los interlocutores de GdB son tan sustanciosos como él. De hecho, lo que propicia que las entrevistas rompan en conversación es la enjundia de los partenaires, entre los que se cuentan, además de Espada, Jaime Camino, Carlos Barral, Beatriz de Moura, Juan Marsé, Biel Mesquida, Leopoldo María Panero o Ana María Moix (que esboza un primoroso perfil del poeta, al que acompaña durante 24 horas -le somete a una 'sombra', diríamos hoy-).

El retrato de GdB que trasluce en Conversaciones es el de un hombre que aúna cultura y sensualidad (por ser precisos, un hombre para quien la cultura es una expresión de sensualidad); dotado, además, de una inteligencia y agudeza endemoniadas, lo que jamás estuvo reñido (antes al contrario) con su exquisito sentido de la naturalidad. Así, y ante una de las habituales pedanterías de Panero ("la trampa", dice el maldito-por-antonomasia, "en que hemos caído los poetas es que nuestro discurso está proscrito simbólicamente, este discurso del autoconsciente que es la poesía..."), frente a tan pomposa circunstancia, en fin, GdB espeta (diríase que con el lector):

Mira, yo estoy muy poco à la page; elabora tu discurso a otro nivel". Y cuando Mesquida, en la misma sesión, le pregunta: "¿Qué piensas tú del crítico como distribuidor del discurso?", zanja: "No sé exactamente lo que significa distribuir el discurso.

Llevada al absurdo, esa misma veta brinda instantes memorables, como el que recoge la entrevista de José Batlló para la revista Camp de l'Arpa:

-¿Qué pregunta te gustaría que te hubieran hecho y no te ha hecho nadie?

-Me hubiese gustado que me hiciesen una proposición deshonesta.

-¿Cómo, deshonesta?

-Bueno, pues mira, lo normal en una entrevista es que te pregunten por tu opinión sobre la poesía, etcétera. Pero que llegue alguien y te meta mano, pues no lo esperas, y es lo que resultaría realmente divertido.

A su modo, Conversaciones también incorpora esa premisa de sensualidad con que GdB gravaba la cultura; leyéndolo, puede uno presentir, siquiera vicariamente, lo que dicen que fue charlar con este gigante. (De la textura de su voz se ocupó su sobrina, Inés García-Albí, en el delicadísimo catálogo sonoro que estuvo en cartel, hasta el 25 de octubre, en el Arts Santa Mònica.)


Libertad Digital, 17 de enero de 2016

viernes, 15 de enero de 2016

A Rivera le duele Dinamarca


Contrariada por el ramillete de disparidades que parece cundir entre la militancia de su bisoña formación, Birgitte Nyborg, lideresa in pectore de la misma, atraviesa la planta diáfana del viejo almacén que les sirve de oficina electoral y hace tintinear la taza de café con un repiqueteo de la cucharilla, convocando así la atención de los presentes.

Os estoy muy agradecida por el tiempo que hemos compartido. Muchas, muchas gracias… Y quiero que os fijéis en ese enorme tablón [una pizarra veleda en la que los simpatizantes han ido colgando noticias alusivas a la conveniencia de tal o cual propuesta]. En muchos sentidos, nuestro partido me recuerda a ese enorme tablón de noticias. Podría decir incluso que, ahora mismo, nuestro partido es ese tablón de noticias. No sé si alguno de vosotros las ha leído todas… Yo sí. Anoche. Es fantástico. ¡Cuántos sueños! ¡Cuántas opiniones! ¡Cuántas esperanzas e ilusiones! Dice en él que nuestro partido apoya un entorno más ecologista, pero también liberalizar la agricultura; nacionalizar el sector bancario, pero también dar más libertad a los negocios; bajar los impuestos, pero también subirlos… Un partido no puede defender políticas contradictorias. Debo decir también que hay muchas cosas en el tablón con las que no estoy en absoluto de acuerdo… Como es natural, todos los aquí presentes estamos a favor del bienestar de los animales, pero no hasta el punto de considerarlos casi unos ciudadanos más. (Jantzen, he estado ojeando tu libro de cuatrocientas páginas sobre teorías que abogan por el control de las empresas y la sociedad civil y me recuerda a una visión suavizada de la Unión Soviética; esa tampoco será nuestra política). Compartimos los llamados «valores culturales cristianos», pero aun así, no pondremos en cuestión el derecho de las mujeres a abortar. Es evidente que algunos se han unido a nosotros con ideas más radicales de las que tendremos nosotros jamás. A esas personas les digo amable y cortésmente: este no es vuestro partido. A todos nos ha entusiasmado formar parte de un movimiento de masas. Ahora vamos a ser más pequeños. Y a tener un rumbo. Muchísimas gracias a todos, seguiremos en contacto.

La escena corresponde al capítulo tres de la tercera temporada de Borgen, serie que destripa la política danesa a partir de los desvelos del personaje de Birgitte Nyborg, presidenta del Partido Moderado (PM) y a quien, en la primera temporada, vemos acceder al cargo de primera ministra de la mano de una coalición de gobierno entre su formación, Los Verdes y el Partido Laborista. Por establecer un símil con España, el partido local que más se parece al PM de la ficción televisiva es Ciudadanos. De hecho, y en lo que respecta a Dinamarca, Borgen es una suerte de desideratum, de horizonte moral, si se quiere, pues el espectro político del país nórdico carece de una formación de centro con tanta influencia como la que ejerce Ciudadanos en nuestro país.

El PM de Birgitte Nyborg aúna en su ideario principios de tradición liberal y principios de tradición socialdemócrata. Defensores de la economía de mercado (es decir, partidarios de la realidad), los moderados propugnan, asimismo, la universalidad de la sanidad y la educación públicas, y abogan por que el Estado contrarreste los efectos de la pobreza mediante el sistema de prestaciones de la seguridad social, evitando, eso sí, la arbitrariedad y discrecionalidad de las ayudas, esto es, previniendo en lo posible la deriva paternalista del estado de bienestar. Para el PM, los ciudadanos no son seres desvalidos a los que debe procurarse auxilio casi por defecto, sino adultos responsables a los que, solo en determinadas circunstancias, el Estado ha de socorrer. Y lo que vale para los nacionales vale para los recién llegados: en las antípodas del furibundo Partido de la Libertad (trasunto del Partido Popular Danés, ultranacionalista y de corte xenófobo), el moderantismo no transige con la criminalización de la inmigración que este practica y se opone con denuedo al endurecimiento de las leyes de extranjería. Con todo, tampoco comulga con la asignación de cuotas a las minorías por considerar que, antes que favorecer la integración, perpetúan los clichés y desincentivan el progreso individual. Análogamente, y a diferencia de la socialdemocracia clásica, que tiene el multiculturalismo por una bendición, el PM considera que el derecho a la diferencia no puede amparar prácticas contrarias a la igualdad de sexos (léase, ablación de clítoris) ni, en general, poner en tela de juicio la superioridad de los valores occidentales. Del mismo modo, el Estado debe garantizar el derecho al aborto, bien entendido que en una sociedad laica no ha lugar a la confusión entre las leyes de Dios y las de los hombres.

A la luz de este credo, la formación de Albert Rivera bien podría hermanarse, siquiera virtualmente, con la de Birgitte Nyborg, pues los ideales que animan a ambas fuerzas son, grosso modo, similares. Sin embargo, y mientras que los dirigentes moderados exhiben su doctrina con apasionamiento, los de Ciudadanos, y con la excepción de Juan Carlos Girauta, no parecen concernidos por la política de altos vuelos, por la política con mayúsculas. Esa atonía, esa renuncia al activismo (en parte, tan semejante al tancredismo del Partido Popular), unida a la ausencia en sus filas de verdaderos cuadros (y a la sobreabundancia, sea dicho, de auténticas nulidades) ahonda en la percepción de que Ciudadanos no es tanto un partido político cuanto una maquinaria electoralista o, por emplear la taxonomía de Josep Ramoneda, un «partido-acontecimiento».

Al contrario que Rivera, arquetipo de dirigente líquido, Nyborg no entiende el compromiso político sin que este vaya aparejado una acérrima defensa de las convicciones. En la temporada 3, en efecto, y tras un tiempo apartada de la primera línea, la expresidenta del Partido Moderado reclama su reingreso en la ejecutiva, alarmada por el flirteo de su otrora íntegro PM con el Partido de la Libertad. Ante la negativa del nuevo presidente del PM, que ve amenazado su estatus, Nyborg funda Nuevos Democrátas (una refundación, de hecho, del PM). La cita de Churchill que encabeza el capítulo tres, «Hay quien cambia de partido para defender sus principios, y hay quien cambia de principios para defender su partido», no es sino el frontispicio de esa ulterior peripecia, que tanto recuerda a los comienzos de Ciudadanos, a aquellos días de 2005 en que quince intelectuales se levantaron contra el sesgo nacionalista del maragallismo. Por apurar la similitud, el hangar de paredes desconchadas donde Nyborg planta la semilla de Nuevos Demócratas no deja de ser un remedo del ya desaparecido restaurante Taxidermista, en la plaza Real, de esa catacumba moral donde los promotores de Ciudadanos alumbraron el manifiesto del que resultaría el partido. A su modo, y durante un sinnúmero de cenas, también ellos hicieron tintinear la taza de café. La doctrina de la Tercera España, piedra angular del ideario de C’s, fue la destilación de cientos de horas de discusiones entre izquierdistas y transversales, liderados, respectivamente, por Francesc de Carreras y Arcadi Espada, que mantuvieron un pulso enfebrecido, pleno de entusiasmo, en el cometido de sustanciar ideológicamente a la futura formación.

Fue precisamente en uno de aquellos conciliábulos donde Espada, el gran inspirador de C’s, planteó la necesidad de que Ciudadanos escapara a la dicotomía izquierda-derecha por el procedimiento de abrazar el método científico; de que Ciudadanos fuera, en resumidas cuentas, un partido moderno. Empleó (aproximadamente) estas palabras: «¿Estamos a favor de la investigación con células madre? Supongo que sí. Pues bien, conforme a este punto, seríamos de izquierdas. ¿Estamos a favor de la despenalización del aborto? ¿Sí? Pues también ese rasgo indicaría que somos de izquierdas. Ahora bien, el hecho de ser contrarios a las cuotas femeninas nos inclinaría a la derecha. Como también nos inclinaría a la derecha la defensa de la meritocracia. Con ello quiero decir que izquierda y derecha son dos categorías vencidas por la realidad, y cualquier partido que se reclame novedoso tiene que superarlas».

La cita figura en Alternativa naranja (Debate), la crónica sobre los diez años de vida de Ciudadanos que he escrito al alimón con el periodista de La Vanguardia Iñaki Ellakuría, y corresponde al momento en que los padres fundadores de Ciudadanos se interrogaban acerca de quiénes eran y adónde iban. Como Birgitte Nyborg, se hallaban frente a un tablón de noticias y habían de depurar el contenido para «tener un rumbo».

El otro gran aspecto de la serie que, por lo que toca a Ciudadanos, es susceptible de comparación, es el círculo de confianza de la primera ministra. Cada vez que Nyborg se sabe en un atolladero, recurre al consejo de su amigo Bent Sejrø, viejo zorro de la política y ministro de finanzas del Partido Moderado. Sejrø simboliza, en parte, la sabiduría de los ancianos de la tribu, uno de esos valores que Rivera ha acabado soslayando (cuando no despreciando) con el pretexto de que su liderazgo no ha de someterse a tutela alguna.

Por lo demás, Borgen es tan sumamente instructiva que ya en su arranque presenta un escenario postelectoral muy parecido al que Rivera acariciaba tan solo dos semanas antes del 20-D. En la ficción televisiva, la victoria de los liberales (equivalente al PP) se revela insuficiente para que estos gobiernen en solitario y deja el paso franco, queda dicho, a un Gobierno de coalición entre moderados laboristas y ecologistas, con Nyborg como primera ministra.

Por eso, entre otras razones, la serie era tan del agrado del presidente de C’s, que hoy debe de verla con ineluctable melancolía.


Jot Down Magazine, 15 de enero de 2016

miércoles, 13 de enero de 2016

Manual del perfecto idiota norteamericano

Es probable que uno de los libros que más sacerdocios han truncado sea el Manual del perfecto idiota latinoamericano, el tratado que publicaran en 1996 Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, y que devino en azote, por azogue, de la izquierda. Pensaba estos días en aquella epifanía al ir conociendo los detalles de la entrevista que mantuvieron en México Sean Penn y Joaquín Guzmán, lo que me llevó a concluir que urge una adaptación del clásico que ponga negro sobre blanco las hazañas de tipos como Michael Moore, Oliver Stone o el propio Penn, por citar sólo a la santísima trinidad del redentorismo born-in-the-usa.

Nadie como esos tres ejemplares (ni que decir tiene que multimillonarios) sostiene la certeza de que los progres de allí y los de aquí pertenecen a la misma falla de la inteligencia. No en vano, también aquéllos se dan a vadear la ciénaga de moda con el solo objetivo de señalar no lo malo que es el capitalismo, sino lo irresistiblemente buenos que son ellos. A tal efecto, les importa bien poco la causa que defiendan. De hecho, y dado el progreso general de la humanidad, cada vez quedan menos causas por defender, entendidas éstas como el edén radiante, apacible y hambriento que la izquierda ha descrito como tales. Y tampoco, claro está, es cuestión de ir al frente kurdo a batirse con el ISIS, ésta sí, una causa de antología.

Qué mejor, entonces, que encararse (es un decir) con el Gran Narco Mexicano a fin de exaltar su condición de víctima. Y es que a los ojos de Penn, si el Chapo es un criminal es porque el mundo ha propiciado que lo sea o, por decirlo a la manera de Jeanette, el mundo le ha hecho así. Es verdad que rebana pescuezos por doquier, sí, pero semejante frenesí no es más que una expresión de rebeldía. Después de todo, si Maradona fue una reencarnación del Che, un libertador a su pesar, por qué demonios el Chapo no habría de ser el próximo cristo de Palacagüina.


Libertad Digital, 12 de enero de 2016

Casa tomada

ILUSTRACIÓN:  SR. GARCÍA

El escritor y político Xavier Pericay expuso en Filología catalana, sus magníficas memorias, cómo ese mismo gentilicio llevaba inscrito, en la ampulosa Cataluña que había forjado Pujol, un plus de carácter. Dado que la lengua era, antes que un vehículo comunicativo, la plasmación de la sacra diferencia respecto a España, los estudiosos de aquélla habían de ejercer, además, de arietes del nacionalismo. No se trataba de un mandato, sino de una premisa, a tal punto el oficio de clarificar la sintaxis o instruir a los hablantes resultaba indisociable del fervor patriótico. Así, mientras que un profesor de castellano era sólo un profesor de castellano, los profesores de catalán devenían en pastorcillos de almas. El apostolado se les suponía, en fin, como se supone al valor a la soldadesca. Y a quienes, como Pericay, se revelaban escasamente valerosos, se les reservaba un desprecio mayor, si cabe, que el que suelen merecer los castellanohablantes a secas. No en vano, se les tenía por una clase especialmente dañina de traidores. Bien, el nuevo presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, es una rancia destilación de ese comisariado que tan ejemplarmente describe Pericay.

Para empezar porque, como tantos otros políticos de su cuerda, proviene del ámbito de la filología catalana. Dichos estudios le abrieron la puerta del diario El Punt, donde ofició, en primer lugar, de corrector y, posteriormente, de redactor, hasta desempeñar el cargo de redactor jefe. En El Punt, por cierto, coincidió con el periodista Joan Vall Clara, quien, poco después de la salida de Puigdemont, sería nombrado director. ¿Y quién es Vall Clara? En lo que al constitucionalismo se refiere, el hombre que el 6 de noviembre de 2006, y en el transcurso de un debate en el programa Àgora, de TV3, a cuenta de las elecciones autonómicas del día 1, tildó a Ciudadanos de payasos e inadaptados. Éstas fueron, exactamente, sus palabras: "[Ciudadanos] es un conjunto de gente inadaptada en una sociedad que funciona perfectísimamente; que no entiende de ninguna de las cuestiones que están criticando de la lengua. [...] Son una gente inadpatada porque han venido de otros lugares... [...] Esto es lo que hay. Basta entrar en su página web, ver cuál es el programa de este partido político y veremos que son unos payasos".

Cuando Puigdemont, en suma, llama a expulsar a los invasores de Cataluña, no lo hace en el vacío, sino como partícipe de una tradición puramente xenófoba. En otras palabras: el próximo presidente de la Generalitat de Cataluña es el primer nacionalista declaradamente xenófobo que alcanza semejante rango. O, por ahondar en el oprobio: la CUP ha impedido la investidura de Artur Mas como jefe de gobierno... poniendo en su lugar a un xenófobo. Antes las asambleas, no obstante, siempre podrán enarbolar el destacado papel de Puigdemont en las protestas contra la operación antiterralliure desplegada por Baltasar Garzón en 1992. El estupefaciente acuerdo que Mas ha arrancado a esta agrupación celular es la evidencia postrera de que el procés lleva en su seno el germen purulento de la adolescencia.

Por lo demás, la designación del alcalde de Gerona equivale a la toma de Barcelona a manos del campo. En cierto modo, el envite soberanista ha consistido en un cerco al mestizaje, el cosmopolitismo y la modernidad, circunstancia que se ha plasmado en los sucesivos intentos de roturar la Ciudad Condal, polo refractario, a fuer de indiferente, a las afrentas identitarias. También ese cerrojo, que en los últimos tiempos ya no lo era tanto, ha saltado definitivamente por los aires.

En cuanto a Artur Mas, nada indica que su influjo en el llamado procés vaya a quedar reducido a la nada. Entre otras razones, porque no sólo no va a abandonar el escaño, sino que, previsiblemente, va a llevar el control de la sala de mandos.

En este sentido, la afirmación del diputado de la CUP Bernat Salellas de que su formación ha enviado a Mas al "basurero de la historia" no debe interpretarse más que como una boutade para consumo interno, y ni siquiera, pues ello abundaría en la posibilidad de que los militantes de la CUP fueran, en lugar de los cuadros hipercríticos que aparentan, un hatajo de hechizados. Por de pronto, quienes sí parece que van a irse a un lugar bastante más tedioso que el basurero de la historia, cual es su propia casa, son el escritor Julià de Jòdar y el pastelero Josep Manuel Busqueta. Si a ello sumamos la anomalía, perfectamente antidemocrática, de que la CUP renuncia a hacer oposición, y que 2 de sus diputados pasan a Junts Pel Sí (a saber si en calidad de cedidos o fichaje invernal), mucho me da que Mas ha hecho caja.

Estaríamos, en cualquier caso, ante el enésimo desdén por democracia en que se funda el aventurerismo independentista. No hay más que atender a la singular fraseología que, hasta hoy, ha rendido la COSA, empezando por el sintagma 'derecho a decidir', y siguiendo por 'la voluntat d'un poble' o los recientemente acuñados 'silencio comunicativo', 'democracia corregida' y, ahí es nada, 'postautonomía y preindependencia'. Este último, que lleva el copyright de Puigdemont, define, sin embargo, lo que hoy es Cataluña: un no-lugar.


El Español, 11 de enero de 2016

Un cadáver político


Enero de 2013


"Ese engolado cadáver político, Artur Mas, está llamado a ser el renegado Kautsky del drama catalán".



Septiembre de 2013

"En efecto, Mas es un cadáver político y él mismo no tiene dudas al respecto, como tampoco tiene ningún plan trazado para enfrentar el previsible fracaso de su iniciativa independentista".



Octubre de 2013

"Hace tiempo lo sabíamos, pero ahora podemos decir sin miedo a equivocarnos que Mas es un auténtico cadáver político". 

"Artur Mas es un cadáver político. Se suicidó al convocar elecciones anticipadas".



Noviembre de 2013

"Artur Mas está en apuros. Es un cadáver político y sabe que su apuesta por el separatismo le está haciendo perder el apoyo del electorado".



Enero de 2014

"Artur Mas es un cadáver político que está descomponiendo electoralmente a su partido, tras haber radicalizado su postura separatista y rupturista".



Marzo de 2014

"Mas es un cadáver político enrocado en la defensa de un referéndum ilegal y ha provocado una situación de la que no sabe cómo salir".



Agosto de 2014

"Artur Mas es ya un cadáver político, mientras que CiU es un enfermo en riesgo de entrar en fase terminal".



Septiembre de 2014




Octubre de 2014

"El paso atrás de Artur Mas en cuanto a la convocatoria de la consulta del 9-N le ha presentado ante una certeza y una paradoja. La certeza es evidente: elija el camino que elija es un «cadáver» político".




Junio de 2015

"Hoy, Mas es un cadáver político, y las próximas elecciones serán su funeral".



Agosto de 2015

En menos de dos meses sabremos si Mariano Rajoy acertó aplicándose el famoso refrán árabe: 'Siéntate a la puerta de la Moncloa y verás pasar el cadáver de Mas'".



Septiembre de 2015


"Artur Mas es un cadáver político con una salud de hierro, pero podría haber tropezado con la coherencia de las CUP".


"Artur Mas es desde ayer un cadáver político. Ya sólo queda embalsamarlo y enviarlo al Canadá con la farmacéutica Grifols para ser pasto del olvido".

"Artur Mas, un cadáver político al que nadie ve ya repitiendo como presidente".



Octubre de 2015

"No serán pocos los que piensen que llamar al President “urna” pudo ser también una especie de calambur de la señora Munté para aludir a su previsible condición de “cadáver político".

"'Mártir Mas', aunque no le hayáis rezado, ya obra milagros: pasar por cadáver político y seguir andando".



Noviembre de 2015


"El problema no es que Mas sea un cadáver político, que lo es, o la soledad que trasmite en cada una de sus apariciones. Su problema es el tres por ciento, su complicidad innegable con quien le eligió "hereu" y un horizonte judicial que no lo tapa la estelada ni ninguna bandera".

"Mas es políticamente un muerto viviente, aunque aún pueda resucitar para reinar en el cementerio político del Estado de derecho de la mano de la CUP, partidaria siempre de maximizar las contradicciones".

"Mas es un cadáver político: no creo que dure ni para el turrón".

"Pero la ventaja de Artur Mas es que, descartado el mesianismo, su cadáver político sigue teniendo una doble utilidad como títere necesario del independentismo y tapón de aguas residuales".


"Ya se sabe desde hace días que Mas es, políticamente, un cadáver viviente y un peso muerto incluso para los suyos".

"Una variante de esta lectura despectiva ha sido la clave delincuencial: los principales promotores del proceso son sólo unos gángsters de cuello blanco que quieren ocultar sus trapacerías; y Artur Mas, en particular, es un gobernante catastrófico y un cadáver político ambulante".



Diciembre de 2015

"Estos resultados son un consejo oportunista para independentistas: antes Mas que marzo, mejor evitar el batacazo en las urnas de marzo y hacer a Mas presidente, aunque esté descalificado y debilitado, sea un presidente agónico, un cadáver político".

"Mas es ya un cadáver político que destruye todo lo que toca y quizás lo siguiente pueda ser precisamente la CUP."


"A estos probables cadáveres políticos, habría que añadir los que pueden quedar tocados o moribundos".



Enero de 2016

"Ahora mismo, Mas está muerto. Muerto y enterrado."


"El no a la investidura de Artur Mas dejó las cloacas de la plaza Sant Jaume de Barcelona anegadas de sangre y al menos tres cadáveres putrefactos por el camino. En primer lugar, el del propio Artur Mas".

"Españoles, Artur Mas ha muerto".

"El tétrico final de Mas, aunque aún pueda adornarse de detalles más patéticos, no constituye un mal episodio para Cataluña. Es más práctico acabar una agonía que prolongarla".

El Mundo, 10 de enero de 2016

Cataluña ante las elecciones

ILUSTRACIÓN: MARTÍN ELFMAN.
Al presidente de ERC, Oriol Junqueras, le sobraron minutos y faltó pista para instar a Artur Mas y la CUP aretomar las negociaciones. En su rara diatriba, achacó al ardor extremista de convergentes y cuperos el bloqueo del procés y, sobre todo, se arrogó el papel de político fiable, de estadista en ciernes que, a diferencia de aquéllos, no antepone sus intereses a las urgencias históricas de Cataluña.

La calibradísima, insólita equidistancia que adoptó Junqueras entre unos y otros (dado que ERC integra Junts pel Sí, nada que no fuera la reprobación del maximalismo de la CUP parecía lógico), y la vehemencia de rapsoda con que se empleó, ese paternalismo de escolta ranger que reprende a los díscolos llobatons (a los dos, insisto, por igual), no hicieron sino apuntalar su reset discursivo.

Se trataba, por lo demás, de una argucia de antología: si finalmente Mas y la CUP se avienen, gana Cataluña (entiéndanme), con Junqueras como gran muñidor del pacto; en caso contrario, Junqueras deviene en último cartucho del soberanismo. En resumidas cuentas, o gana Cataluña o gana Junqueras, que también es Cataluña: el caos o yo, en efecto, en versión cuatribarrada.

La más que probable convocatoria de elecciones traería consigo la disolución del engendro electoral Junts pel Sí, que se ha revelado fallido a la hora de desdibujar a Artur Mas mediante la superposición de pesebristas de toda laya. Parafraseando a la líder de C's en Cataluña, Inés Arrimadas, la treta no coló. El fracaso de Artur Mas, no obstante, no parece que haya de llevar aparejado su apartamiento de la vida pública, como tantos analistas se empeñan en vaticinar desde, al menos, la noche del 25 de noviembre de 2012, en que CiU perdiera 12 de los 62 diputados logrados en 2010.

En este sentido, no conviene olvidar que, con el clan Pujol en el juzgado, el presidente de la Generalitat en funciones es el dueño y señor de Convergència, formación en la que por ahora no se le adivina oposición, descontados los gentiles vahídos del dimisionario Antonio Fernández-Teixidó. El mantra "Artur Mas-es-un-cadáver-político", en fin, va camino de convertirse en uno de esos bullshits corales de los que, en última instancia, nadie se hace responsable.

Una vez desactivada la posibilidad de una gran entente independentista, los comicios autonómicos volverían a ser eso mismo, autonómicos. No en vano, el llamamiento al éxodo ha venido estabulando la política doméstica (y, por ende, la nacional) en una suerte de pugna a lo babor-estribor, y eso en una comunidad donde, opuestamente al mito, no ha habido en 35 años más conversación que la secamente identitaria, un tráfago susceptible de verse resumido en highlights como "Visca-la-Terra", "Obiols-botifler", "Pujol president", "Catalunya independent", "Lituania es Cataluña, pero España no es Rusia" o "Pacto del Majestic".

A buen seguro, CDC y ERC porfiarán en tentar la independencia, pues no tienen más razón de ser que su eterno pleito con España. No está tan claro, no obstante, cómo recibirá el electorado, después de 4 elecciones en 5 años (a las que hay que sumar 2 generales, 2 municipales y unas europeas, disputadas, asimismo, en clave Cataluña-España), la enésima apelación al pueblo y sus voluntades.

A este respecto, basta con ver cómo vienen gestionando el fiasco los articulistas de cámara de Artur Mas: cómo intentan mutar de arquitectos y jaleadores del proceso a observadores internacionales del mismo, del mismo modo que La Vanguardia clamó recientemente "por la rectificación", en lo que pasará a la posteridad como el primer editorial-autorretrato del que se tiene noticia en el periodismo español. "Bastaba observar", decía la pieza, "el rostro de los miembros del actual Govern de la Generalitat durante la votación. Rostros graves, muy preocupados y encerrados en sí mismos." Palabra clave: el rostro.

Por lo que toca a la CUP, no deja de ser irónico, siquiera a beneficio de inventario, que sus representantes vengan denunciando el acoso al que están siendo sometidos en las redes (#pressingCUP) por los votantes de Convergència, cuando lo cierto es que ellos han hecho del acoso, del hostigamiento del adversario, una forma de vida. Y no en las redes. No hace falta ser un avezado experto en politología para saber a qué se habrían dedicado indviduos como Gabriel o Arrufat en el País Vasco anterior al "cese de la actividad armada".

En relación con el frente podemista, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha dejado entrever que no será candidata a la presidencia de la Generalitat. Por supuesto, su palabra no merece mayor crédito, máxime tomando en consideración que, en los tiempos en que lideraba la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, ya aseveró que no se adentraría en las aguas de la política institucional.

Su influjo, en cualquier caso, podría allanar el camino a una lista liderada por el cupero David Fernández, cuyo insólito prestigio (tan parejo al de Colau) explica a las claras el grado de indigencia de la política española.

En cualquier caso, el descalabro de la intentona secesionista podría redundar en una campaña en que el eje identitario se vea desplazado (desplazado no equivale a suplantado) por el eje casta/gente, arriba/abajo o cualquiera de los aberrantes binomios que el peronismo ibérico ha puesto en circulación a fin de demostrar, por paradójico que resulte, que en democracia sí se puede.

En esa tesitura, es probable que a Ciudadanos no le alcance con la fraseología monocorde, sin apenas aristas, que caracteriza al partido en los últimos tiempos, y deba robustecer su credo con un plus de audacia.

Con todo, ni el decaimiento de la presión nacionalista ni la renovación (es un decir) de las proclamas lograrán rescatar a Cataluña del socavón en que anda metida. Mi impresión al respecto respecto es que el fondo no anda lejos, pero aún no hemos de tocarlo.


El Español, 8 de enero de 2016

Educación para la ciudadanía

Como ya deben de saber, el Ayuntamiento de Barcelona desterró en estas fiestas la pista de hielo que solía instalarse en la Plaza Cataluña, y organizó en su lugar una sedicente feria de consumo responsable y economía solidaria. Según alegó el inefable Pisarello, la pista de hielo no era económicamente sostenible y, además, generaba empleo precario, por lo que urgía "reconquistar" el emplazamiento (empleó ese mismo verbo, reconquistar, cual si el patinaje sobre hielo fuera un reducto belicoso al servicio del capital y quienes llevábamos allí a nuestros hijos, lacayos del sistema). "Ha llegado la hora", remachó el mandante, "de que los vecinos visibilicen otras formas de consumo y reflexionen sobre la economía social y solidaria".

Entre las entidades que participaron en la feria se hallaban la asociación okupa El Lokal, la editorial agitprop Tigre de Paper (en cuyo catálogo figuran títulos como El manifiesto comunista, No Pasarán, una historia del asedio de Madrid y Cuando el miedo cambia de bando) y el sello Espai Contrabandos (al que pertenecen Una nueva Transición, de Pablo Iglesias, y el Nuevo diccionario histórico-político de Euskal-Herria, de Iñaki Egaña). Por descontado, no faltaron la venta de camisetas contra el turismo, conforme a la doctrina, resueltamente xenófoba, que da en trazar una línea entre guiris y nativos, ni la exhibición de toda clase de quincalla filochavista.

Sí, lo han acertado, se trataba de vetar una propuesta lúdica, destinada a entretener a los críos durante los días en que no hay colegio (lo que generaba, dicho sea de paso, un ingente tráfico de familias que, al decir de los comerciantes de la zona, animaba las ventas), y convertir el espacio público en un centro de adoctrinamiento, que propiciara que los vecinos reflexionaran en torno al pecado en que incurren cada vez que, por Navidad, se entregan a la fiebre consumista, ese vicio pequeñoburgués. La iglesia, con todas sus reconvenciones, se emplea con mayor sutileza a la hora de tratar de esculpir el pensamiento de la feligresía. Porque a eso, en efecto, se dedican los gobiernos de las Colaus, las Carmenas y los Ribós, a tutelar la moral de los electores, a los que tienen, al parecer, por una caterva desprovista de valores o cuyos valores no son tan sublimes como los que ellos atesoran. El gobierno de la gente, dicen. Y nadie la desprecia tanto.


Libertad Digital, 7 de enero de 2016