viernes, 30 de noviembre de 2018

Inés y Josep


La campaña andaluza, que hoy toca a su fin, ha dejado un clamoroso ejemplo práctico de coherencia política. Habrán oído en multitud de ocasiones al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, o a algunos otros dirigentes del partido, decir con justeza que su formación defiende lo mismo en Berga, Alsasua y El Puerto de Santa María. Esa firmeza tiene un precio. Así, la oposición de C’s en el País Vasco y Navarra al concierto económico de que disfrutan ambas comunidades, y que supone la más obscena cristalización de la desigualdad entre españoles, ha redundado en que la formación naranja carezca de representación en los parlamentos de Vitoria y Pamplona. 

No obstante, el mismo ideario que en unas regiones conlleva penalización, en otras se ve recompensado. Véase el caso de Inés Arrimadas,que ha participado con profusión en los actos electorales de Andalucía, donde su estrella ha refulgido tanto como en Cataluña, si no más. Y ello, más allá de su indudable gancho, tiene bastante que ver con que antes que una política catalana, una política andaluza, o una política catalana concernida por su tierra natal, es una política española, sintagma que incluye esas mismas paráfrasis y todas las que nuestras 17 autonomías dan de sí. Ignoro si habría sido posible presentar a Arrimadas en el último lugar de la lista, como rúbrica simbólica de la insobornable convicción de españolía en que se funda el partido (tengo entendido que lo que prohíbe expresamente la ley es la acumulación de actas, por lo que la incompatibilidad sobrevendría únicamente si la candidata resultara elegida, supuesto imposible). En cualquier caso, no estaría de más fomentar ese tipo de promiscuidad, tan pedagógica, en las citas con las urnas que se avecinan. 

Me he interesado por si el expresidente de la Generalitat Josep Montilla acudió a apoyar a la candidata del PSOE-A, pero no he encontrado un solo documento que atestigüe su ¡irrupción en campaña! Lo cierto, no obstante, es que tenía poca fe en que mi búsqueda rindiera fruto. Montilla, en efecto, es el hombre que proclamó que ningún tribunal puede juzgar un sentimiento (nacionalista), o que espetó a Zapatero, cuando éste visitó por primera vez la sede del PSC: “Hazte a la idea de que entras a la sede de otro partido”, y cuya última aparición en los papeles se debió su negativa a votar el 155. La necesidad de ocultar a un socialista de Iznájar, ex ministro de Industria y ex jefe de Gobierno en Cataluña, es hoy la más ajustada credencial del PSOE.

Voz Pópuli, 30 de noviembre de 2018

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Acostumbrados los quiere Dios

A Pablo Casado le asombraría saber que en España es tradición matar a los cerdos en casa, y que sólo desde principios de los noventa del siglo pasado rige una normativa sanitaria y de bienestar animal (aturdimiento previo) que no pocos aldeanos incumplen orgullosamente. Sacrifici, el documental de Santi Trullenque coprotagonizado por el cocinero Nandu Jubany y un amoroso ejemplar de puerco catalán, no se puede abrochar precisamente con la certificación pacmática de que la bestezuela no-sufrió-daño-alguno. La provocación no se limita al degüello, el borbotón y los chillidos. No en vano, mientras que la mano del hombre mata y despieza, la de la mujer amasa y embute. Usanzas occidentales.

Las ha habido más cruentas, como el toro alanceado de Tordesillas, cuya prohibición definitiva data de anteayer, o los gansos de Lequeitio, que hasta 1986 se ataban vivos a la soga, a partir de ese año se ataron muertos, y hoy son de goma; también la cabra que los quintos de Manganeses arrojan desde el campanario es una cabra de mentira (los ejemplares anteriores a 2001, realísimos, ‘saltaban’). (No lo digo con entero regocijo: a ese mismo lote corresponde el toreo, rito exhausto.) El progreso, no lo duden, también alcanzará a Fuenterrabía, y el hostigamiento a las vecinas que desfilan en el Alarde (por parte, sobre todo, de otras vecinas) dejará de alimentar la sección de sucesos para convertirse en reliquia antropológica, tal vez junto con el Alarde mismo. Pero a quien debe alcanzar, y se va haciendo tarde, es a los dirigentes del Partido Popular. La ablación de clítoris no es una costumbre, sino un delito, y lo que nuestros inmigrantes deben respetar no es la Navidad, sino la ley. La invocación ‘costumbrista’, por lo demás, no tiene como objetivo, como da en afirmar la general politología, vaciar de sentido a Vox. El copyright, en este punto, pertenece en exclusiva al partido del vino, la vida y la familia.

The Objective, 28 de noviembre de 2018

viernes, 23 de noviembre de 2018

Un gargajo microcósmico

En el VAR no se aprecia que el tal Salvador escupiera a Borrell (bien pudo tratarse de un esputo de fogueo, tal vez un simple carraspeo de carga), pero lo asombroso es que fuera verosímil que lo hubiera hecho, que la posibilidad, en fin, de que un diputado de ERC le soltara un salivazo a un diputado socialista no fuera inimaginable. Para calibrar la deriva tabernaria de Rufián y sus secuaces basta con evocar al caballero Francesc Vicens. No nos pase por alto el aspecto más revelador del incidente: ambos, escupidor y escupido, son catalanes.

Por lo demás, llama la atención que los vecinos de asiento del ministro apenas afectaran un resto de indignación, y sobre todo que no lo hiciera Delgado, cuando en los últimos meses, y ante las legítimas reprensiones de representantes de Ciudadanos o el PP, nos ha deleitado con un patético repertorio de muecas y retorcimientos.
 
Para cálculo inmoral, no obstante, el de Sánchez, cuyas omisiones se escriben con tinta simpática. La del miércoles rezaba más o menos como sigue: “Borrell es un político de una pieza, uno de los más brillantes parlamentarios que ha dado el Congreso y, sobre todo, un catalán modélico, comprometido sin ambages, y en todos los frentes, con la defensa de la Constitución, es decir, con la defensa de la libertad. Eso, en definitiva, es lo que les irrita a golpistas como Rufián”. Fíjense, ni siquiera habría tenido que especular con si hubo o no hubo gargajo.

Dicho lo cual, y si Borrell es tan íntegro y ejemplar como damos en suponer, resulta incomprensible que permanezca un segundo más en un Ejecutivo cuyo jefe no sólo rehúye defenderle, sino que además achaca el ataque a la crispación alentada por la derecha, en un razonamiento que nada tiene que envidiar al del eclesiástico que, recientemente, responsabilizó de los abusos a monaguillos a la laxitud ambiental de nuestra era.

(Coda: Dado que a Sánchez se le entiende todo, les adelanto la siguiente omisión: "Como no puede ser de otra manera, la cooperación con Cuba está supeditada al cese de la persecución de los disidentes, al respeto a los derechos humanos y al aperturismo democrático. Lamentablemente, la llegada al poder de Díaz Canel no se ha traducido en ningún avance al respecto".)

Voz Pópuli, 23 de noviembre de 2018

lunes, 12 de noviembre de 2018

Unílogo

En apenas unos días, Santiago Abascal ha saqueado una canción de Coque Malla, le ha llamado drogadicto por quejarse, ha abogado por la deportación de Echenique ha nombrado a Isabel la Católica mejor política europea y ha renovado el timbre de gloria de la palabra ‘facha’. No siempre la utilizó cual judoka aventajado. Hace unos años tuve la ocasión de entrevistarlo y ante una insinuación por mi parte en ese sentido, el entonces presidente de la Fundación para la Defensa de la Nación Española alzó el mentón y proclamó: “Soy español, punto”, y yo, devoto de aquel Jarabo que bordara Sancho Gracia, completé mentalmente la jura: “Más español que nadie”. A ello sigue encomendándose, ya sea trepando a un toro de Osborne o bebiendo directamente de un manantial (hay una conexión entre el nacionalismo y el crudismo, entre el esencialismo patrio y el alimentario, bandera y ubre). Hablamos, obviamente, de hazañas inasequibles a la derechita cobarde y la veleta naranja, que son, es un decir, más de Calleja.

Como es habitual en tiempos de politólogos, el fenómeno llega envuelto en llamamientos a fijar sus causas y, en un alarde de compasión inversa, tratar de que no vaya a más. Si el PP fue una fábrica de independentistas, el independentismo es una fábrica de españolazos que a su vez engendrarán más independentistas. El bucle, menos melancólico que vicioso, excluye la más elemental de las razones: la frivolidad. Vox es un hidalgo engominado que gusta de hacerse notar en los restaurantes, nunca se resiste al tercer gintónic y cree que La ciudad que fue es una película de Martínez Soria. Por lo demás,  el germen trumpiano del partido no debiera confundirnos: Abascal es un Putin de Bilbao; eso sí, pasado por el jacuzzi de Gil y Gil. Una muestra, en fin, de que España es de veras diversa.

Lean las 100 medidas urgentes, esa oda al parloteo de sobremesa donde antes que el nombre prima el adjetivo: suspender la autonomía catalana “hasta la derrota sin paliativos del golpismo”, anteponer los intereses de España a los “intereses de los caciques”, “rebaja radical” del impuesto sobre la renta. “España, lo primero”, reza el lema del manifiesto que Vox presentó el pasado mayo. A cualquiera de sus seguidores les pondríamos en un aprieto si les preguntáramos: ¿Y lo segundo?

Voz Pópuli, 12 de octubre de 2018

sábado, 10 de noviembre de 2018

La ciudad que fue

Colau no quiere que el Hermitage abra sede en la Barceloneta. A diferencia de los tiempos en que Barcelona era una ciudad, y no un Lloret con ínfulas, el Ayuntamiento no sólo no acomoda el progreso, sino que se erige en su principal escollo. El mismo odio de clase, típicamente indocto, por el que la alcaldesa anunció en el minuto uno de su legislatura que no se dejaría ver por el Liceu (un templo del que acaso le conmuevan más los bombazos que la lírica) es el que hoy la lleva a poner bajo sospecha, sin más pruebas que sus propios prejuicios, una instalación fetén.

Orgullosamente trasmutada, luego de su etapa Supervivienda, en una suerte de bruja Avería inversa (¡muera el Mal, muera el Capital!), Colau no alcanza a comprender que un equipamiento cultural no tenga ente sus objetivos la denuncia del heteropatriarcado ni se plantee un ciclo sobre, pongamos por caso, Revolución y Metalenguaje. Que un museo, en suma, no tenga más ambición que la delectación estética, pudiendo aspirar a parecerse, como el extinto CCCB,  a una franquicia de la Librería La Central, sección Altermundismo.

Nuestra emperatriz de la ambigüedad (© José Borrell), ténganlo claro, habría impedido los Juegos Olímpicos invocando el derecho a la mugre, o pretextando la participación de Estados Unidos, o, como el gallego que dejó escrito que si moría cerca del mar le enterraran en la montaña, y si moría en la montaña, cerca del mar, por joder. El populismo, y más el que gasta la munícipe, no tiene otro horizonte que la venganza: fuera ese busto, fuera esa calle, fuera el ejército y fuera la Roja. En el último episodio de esta rumbosa centrifugación, la CUP, con la necesaria omisión del colauismo, obligó a que las selecciones de waterpolo femeninas de España e Israel disputaran su partido en Sant Cugat y a puerta cerrada. Como si Barcelona, siquiera en un plano moral, fuera una pedanía de Kabul.

Al hilo de ese periódico, La mitad del camino, con que Podemos trata de relatar sus éxitos al margen de la objetividad, sin las molestas aduanas periodísticas, cabría considerar la posibilidad de que la prensa convencional, o prensa a secas (la que viene siendo susceptible de expropiación) destine un sumario semanal a la roturación del mundo que propone el podemismo. En la que nos ocupa, ‘Hermitage kills the city’, ‘Piscina liberada’ y ‘Tres comidas diarias y una radiografía’.

Voz Pópuli, 10 de noviembre de 2018

viernes, 2 de noviembre de 2018

Últimas noticias sobre Joseba Pagaza


Venciendo el escrúpulo de premiar a un político en ejercicio, la Asociación por la Tolerancia concedía al fin su galardón a Maite Pagaza. El comienzo de su discurso de recogida me recordó por un instante el que pronunciara en el mismo marco, ocho años antes, Xavier Pericay. Si el hoy parlamentario balear discurrió sobre su natural lentitud, Pagaza se confesó, antes que valiente, despistada. Y en ello andaba, hilando monerías sobre la inusitada fealdad de Barcelona (“con esas esteladas que digo yo que estarán ya bastante sucias, ¿no?”) cuando de pronto regresó a Andoain. No hacía ni dos meses que un periodista, haciendo acopio de delicadeza, le había enviado una foto tomada el 16 de septiembre de 1993 en un aparcadero del pueblo. Tal vez le pueda interesar. La imagen muestra los primeros auxilios al guardia civil retirado Juvenal Villafañe, de 78 años, al que una bomba lapa en el coche acaba de herir de muerte.

Seis personas en cuclillas atienden a Villafañe, deshecho de cintura para abajo (De inmediato llegarían su mujer y sus hijas, pues el piso familiar estaba enfrente; según los testimonios, una de las hijas le echó una manta por encima para cubrir, también, su desnudez). Además de los sanitarios de la Cruz Roja, vemos a un hombre con pantalón claro, camisa oscura y sandalias. Por el macuto con que carga (y que, vencido a la derecha, parece equilibrar su centro de gravedad) y la acuciante maniobra en que se halla inmerso, se diría que es médico. Pero no. Es policía. Un policía local. Era Joseba, sí. Fue uno de los primeros en auxiliar a Villafañe, eso me consta. Pero no tenía constancia de que hubiera quedado registro gráfico de aquellos cuidados. Esa foto se publicó en la prensa y tal vez le acabara marcando. “Es verdad que Joxeba ya era entonces la única persona en Andoain que se atrevía a saludar a los guardias civiles. Pero igual ese día tomaron nota de verdad”. La conjetura de Maite, a la que cito de memoria, descansa sobre un sólido indicio: un año después del asesinato de Villafañe, Joseba recibió la información de que ETA lo tenía en el punto de mira. Mal que bien, el terrorismo había ido soslayando que le tendiera la mano al enemigo. Ahora bien, que esa afabilidad apareciera inmortalizada en una foto; que su compromiso cívico, en suma, adquiriera rango de símbolo les debió de parecer intolerable.
 
Y tras ponerle pie a la foto, Maite recobró el aire risueño con que, minutos antes, había empezado a corresponder a los parabienes: “Antes que nada, y por si me parte un rayo, me gustaría decir dos cosas. 1) Qué contenta estoy de tener tan buenos amigos, y 2) ¡Viva el Rey!”.

Voz Pópuli, 2 de noviembre de 2018