martes, 31 de enero de 2017

Incontinencia de un golpe de Estado

Las indiscreciones del exsenador de ERC Santiago Vidal han puesto de manifiesto la ausencia en Cataluña de aduanas periodísticas. Antes de que Cristian Segura, el redactor de El País que destapó la noticia, se oliera la tostada, otros colegas habían tenido conocimiento del hecho, algunos de ellos de primera mano, y lo habían desdeñado. La molicie no fue privativa del periodismo local, de cuya utilidad como servicio público hay cada vez menos dudas (y al que hay que conceder, en cualquier caso, el beneficio de la duda por aquello de servir a los intereses de una parte). Tampoco el resto de los periódicos aguzaron (¡aguzamos!) el oído. El cargo más importante en el Senado de ERC llevaba tres meses aireando el rosario de ilegalidades que comprende el procés (y presumiendo de estar en la pomada) y nadie, exceptuando a Segura, había dado un respingo.

Aún más sorprendente que la desatención de los medios es la indiferencia del mundo nacionalista en general y de Esquerra Republicana de Catalunya en particular. Vidal no se dirigía a su audiencia desde lo alto de un taburete en mitad de las Ramblas y tocado con un sombrero de Napoleón, sino desde la tribuna de ponentes, en actos organizados por el partido, en los que compartió mesa con otros dirigentes que, en el mejor de los casos, acogieron sus palabras con regocijo. A semejanza, por cierto, del público, cuando menos el de Granollers, del que se diría que asiste a una stand-up comedy. Nada, ni el más leve indicio de contrariedad o extrañeza, lo que desmiente una vez más la imagen de sensatez, moderación y fairplay que el nacionalismo proyecta de sí mismo. No hay un independentismo blanco, y prueba de ello son la coquetería con que Vidal se jactaba de delinquir y la tontuna con que la afición recibía la primicia.

Por lo demás, la indignación del Govern resulta inverosímil por sobrevenida, tanto más cuanto que Vidal no era el único bocazas que andaba de gira. Aunque con menos ínfulas, el secretario de Hacienda de la Generalitat, Lluís Salvadó (secretario general adjunto de ERC), también iba dando a conocer las tropelías en que hay que incurrir ("Esto no nos lo dan en un pendrive") para construir un Estado paralelo. Y lo más probable es que Salvadó no hablara sin conocimiento de su superior, el vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda, Oriol Junqueras.

Vuelvo a los vídeos. Auditorios de doscientas, trescientas personas, casi todas provistas de iPhones. Y entre ellas, insisto, periodistas, algunos de ellos de radio y televisión. Y así todo, Vidal parlotea como lo haría ante sus íntimos frente a un braserillo. Con la convicción de que su relato no franqueará las cuatro paredes a las que se ha reducido Cataluña. Y, sobre todo, como si nadie en España estuviera escuchando.


Libertad Digital, 31 de enero de 2017

miércoles, 25 de enero de 2017

Un fallo en el sistema

Que el ex diputado de Ciudadanos Jordi Cañas, condenado al ostracismo por el presidente del partido, Albert Rivera, haya sido el compromisario congresual más votado en Cataluña, es una excelente noticia. La posibilidad de que Cañas defienda la transversalidad del partido frente a quienes, como Rivera, pretenden soslayar su impronta socialdemócrata, resulta, cuando menos, edificante. En primer lugar, por lo que tiene de ennoblecimiento de la política en su acepción más sólida, factual y, por qué no decirlo, intelectual. Llama la atención, por cierto, que de todos los congresos que se avecinan sea el de Ciudadanos, precisamente el partido de mayor sesgo tecnocrático, el que, a priori, haya de acoger discusiones más trascendentes, dado que los cónclaves de PSOE y Podemos serán, con matices (ínfimos en el caso del PSOE), meras trifulcas por el poder. Por qué el PP celebra congresos es un misterio.

En cualquier caso, y siendo primordial el debate, digamos, ideológico, el verdadero lastre de Ciudadanos es el modo en que Rivera conduce el partido, y que ha resultado en la colocación (y nunca mejor dicho) en la cúpula del mismo de un rosario de militantes perfectamente anodinos, y cuyo único mérito, al parecer, es no contradecir al líder. Cañas, después de todo, es la viva demostración de que aquellos que proyectan la menor sombra sobre Rivera se ven abocados a la irrelevancia. De ahí, sin ir más lejos, que Arrimadas no tenga contestación alguna entre dirigentes que, en privado, confiesan su extrañeza, cuando no estupor, ante algunas de sus declaraciones. O que la eurodiputada Teresa Giménez Barbat, integrada en Ciudadano Europeos, la mentora de Rivera cuando Ciudadanos no era más que 'la asociación de Boadella', merezca por parte de sus compañeros el más burdo de los ninguneos... y todo, para no contrariar a Rivera y su guardia pretoriana, que ven en ella un residuo del arcadismo.

Obviamente, siempre hay un pretexto a mano para que la marginación parezca un accidente. Así, y según dicta la versión oficial, la caída en desgracia de Cañas se debió a la corrupción y Giménez Barbat es una tránsfuga de UPyD; la clase de inexactitudes (¡de posverdades!) que aconsejan cautela, no fuera a ser que el siguiente sea yo. En cuanto a Arrimadas, ha bastado con redoblar su autoridad designándola portavoz para dar el preceptivo aviso a navegantes. Bien, por una vez, elección de Cañas mediante, el aviso lo recibe Rivera.



Libertad Digital, 24 de enero de 2017

jueves, 19 de enero de 2017

Moviola

Me desperté a las 6 de la mañana y, tras ducharme y vestirme, dudé si ponerme el gorro y la bufanda del Español. Los disfraces no van mucho conmigo, pero corría una alerta por bajas temperaturas y mi amigo Rafa me había aconsejado que fuera abrigado, pues de la estación de autobuses a Mestalla iríamos en su vespa. El caso es que ir de incógnito me pareció más artificioso que lucir los colores de mi equipo. Se me ocurrió entonces que Rafa había aterrizado en Twitter porque, según él, hay ausencias demasiado clamorosas, lo que me condujo a ese aforismo que dice 'no alardees de humildad: no eres lo bastante importante'. Hay mañanas en que el pensamiento se abre paso como un rompehielos.

Dado que el autobús no salía hasta una hora después, me tomé un café en el bar de la esquina. La camarera que me suele atender se sorprendió al verme, pero no supe si porque era demasiado temprano o por mi bufanda del centenario y mi gorro de lana bordado con el lema ‘La força d’un sentiment’. Los hay peores, créanme. Me dirigí hacia el metro canturreando, con esa estúpida sensación, tan común en los hinchas, de vivir a contrafibra, y que tanto se acentuó en cuanto al traje de indio le sumé, ya en Sants, El País, La Vanguardia y El Mundo con sus correspondientes dominicales. ¡La vieja prensa bajo el brazo, eso sí que es quijotismo! Pero lo que al chófer no le encajó no fueron los periódicos ni la fuerza de mis sentimientos: “Me parece que esto no es aquí… Ajá, esto es en la estación del Norte; mira, aquí lo dice: bar-ce-lo-na-nord”. Imposible llegar. La expresión ‘volver sobre mis pasos’ nunca fue tan literal. Casi me vi marchando hacia atrás, como esos personajes de cine mudo que tan poca gracia me hacían.

De nuevo en el bar, noté que la camarera me observaba con desazón, como se observa a un boxeador vegano o un torero catalán; o qué demonios, como se observa a un seguidor del Español que madruga un domingo para ver a su equipo en Valencia y se equivoca de estación. No hay símil que lo supere. Para entonces ya había avisado a Rafa. “Deberías escribir algo”, me había respondido él. Pero al relato, me dije, le faltarían tres quinientas, un peluco marca omega y un pincho de cocina en la garganta. Me metí en la cama y medité un artículo sobre la figura del doble: el individuo que a esa hora debía haber cruzado la provincia de Tarragona leyendo a Javier Marías, confrontado con su reflejo barcelonés, que ahora ‘apagaba la luz, y luego apagaba la luz’. Mas por mucho que lo intentara, sólo oía al loro del chiste, aquel al que vuelven a tapar a los cinco minutos y respinga: ‘¡Coño, qué día más corto!’. Esta mañana, a eso de las 10, ha llegado la coda: “José María Albert de Paco, muchas gracias por haber viajado en ALSA. Esperamos que hayas disfrutado de tu viaje con nosotros. Nos gustaría que completaras un breve cuestionario para saber qué tal ha ido”.


The Objective, 19 de enero de 2017

martes, 17 de enero de 2017

Acaba el proceso y empieza una era

Catalunya ha llegado a ese punto en que basta con transcribirla. Si el tiempo no lo impide, el presidente Puigdemont pronunciará el próximo martes en Bruselas una conferencia esencialmente idéntica a la que pronunció ayer en el teatro Romea, y de la que traduzco los últimos seis minutos (los más enardecedores, al decir de la prensa mundial). Redentorismo, paranoia, supremacismo... todo lo que prefiguró Boadella está ahí representado. Si la farsa quedara en casa nos ahorraríamos el bochorno. Pero no. Así como Leopoldo María Panero salía de vez en cuando del psiquiátrico de Mondragón, Puigdemont sale cada tanto de Catalunya, no sólo convencido de que el mundo le escucha, sino también de que él tiene algo que decirle al mundo. En su discurso de ayer hay un instante pavoroso. Casi en el último renglón, ahí donde, según Chomsky y Espada, se aloja la verdad, Puigdemont empieza a imitar a Pujol: "Aquella reflexión íntima...". Como dice Toutain, teórico de la imitación, el pujolismo engendró en Catalunya miles de pujols. Puigdemont es uno de ellos. Un Pujol en jefe, ahora que, con Trump, la expresión se ha puesto de moda. Pero he dicho que a Catalunya bastaba con transcribirla y ya me estoy extendiendo.

El año 2017 no va a ser ese año que queda entre el 2016 y el 2018; bueno, sí, también será eso, pero no será un año corriente en ese sentido. El año 2017 es el año en el cual (o para el cual) nos hemos preparado, hemos salido de casa o nos hemos hecho voluntarios. O hemos pasado, ay, algún que otro dolor de barriga. El año 2017 es el año para el que nos preparábamos cuando íbamos, por ejemplo, al Fossar de les Moreres. Y aquí podemos añadir también a nuestros antepasados. Y si queréis, a nuestros hijos y a nuestros nietos. Y a los refugiados que vengan a nuestra casa en los próximos años. O a los que ya han venido y han decidido sumarse a nosotros en la construcción del país común. Por lo tanto, insisto, el año 2017 no será el año que queda entre el 2016 y el 2018. Será el año. Un año del que tendremos que recordar qué hacíamos. Porque las generaciones futuras nos lo preguntarán a menudo. Y espero que nos lo puedan preguntar durante mucho tiempo (espero que vivamos todos durante mucho tiempo). Y tú, abuelo (o abuela), ¿qué hacías en el 2017? ¿Dónde estabas? Y lo tendremos que recordar. Porque este, ya digo, no es un año convencional. Porque es el año en que acaba el proceso y empieza una era. Y es que un proceso es algo identificable, algo acotable... pero una era no. Lo que empieza con este proceso, del que todos tenemos un pedazo en nuestras manos (también, un pedazo de responsabilidad), no es una legislatura. Lo que empieza con este proceso es una era. La era de una Catalunya libre. La era de una Catalunya rotundamente libre. Más democrática. Comprometida con la actualización permanente de la democracia. Una convicción puesta al servicio de un ideal: la mejora del mundo. Un ideal que ya lo era de nuestros antepasados (pensemos en Ramón Llull). Es una actitud propia, natural, injertada en las actitudes que Catalunya expresa cuando se expresa en público. Y tanto da que hablemos de política como de cultura, gastronomía, deporte, economía o empresa. Cuando Catalunya pide la palabra y se dirige al mundo, se dirige a los suyos, obviamente, pero tiene una mirada hacia fuera. Por vocación y seguro que también por necesidad. Bien, pues esta es la era de esta Catalunya. Y esto, que es un propósito entusiasmante, ilusionante, afortunadamente no depende de la política. No depende de nosotros, no depende de mí. En parte, depende de todos, también de mí. Depende, en fin, de todos nosotros. Y si nosotros queremos, y con querer me refiero a aquella reflexión íntima, a aquella primera declaración de independencia que tiene lugar en nuestra intimidad, tan en la intimidad que algunos no la quieren ni compartir aunque en su fuero interno lo sepan. De eso depende. Muchas gracias, y visca Catalunya.


Libertad Digital, 17 de enero de 2017

martes, 10 de enero de 2017

Dickens en Sallent

T.B Kennington / Giovannini 
El periodismo exige a veces revolcarse en lodazales; sobre todo, para evitarle al lector la molestia de hacerlo. Hoy he dedicado 48 minutos a ver la entrevista de Pablo Iglesias a Anna Gabriel en La Tuerka, que, más allá del supuesto valor informativo de algunas declaraciones, constituye un verdadero tutorial antisistema.

"Gracias por estar aquí", le dice Iglesias a Gabriel, a lo que ésta contesta: "Gracias a vosotras". A vosotras, sí, la charla obliga a cualquier lector medio a un continuo reseteo de sus tratos no ya con el lenguaje, sino con la realidad. A continuación, Iglesias le pregunta por su niñez y Gabriel responde que a ella no le gusta hablar de aspectos tan personales de su biografía ni cree que haya llegado el momento de hacerlo. (Gabriel, entiéndase, es un animal eminentemente político, por lo que no ha lugar a concesiones al entertainment típicamente burgués). Aun así, termina por claudicar. Y de qué manera. "A mí me educó la tribu", afirma, que a mí me suena como aquel "A ti te parrrió una gamba" del añorado Eugenio. Gabriel entiende por tribu la red de familiares, vecinos y canguros que estaban a su cuidado cuando sus padres estaban en el trabajo.

Pero Iglesias quiere más; quiere saber, concretamente, de qué barro se hace una persona como ella, sonsacarle el once upon a time que todos llevamos dentro. "Cuando en tu familia no hay más capital que las manos, cuando cierra la fabrica, cuando el patrón decide que por estar sindicado vas fuera... Todo eso te interpela, claro. Yo soy un producto de todo eso". (No tener más capital que las manos, esa ventriloquía). También la interpelaron los piojos. Su abuela, por las tardes, llevaba a casa a niños harapientos que no tenían donde ir y éstos le transmitían los parásitos a la pequeña Anna. Por lo demás, las necesidades en su familia siempre fueron acuciantes, y es precisamente la pobreza lo que llevó a Anna a destacar en los estudios. No tenía otra: sin buenas notas no había becas y sin becas, no había posibilidad de seguir estudiando. Con todo, su abuela solía decirle lo que Simeone a sus muchachos: "La cabeza bien alta", expresión que activa en Iglesias su fiero instinto taxonómico: "Eso, Anna, es orgullo de clase". El líder de Podemos ha reconocido a la criatura en cuanto ésta ha asomado la patita; no en vano, viene "de un sitio bastante más marginal que el sitio del que vienes tú". "Bueno, bueno, en mi pueblo, Sallent, hubo mucha heroína, ¿eh?, que en el cementerio hay toda una fila de tumbas de heroinómanos. Claro, había un foco combativo y alguien decidió sofocarlo a base de heroína". "Joder, cómo te entiendo".

Llega el momento del cuestionario. "Uf, no me lo he preparado, pero en fin...". "Dime un referente político". "Hostia, si te digo un nombre luego voy a sufrir porque voy a pensar 'qué traición a los otros referentes'". "Pueden ser varios". "Ah, vale. Pues mi abuela y Fidel Castro, que se nos acaba de ir y tuve la suerte de estar en La Habana para despedirlo". "Un maestro o maestra". "Verás, por Sant Jordi yo participaba en concursos de redacción para optar al regalo, que consistía en lotes de libros, y hubo un año en que escribí una redacción que se llamaba Espíritu bolchevique, y una maestra me dijo que con ese título no ganaría, pero que, por favor, no lo cambiara. Y no lo cambié".


Libertad Digital, 10 de enero de 2017

miércoles, 4 de enero de 2017

Agenda

Luis Eduardo Aute ha salido del coma y se recupera en la benigna Habana, y Santiago Auserón, nuestro Benny de Ville, nos ha traído un manojo de cantecitos que en algo recuerdan a los del mejor Veneno, pues también éstos evocan la nostalgia de un verano inminente. En mayo, Barcelona ofrenderá su primavera a Adriana Varela, que llegará a la ciudad en avión pero debería hacerlo en barco, como Gato Pérez, y trataré de hacer valer mis influencias para que cante Ivette, el tango favorito, por cierto, de Jorge Luis Borges. A principios de julio se cumplirán 25 años de la muerte de Camarón, al que El País dedicó una portada inmortal, y nunca mejor dicho. "Nace una leyenda gitana", decía el titular, que así, con candela de grafiti, se hacían entonces los periódicos. Y en junio, el 28 concretamente, Sabina cantará en el Sant Jordi (había escrito actuará, pero no me acababa de convencer y me da que tampoco a Joaquín le habría convencido). Para él tengo escritas unas palabras a modo de preámbulo, a las que convendría (sugiero) un saxo mortecino y caótico, como los fondos de jazz de la serie Homeland. Y dice así: "Hoy hace 30 años y 9 días que canté en Barcelona. Fue en la plaza, entonces de toros, Monumental, y presentábamos el Hotel, dulce hotel. Aquel día, cinco horas antes del concierto, una bomba de ETA asesinó a 21 personas en Hipercor. [...] Bien, hemos ganado". Para Mayte Martín no tengo fechas ni falta que hace: bastará, como siempre, con que ella silbe. A cierta edad, la vida es ya una reedición: es crucial haber elegido bien.


The Objective, 4 de enero de 2017

martes, 3 de enero de 2017

Aquel PSOE

Sería conveniente que el PP, el PSOE y Ciudadanos formalizaran una gran coalición gubernamental, pero no tanto como que el PSOE se afiance en la sensatez que, de manera un tanto inopinada, trajo la gestora presidida por Javier Fernández. Dicho de otro modo: antes que un Gobierno de concentración (fórmula que, siquiera de modo subrepticio, parece funcionar en la práctica) urge en España un PSOE de concentración, entendiendo por tal un partido socialdemócrata clásico, con ambición de poder y dotado de un proyecto nacional. En este sentido, que el pasado 27 de diciembre 70 cargos intermedios animaran a Pedro Sánchez a pelear por el liderazgo del partido no puede ser sino una pésima noticia, como lo fue la candidatura soterrada de Paxi López o lo ha sido estos días el intento de rehabilitación del principal responsable de la deriva sectaria del partido, José Luis Rodríguez Zapatero, quien, por cierto, va jactándose de ser un damnificado del sanchismo cuando fue el sanchismo el que, durante la campaña del 26-J, reivindicó su legado. Por lo demás, tampoco resulta muy halagüeño que Fernández obtenga mejor nota entre los votantes del PP que entre sus votantes, en lo que aparenta un indicio de que el populismo también ha prendido en las bases. O que, como me decía un amigo a propósito de la intervención en el acto de Libres e Iguales 'Por el pacto español' de Nicolás Redondo Terreros, Joaquín Leguina y Enrique Múgica: "En el fondo, presentarlos como socialistas tiene algo de ficción".


The Objective, 3 de enero de 2017

Carbón

El llamamiento de la ANC a llevar farolillos independentistas a la cabalgata de Reyes de Vic es, al decir de los promotores de la cosa, una iniciativa normal, como normal consideran el uso de las instituciones con fines propagandísticos o la usurpación, ya sea real o simbólica, del espacio público. Al igual que en otros casos, el hecho de que la propuesta provenga de una organización no gubernamental (ustedes ya me entienden) permite a las autoridades 1) rehuir toda responsabilidad y 2) reivindicar la ascendencia popular del nacionalismo. El procedimiento culmina oficializando la práctica en nombre de la tradición y empleando los medios de comunicación públicos para divulgar la buena nueva en virtud de un ignoto interés general.

No en vano, la principal alegación de la ANC frente a lo que sus dirigentes califican, con ardor guerrero, de ofensiva unionista ha consistido en recordar que la cavalcada dels fanalets independentistes (nombrar el mundo, bien lo sabemos, es una forma de apropiárselo) se viene celebrando "con absoluta normalidad" desde 2012. Así es, en efecto; el ruido que ha suscitado el llamamiento en esta ocasión no se debe tanto a la novedad cuanto a que TV3 retransmite la cabalgata, ejerciendo, una vez más, de altavoz de la causa independentista. Que se trate de un acto irrespetuoso con la diversidad, excluyente o, sencillamente, estupefaciente no es algo que suponga quebranto alguno en el libro de estilo de la casa; también la Constitución soviética garantizaba la libertad de expresión.

En cualquier caso, la deriva paranormal del proceso es una noticia extraordinaria. Reconforta, qué quieren que les diga, leer párrafos como este del Ara: "La ANC y Òmnium de Osona hicieron una llamada a recibir a sus majestades de Oriente con esteladas para, así, dar visibilidad a la demanda del referéndum y dar a conocer las aspiraciones de Cataluña en las tierras de los tres reyes". Aparte de unionista soy un pelín escéptico y, por lo demás, siempre ando mal de tiempo, por lo que, si se me van agrupando los adversarios, eso que gano. Aunque, bien pensado, tal vez la noche de los farolillos sea una fortuita declaración de sensatez. Después de todo, a quien hay que pedirle la independencia es, exactamente, a Melchor, Gaspar y Baltasar.


Libertad Digital, 3 de enero de 2017