sábado, 31 de agosto de 2019

Entrevista a Mercedes Milá

Tras su retiro temporal por depresión se reinventó con Scott y Milá, ideado y producido por María Ruiz, Zanskar Producciones, para la plataforma Movistar, y del que graba la segunda temporada. Foto: Manuel Outumuro.

Al poeta Salvador Espriu le acompañaba una merecida fama de huraño, de místico avinagrado e insociable, pero ello no evitó que su entrevistadora, una mujer de 31 años que venía revolucionando el género del magazine televisivo, le aplicara el mismo tratamiento que a todos sus partenaires. Antes bien, no cabe descartar que la gravedad que destilaba el personaje fuera un acicate. Sea como fuere, en un visto y no visto se inclinó levemente y posó la mano sobre el brazo derecho del Hombre de Sinera. La pregunta que vino detrás no defraudó.
-¿Teme al personaje Espriu, a la leyenda de autor inaccesible y turbulento que circula sobre usted?
El programa se llamaba Buenas Noches y su conductora, Mercedes Milá, se ganaría el favor del público desplegando un arsenal de recursos inacostumbrados en la televisión de la época. La Milá, como se la empezó a conocer al poco de su  debut en 1982, desprendía calidez, entusiasmo, simpatía…  Pestañeo a pestañeo, sonrisa a sonrisa, iba convirtiendo el plató en una estancia acogedora, acaso en una extensión del salón-comedor de los televidentes… Cuando el invitado quería darse cuenta, había rendido su alma.
-¿Tocar a los entrevistados es una treta para irlos ablandando?
-No, en absoluto; sencillamente, se me va la mano. Siempre tengo la necesidad de tocar, y no sólo me ocurre con mis entrevistados; también con mis amigos, con mis hermanos, con las personas que tengo cerca...  Soy tocona, qué le vamos a hacer. Recuerdo que a Cruyff, recién llegado a Barcelona, le hice una entrevista y le acabé tocando el cuello porque… en fin, no pude evitarlo.
Un sinfín de momentos estelares de la televisión llevan su sello, desde el “He venido a hablar de mi libro” al “Quién me pone la pierna encima”, pasando por “la absorción de litro y medio de agua de un solo golpe por vía anal”.  Fueron la espuma de un trabajo concienzudo que exigía, las más de las veces, una ardua preparación. En cierto modo, la importancia que han tenido en su carrera la investigación y el documentalismo se hallaba prefigurada desde que puso un pie en una redacción. No en vano, su primera ocupación fue ordenar el archivo de la revista Economía Mediterránea, “una tapadera política”, recuerda con agrado, “dirigida por Antonio Álvarez Solís”. “Por eso ahora beso por donde pisa Google y beso por donde pisa la Wikipedia, a la que he hecho aportaciones económicas cuando lo han pedido. He sudado tanto buscando información en las hemerotecas que disponer de estos recursos me parece un lujo.”
Su condición de pionera, no obstante, no sólo tiene que ver con su personalísimo estilo, sino también con la renovación del lenguaje. En Buenas Noches, los invitados permanecían en la mesa al concluir la entrevista para que, en el último tramo del programa, charlaran entre ellos, y en Jueves a Jueves, las entrevistas venían precedidas de un vídeo de presentación, una fórmula hasta entonces inédita.
El día en que hablamos, Mercedes acababa de regresar de Parma, donde había grabado un encuentro con el editor Franco Maria Ricci para la segunda temporada del programa Scott y Milá, una suerte de vivero emocional que ha hecho aflorar su faceta más reflexiva, inconformista y audaz. “Estoy disfrutando mucho con el formato; tengo un equipo que no me lo merezco y la empresa [Movistar] me trata con cariño y respeto. Y sí, el perro ha venido conmigo a Italia”.
Es 27 de julio y la actualidad, con la sesión de investidura de cuerpo presente, resulta ineludible. “Me indigna Pablo Iglesias. Un político que está en la primera fila desde hace sólo 4 años tendría que haber sido infinitamente más generoso y no haber impedido el acuerdo para un Gobierno de izquierdas. Su error es tan grande que le cortaría la coleta.”

Fashion & Arts Magazine, agosto de 2019

viernes, 30 de agosto de 2019

Hombres y políticos

He vuelto estos días a la biografía de Pasqual Maragall que escribieron Mercedes Vilanova y Esther Tusquets, y que sufrió la amputación de la familia del biografiado. Como supimos por Arcadi Espada, el contenido censurado reproducía fragmentos de unas memorias inéditas del padre de Pasqual, Jordi, que evocaban su feliz escaqueo de la guerra civil. Los tiernos, lujuriosos veranos en el Sant Gervasi de la época, que aún lo fueron más después de la liberación, tal es la palabra que emplea.La poda no mató por completo el interés de la obra. La locuacidad de Pasqual y la vehemencia de su mujer, Diana Garrigosa, dejan pasajes ciertamente llamativos.

Respecto al Estatut, por ejemplo, Pasqual admite (el libro es anterior a la sentencia del Tribunal Constitucional) que "la madre del cordero y la esencia del proyecto es cambiar la Constitución sin tocarla". Y continúa: "Si yo digo esto en público, me dirán: 'En tal caso, el TC se lo tiene que cargar', por lo tanto no lo digo". Pasqual siempre ha tenido algo de Cruyff. Es Diana, no obstante, quien se desabrocha por completo. Así, de Pau, hermano de Pasqual muerto por sobredosis en mayo del 94, dice que "se creyó más listo de lo que era"; de Xavier Roig, jefe del gabinete de Pasqual en el Ayuntamiento de Barcelona, que "era un misógino total"; de su hermana Airy: "Tengo muchas cosas que reprocharle porque yo la he ayudado mucho [y a ella] no le gusta ayudar". Más que los reproches en sí, no obstante, sigue sorprendiendo el tono de confidencia (incluso de insolencia) de todos y cada uno de sus entrecomillados.

Pero si traigo aquí Pasqual Maragall. El hombre y el político, no es por los Maragall, sino por José Montilla, una de las voces secundarias en el relato de Vilanova y Tusquets, y al que Diana tilda de "traidor" en uno de sus desahogos. Más concretamente, por el modo laudatorio como aquél se refiere a Pujol. Casi se le puede oír, arrastrando las palabras como cadenas: "Hay un hilo conductor [refiriéndose a su gobierno y los de Pujol y Maragall] que no es mérito exclusivo de Pujol, pero que él hubiera podido dinamitar y no lo hizo, que es trabajar por la unidad civil del pueblo de Cataluña".

El propio Montilla da prueba de la existencia de ese hilo conductor (y de su rendición a los postulados de Pujol) en este otro párrafo: "España y Cataluña son realidades distintas. Cataluña es un país más homogéneo, pese a ser una sociedad plural, y es más fácil de cohesionar que el conjunto de España". Una afirmación levantada, tal que algunas iglesias góticas, sobre cimientos ruinosos: "El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido [...]. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad".

Pixelar la memoria de Montilla exigiría la supresión de otras dos o tres páginas, que se añadirían a las 20 que ordenaron suprimir los Maragall. No me resisto a la metáfora: Cataluña como un libro que fuera adelgazando al paso de la vergüenza. Mas pecaría de optimismo. Si para Pujol, la confesión de su fraude no ha tenido más peaje que verse demediado (ya saben: hay que separar al hombre del político), es precisamente por el crédito que siguen otorgándole los Montillas de la vida.

Voz Pópuli, 30 de agosto de 2019

viernes, 23 de agosto de 2019

Otro mundo es posible

La antigua colonia vacacional de la empresa Nestlé en Urrugne (Francia) aloja desde ayer a unos 2.000 participantes en la contracumbre de Irún-Hendaya, respuesta altermundista a la reunión del G7 en Biarritz. El pasado mayo, el Gobierno galo acordó con los promotores de la coordinadora G7EZ habilitar dicho centro como zona de acampada. El espacio cuenta con inodoros secos, duchas, servicios médicos, unidades de protección civil y Cruz Roja.

Anoche, en un ambiente relajado y colaborativo, los voluntarios de G7EZ ultimaban el montaje de las cantinas, que dispensarán exclusivamente cocina vegetariana basada en productos orgánicos y de proximidad (a tal fin, agricultores de las inmediaciones proveerán al campamento de frutas y hortalizas de cultivo propio). La organización ha programado actuaciones musicales en la zona destinada al efecto (junto a las cantinas para, en la medida de lo posible, aislar el área de descanso).

Hoy está anunciada Katanga, con su 'Soy una loba y qué'. Los chalecos amarillos, anfitriones del evento, disponen de un área reservada, y está previsto que cada día, antes de que den comienzo los actos, celebren una asamblea. (La camiseta y las chapas con leyendas antiG7 pueden adquirirse in situ o a través de la boutique virtual, ya en funcionamiento).

Un servicio de lanzaderas transportará a los activistas desde Urrugne a los espacios de Hendaya-Irún en los que tendrán lugar las conferencias, debates y talleres. El alcalde de Irún había anunciado que mantendría el cierre por vacaciones del recinto ferial de Ficoba, pero finalmente ha autorizado su uso. Entre los temas que figuran en el programa oficial, figuran "El papel de los movimientos/actores sociales en los procesos de Cataluña y el País Vasco", "Fin del mundo, fin de mes: la misma pelea" y "La soberanía alimentaria contra el neoliberalismo y el productivismo".

Voz Pópuli, 23 de agosto de 2019

Parafraseando a Rosling (enciclopedia portátil para cenas al fresco con apocalípticos)

No hay una división radical entre países ricos y países pobres, un nosotros y un ellos, sino cuatro niveles de ingresos, correspondientes a 1 dólar al día, 4, 16, y más de 63 dólares al día, y el 75% de la población se halla agrupada en los niveles medios. El ser humano es un animal dramático, dotado de un instinto que nos lleva a dividir el mundo entre buenos y malos, héroes y villanos, ricos y pobres. La verdad, no obstante, es que tal partición es ficticia. En los últimos 20 años, el porcentaje de población que vive en condiciones de pobreza extrema se ha visto reducido del 29 al 9%. En 1800 era del 85%. Otros indicadores de progreso que han experimentado una drástica variación son el de la esperanza de vida, que ha pasado de 58 años en 1969 a 72 en 2019; el de emisión de partículas de humo: 38 kg de partículas de SO2 por persona en 1970, 14 en 2010; el de países que permiten la gasolina con plomo: 193 en 1990, 3 en 2017; y el de vertidos de petróleo: 636.000 toneladas en 1980, 6.000 en 2016. Aún más revelador es el número de guitarras per cápita (la base de datos de comercio internacional de Naciones Unidas permite efectuar extrapolaciones de este tipo): en 1962 había 200 por cada millón de personas; en 2014, 11.000. Ninguna mejora gradual suele ser noticia.

Actualmente hay en el mundo 2.000 millones de niños de edades comprendidas entre 0 y 15 años. En 2100 la cifra será idéntica, pese a que nuestro instinto de linealidad nos diga lo contrario. Pensemos en un niño que, al nacer, mida 49 cm (Rosling* se vale aquí de las medidas de su propio nieto), y que crece 18 cm durante los primeros seis meses de vida. En razón de la línea recta que, de manera instintiva, proyectamos hacia el futuro, ese niño debería medir 4 metros al cumplir 10 años. ¿Imposible, no? Pues bien, con el cálculo predictivo de la población mundial cometemos un error parecido, ya que el número de niños ha dejado de crecer por efecto del progreso general de la humanidad. Hoy en día las nuevas generaciones son más numerosas, sí, pero ese patrón se quebrará a partir de 2060, en que cada generación de 2.000 millones de personas será reemplazada por otra generación de 2.000 millones de personas.

En los últimos 100 años, el número de muertes provocadas por desastres naturales ha disminuido a menos de la mitad. Ello no se debe a que la naturaleza haya cambiado, sino a que la mayoría de las personas ya no viven en el nivel 1 (y a que los desastres en este nivel matan a menos personas). Mientras que en la década de los treinta del siglo pasado el número de muertes por millón de personas debido a catástrofes naturales fue de 453, en el período 2010-2016 fue de 10.

En cuanto a las muertes en guerras por millón de personas, las 2.013 de 1942 se han convertido en 12 en 2016.

Las muertes por terrorismo es uno de los escasos apartados en que cabe hablar de retroceso. Entre 2007 y 2016, murieron en atentado 159.000 personas en todo el mundo: tres veces más que el número de asesinados durante los diez años anteriores. Bien es verdad que la mayor parte de ese incremento se produjo en cinco países: Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria. Y que desde 2001 ningún terrorista ha logrado matar a un solo individuo secuestrando un avión de una aerolínea comercial.

En el mundo hay aproximadamente 7.000 millones de personas. El código PIN del mundo, según la ingeniosa analogía de Rosling, es 1-1-1-4: 1.000 millones viven en América, 1.000 en Europa, 1.000 en África y 4.000 en Asia. A finales de siglo, la ONU prevé que el reparto sea de 1-1-4-5. Hacia 2040, el 60% de los consumidores del nivel 4 (más de 63 dólares al día) vivirán fuera de Occidente.

El 80% de los niños de 1 año han sido vacunados contra alguna enfermedad. Detengámonos en las implicaciones de esta afirmación. Las vacunas viajan en contenedores refrigerados a puertos de todo el mundo, donde son cargadas en camiones frigoríficos que las transportan a clínicas locales. Esta vía de distribución recibe el nombre de cadena de frío, y para que funcione se precisa una infraestructura básica de transporte, electricidad, educación y asistencia sanitaria. La misma infraestructura que se precisa para poner en marcha una fábrica.

Durante los últimos 60 años, prácticamente todos los países africanos situados al sur del Sáhara pasaron de ser colonias a convertirse en Estados independientes. En dicho periodo, esos países ampliaron sus infraestructuras educativas, eléctricas, hidráulicas y de saneamiento a la misma velocidad que lo habían hecho los países europeos. Y cada uno de los cincuenta países subsaharianos redujo su mortalidad infantil más rápidamente de lo que Suecia lo había hecho jamás. La esperanza de vida en Túnez, Argelia, Marruecos, Libia y Egipto es superior a la media mundial. Sí, en países como Uganda, Kenia o Tanzania no sólo hay semáforos; además, la vía pública no está sembrada de cadáveres.

Hay, obviamente, preocupaciones razonables. Cinco, concretamente: la posibilidad de que surja un nuevo tipo de gripe, las burbujas financieras, el cambio climático, la persistencia de núcleos de pobreza extrema y el riesgo de una tercera guerra mundial.

Tomaremos postre.

*Todos  los datos pertencen al libro Factulness. Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas, de Hans Rosling (con Ola Rosling y Anna Rosling Rönnlund). Deusto; Barcelona, 2018.

The Objective, 23 de agosto de 2019

martes, 20 de agosto de 2019

Asuntos propios

La crisis de seguridad que sufre Barcelona ha motivado declaraciones de la alcaldesa, Ada Colau, el teniente de alcalde de Seguridad, Albert Batlle; el concejal de Barcelona pel Canvi Manuel Valls, el presidente del grupo de ERC en el Ayuntamiento, Ernest Maragall (que reprochó al Gobierno municipal que aplicara “al pie de la letra el programa de seguridad de Manuel Valls”, lo que da una pista del fangal en que nos habríamos visto con él al frente de la alcaldía). Ni un solo líder nacional, no obstante, se ha pronunciado sobre el particular, como si las restricciones competenciales les eximieran de la reflexión.

Tal vez sea mucho pedir que visiten el lugar (como sí es costumbre, por cierto, cuando se declara un incendio forestal, miramiento que sólo se explica por el prestigio del ecologismo), pero no lo es que manifiesten su preocupación por cuanto viene ocurriendo en la segunda ciudad de España. Aunque sea en Twitter, donde Santiago Abascal ha abordado el tema, sí, mas conforme al patrón habitual en Vox, esto es, con una soflama antiinmigración.

Ni que decir tiene que el desistimiento no se limita a Madrit. En la tradición antibarcelonesa del nacionalismo, al presidente de la Generalitat, Quim Torra, tampoco se le conoce media palabra, si bien en su caso es de agradecer.

Qué diferente, en este sentido, fue el debate sobre Madrid Central, en el que no faltaron las opiniones de Sánchez, Casado e Iglesias. Bien es cierto que medió una campaña electoral, y que ninguna de las aportaciones anduvo sobrada de audacia, pero al menos tuvieron la virtud de fijar los avatares de Madrid en la agenda pública española.

¿El Senado? ¿La bicapitalidad? Bastaría con que Barcelona fuera objeto de algún rifirrafe en el Congreso o sus extensiones en la red para que el Estado afirme su presencia en Cataluña.

Voz Pópuli, 20 de agosto de 2019

domingo, 18 de agosto de 2019

El boomerang de la desobediencia

Los barceloneses jamás hubieran creído que los años ochenta dejarían de ser material museístico para encarnarse en las calles. Por primera vez desde que la piqueta esponjara el Raval, llevándose por delante la mística y la mugre del viejo Chino, adentrarse en Sant Pau, Robadors, Hospital o Carme entraña un riesgo cierto. Y no sólo para los turistas. El aire de fronda que se respira en algunos rincones del casco antiguo está llevando a algunos lugareños a desviar su ruta, eventualidad insólita en una ciudad que, hasta hace cuatro años, presentaba unos estándares de seguridad aceptables, en consonancia, de hecho, con el resto de las capitales españolas. Desde entonces, la criminalidad no ha cesado de aumentar, y ello en un contexto de decrecimiento general.

Según datos del Ministerio del Interior, las infracciones penales registraron en Barcelona un incremento del 17% al cierre de 2018, lo que la sitúa a la cabeza del ránking de la delincuencia en España, por delante de Marbella, Madrid, Tarragona y Palma. La secuencia de homicidios acaecida en julio y agosto de 2019 ha infundido el desasosiego entre la población. Tan es así que grupos de vecinos han formado patrullas de vigilancia y, en las redes sociales, los perfiles de mapeo instantáneo de delitos han visto multiplicados sus seguidores. Anoche, en Twitter, la plataforma colaborativa Barcelona Helpers daba cuenta del asalto en la Barceloneta a un turista alemán que minutos antes había logrado repeler una primera intentona. No es éste, sin duda, el tipo de autogestión que Ada Colau defiende en sus postulados.

Interpelada por vecinos y oposición, la alcaldesa niega que Barcelona sea una ciudad insegura y aun se refiere a las muertes violentas como “hechos aislados”. No obstante, su flamante concejal de seguridad, Albert Batlle, el más experimentado de los munícipes en este ámbito, habla sin rebozo de “crisis de seguridad”. Según los críticos más acerados de la gestión de Barcelona en Comú, en el vórtice de la ola criminal que ha disparado la alarma se halla la inacción de Colau, quien al poco de lograr la victoria en los comicios de 2015 declaró: “Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas”.

No defraudó las expectativas. A la complicidad con el independentismo y la defensa de los colectivos de ultraizquierda (de donde proceden no pocos dirigentes comunes) se añadió la sistemática desautorización de la labor de la Guardia Urbana, a la que la propia alcaldesa había puesto bajo sospecha durante su primera campaña electoral a cuenta del caso Ciutat morta. La desactivación ‘política’ de la GU propició que los puestos ilegales de artículos falsificados, los llamados manteros, coparan el frente marítimo, configurando un bazar a cielo abierto que se extendía desde la estatua de Colón hasta el final del Paseo Juan de Borbón, unos 2 kilómetros. El caldo de cultivo idóneo para descuideros y atracadores. Entretanto, los barceloneses incorporaban a su acervo lingüístico las palabras ‘narcopiso’ (viviendas ocupadas ilegalmente por traficantes de heroína, cocaína y crack habilitadas como puntos de venta y de consumo) y ‘mena’ (siglas de Menor Extranjero No Acompañado; jóvenes magrebíes que desembarcan en Cataluña al llamado de la sobreprotección jurídica y unos servicios sociales que satisfacen sus necesidades básicas).

La obligada responsabilidad ante el factor ‘extranjería’ opera a menudo como una suerte de velo que tiende a ocultar la realidad. A nadie escapa, sin embargo, que el grueso de los narcopisos está controlado por traficantes dominicanos, que los hurtos son casi un duopolio bosnio-rumano, y que detrás de los robos callejeros con intimidación hay, las más de las veces, bandas de menas. De los delitos más graves, por cierto, también suelen ser víctimas los extranjeros, como prueban los sucesos de estas últimas semanas.

La operación de desmantelamiento del top manta llevada a cabo a principios de agosto, y en la que participaron Guardia Urbana y Mossos d’Esquadra, volvió a poner de manifiesto la incomodidad de los gobernantes de BComú a la hora de perfilarse como valedores de la ley y el orden. Así, al tiempo que Batlle, responsable de la orden de desalojo, reivindicaba a la policía como garante de la convivencia, la segunda teniente de alcalde, Janet Sanz, reprobaba la iniciativa, arguyendo que “con políticas de seguridad no se resuelve el top manta”.

El turista alemán al que asaltaron en la Barceloneta a golpe de porra extensible duerme hoy en el Hospital del Mar con una fractura ósea.

Voz Pópuli, 18 de agosto de 2019

jueves, 15 de agosto de 2019

El día que Petitet rumbeó ante Dios

Nos vamos de concierto a la Cerdanya con Petitet y su Orquesta Sinfónica, el insólito combo que el rumbero de la Cera puso en pie en 2017 tras prometerle a su madre que llevaría el género al Liceo. De camino, una crisis de la enfermedad debilitante que padece Petitet deja el bolo en suspenso. // Fotografías: Eva Blanch.
 
Son las 8,50 de la mañana y Petitet aguarda en la terraza del bar O’Barazal, en la avenida del Paralelo, junto a su hija Triana y su yerno, Toni, un gitano parisino que pasaría por modelo de Versace. El establecimiento es lo que él llama su oficina. Su presencia aquí es tan habitual que en la imagen de Google Street View de esa dirección se le ve de espaldas. El road manager, Joan Antoni Barjau, carga en el maletero del autocar la silla de oficina de Petitet. “Papá, que no hace falta que la llevemos, que en el Ayuntamiento de Llívia nos pueden dejar una.” “Como la mía, no.” A las 9,20 llega el último de los veintitrés músicos que forman la troupe y salimos rumbo a la Cerdanya. Petitet toma asientos (con ‘s’, sí) en la fila del fondo. Lleva consigo el respirador portátil con el que combate las crisis de su miastenia gravis, la enfermedad incapacitante que desde hace siete años le socava las fuerzas, y que en los últimos días le ha postrado en varias ocasiones. La altitud de la población, 1.200 metros, no es el mejor de los augurios.

10.30. En la Sinfónica debutan esta noche Maria Cruz (saxofón) y Marina Planellas (trombón), que componen, con el cubano Abel Heredia (trompeta), la sección* de viento. Maria y Marina son jóvenes, menudas y eléctricas. Se enrolaron en la banda el lunes y hoy es miércoles. El grupo las ha acogido con un agrado que raya en la ternura, máxime después de que llegaran  al ensayo con la partitura trabajada, lo que no parece habitual en estos pagos. Por la sonrisa que les asoma cada poco y el entusiasmo que irradian, diríase que recordarán este día durante muchos años. Se saben en una peripecia de carácter iniciático y atienden con celo, casi con arrobo, a los comentarios de sus mayores. Más si es Petitet quien toma la palabra y empieza a hilar anécdotas del añorado Onclo Paló, rumbero fino.

11.00. “Cuánto lo echo de menos. ¡Lo que me llegaba a reír con él! Una vez nos llaman de TV3 y le digo: ‘Lo normal es que nos inviten a tomar algo después de la actuación. Si es así, Paló, moderación, sobre todo moderación, no vaya a ser que nos tomen por unos muertos de hambre’. Ya en el bar, viene a tomarnos nota un camarero y el Paló dise: ‘A mí, jove, me pone una tostada con una loncha de jamón dulce y un botellín de agua”. Y se vuelve y me dice: ‘¿Lo ves, Petitet, como yo sé estar?’. Y yo: ‘Muy bien, Paló, així m’agrada’. En eso que el camarero me pregunta: ‘¿Y usted?’. ‘A mí’, le digo, ‘me pones un entrecot. Grande, si puede ser, y bien jugoso. Ah, y acompañado de patatas fritas, de muchas patatas, cuantas más mejor. Y para beber una cerveza, la más fría que tengas’. La cara del Paló. Y el grito  que pegó cuando el camarero empezó a enfilar para la cocina: ‘Esperiiiii!’.”

Al apagarse el eco de nuestra carcajada, la melancolía le nubla el gesto: “Ya no quedan gitanos así”.

12.30. Conforme a los usos de una vida remota, en que la prensa anunciaba la llegada a puerto de las celebridades, el director de Radio Pirineus, Emili Carrillo, recoge a Petitet a la entrada de Puigcerdá y lo acerca en su utilitario a la emisora local. Allí le entrevista el único locutor del medio, que también es Carrillo. Antes de entrar en la pecera Petitet se da un chute de oxígeno; como presentíamos, el agotamiento ha empezado a hacerle mella. Ya en el aire, Carrillo le lanza a Petitet el nombre del Gato Pérez y su recuerdo parece ahuyentar el fatalismo: “Precisamente lo venía hablando con Rafael Moll, que fue su manager, y que también se ha venido con nosotros: “¡Quines lletres que feia el Gato!”. Cristina Llombart, la administrativa del Ayuntamiento de Llívia que ejerce de gestora cultural (vio la película Petitet y se dijo que el espectáculo encajaría bien en la programación veraniega) confía en que el recinto que ha de albergar el concierto, la iglesia de la Mare de Déu dels Ángels, presentará buena entrada. Antes que la afluencia le preocupa el celo litúrgico de mossèn Ramon. Dado que el concierto es a las 22, lo normal habría sido salir por la tarde para hacer la prueba de sonido sobre las 19, pero a esa hora se oficia misa, por lo que la prueba ha de efectuarse a las 16.  Cuando acabe, a los músicos no les quedará otra que sentarse a esperar o darse un garbeo por el pueblo. Sólo Petitet dispone de habitación en el hotel contiguo, donde reposará hasta media hora antes del bolo.

13.00. Poco antes de divisar Llívia, le pido a Barjau, el road manager, que me facilite el “set list”. “Set list? Ah, ok! Nosaltres en diem el repertori!” Lo tengo merecido.

14.00. Tras dejar los instrumentos en la iglesia, el grupo se dirige al restaurante L’Enclau, donde Barjau ha apalabrado un menú de 15 euros. No bien ha probado los garbanzos con bacalao, Rambo (cajón) exclama “Això és pura mel!”. Ricardito Batista (hijo del mítico Tarragona) los comería de buena gana, pero la perspectiva de una tarde bajo los efectos de tanta miel le acaba por disuadir. Una cerveza es todo el alcohol que se permiten. Sólo algún que otro quejío del Tarragonita delata a los comensales como rumberos de ley.

15.00. El Cocho, una de las dos voces masculinas de la banda, debía sumarse al tour viajando desde Lleida, pero una avería en su auto se lo ha impedido. Barjau consulta una web de autobuses y le sugiere que tome el de las 15.30 hasta La Seu, y desde allí otro hasta Puigcerdá. Una hora más tarde anuncia su baja definitiva en el concierto, lo que pone a la Sinfónica en un brete. Yumitus, el otro cantante, está aquejado de una severa afonía y a duras penas podrá hacerse cargo de sus temas, así que los guitarras Jack Tarradellas y Roger Lozano se tienen que repartir los del Cocho y unos pocos de Yumitus. Rumba del contratiempo.

16.00. La iglesia de la Mare de Déu dels Ángels es un edificio del siglo XVI cuyo principal atractivo es el portal, de estilo renacentista. El espectáculo del Petitet tiene una cierta reminiscencia eucarística, por lo que el escenario no desentona en absoluto. El problema es la reverberación (el reverb, en jerga) como evidencia Laura Santos al arrancarse por El triunfo. Un retumbo sobrenatural, como es de rigor que suene la palabra de Dios. El técnico de sonido, Gerard, se las habrá de componer durante la tarde para tratar de mitigarlo.

19.00. Al término del ensayo, con las sillas, los atriles y los instrumentos perfectamente alineados sobre el altar-escenario, se cumplen los peores vaticinios y mossèn Ramon ordena desmontarlo todo para celebrar la misa. Los pocos feligreses que han acudido a la iglesia tratan de persuadirlo de que no es necesario (“no s’amoini, mossèn”), pero mossèn se atrinchera en el ‘no es no’. On s’és vist, dir missa amb uns bongos al darrera. […] El (re)montaje (tras la misa) concluye sobre las 20.30, pero no hay mal que por bien no venga: nuestros músicos se han ahorrado la afrenta de tener que hacer tiempo a cielo abierto.

20.45. Al cineasta Carles Bosch, director de la extraordinaria Petitet (2018), el concierto le ha pillado en  la región y se ha acercado a verlo. Entre las muchas dificultades que hubo de enfrentar el rodaje del documental, se cuenta una ciertamente llamativa, cual es la sobreactuación del Petitet. Bosch lo detectó de inmediato y le metió en vereda: “Con que seas tú me basta”.

21.15. Los músicos esperan frente al portal de la iglesia a que vaya entrando el público. Ellos visten de smoking y ellas de largo. Maria y Marina han optado por un conjunto de blusa y pantalón holgado. Si hay algo que no consiente Petitet es el desaliño. No en vano, una de sus sentencias más recurrente es “la rumba es señora”, lo que extiende el señorío a los rumberos. Al pianoman, Iván Santaeularia, le costará una bronca el olvido de la pajarita.

21.40. A Petitet no le ha cundido el descanso. La sola visión de los escalones del pórtico le deja exhausto y por un instante parece venirse abajo.  Sólo su imperial traje negro y su media sonrisa invitan a pensar que sí, que superará el envite. Apoyado en su hija Triana, recorre los 30 metros que le separan del altar y se refugia en un habitáculo lateral. Desde ahí hará aparición en cuanto la banda ataque el primer tema, Una lágrima. ¡Pom-pom-pom, pom-pom-pom-pom! El sonido no es tan deficiente como el ensayo hacía prever. (Según me explicaría después Roger Lozano, no se ha hecho la temida pelota, tan típica de pabellones deportivos, y que consiste en que unas notas se pisen con las siguientes por efecto del reverb.)

22.10. Al acabar la tercera canción, Limón, Petitet se vuelve hacia las 300 personas que llenan el recinto (como director de orquesta, actúa dándole la espalda al público) y les dirige unas palabras. “Sintiéndolo mucho, hoy no estoy bien. Como algunos ya sabéis, padezco una enfermedad debilitante que se llama miastenia gravis y el tratamiento que me aplican cada dos meses me está dejando de hacer efecto. El caso es que hasta dentro de quince días no me pueden volver a tratar porque hacerlo antes tendría efectos nocivos. Es así, no hi puc fer res. Hará concierto, pero tendré que actuar sentado y con la máquina de oxígeno sobre la mesita; nadie se alarme si cada tanto me aplico el respirador.” Un aplauso que proviene del fondo de la iglesia acaba prendiendo y se hace la ovación. El estremecimiento deja paso a las ganas de fiesta, que se irán haciendo más y más ostensibles hasta que, con La noche del hawaiano, sea el Cristo Crucificado el único que no se agite.

23.45. Gitana hechicera y Sarandonga abrochan la despedida y los llivienses bailan arrebatados, con el alcalde Elies Nova dirigiendo el arrebato desde la fila 0. Los músicos van desfilando uno tras otro por el pasillo central sin dejar de tocar, en una suerte de saints go marching in que por un instante hermana Llívia, el Raval y Nueva Orleans. Sobre el escenario queda Petitet, rendido y feliz.

03.30. El autocar nos devuelve al mismo punto del Paralelo en que nos había recogido 18 horas antes. Barcelona es un horno húmedo y mal iluminado, indiferente al cansancio de 22 rumberos en desbandada.

04.00. Maria, en su Instagram: “¡Seccionaca!”.*.
 
La Sinfónica, a velocidad de crucero.

Último avituallamiento de oxígeno antes de salir a escena.

"Cuando me dicen que les toque rumba, se vuelven locos."

¡Seccionaca!

martes, 13 de agosto de 2019

Ongui Potemkin

Idoia López Riaño (Rentería, 1964) se integró en ETA con 16 años. A los 20, y tras haber participado en varios atracos a entidades bancares, comete su primer atentado mortal. La víctima es Joseph Couchot, empresario vasco-francés residente en Fuenterrabía, al que el semanario Tiempo había señalado como integrante de los GAL. Le sigue, en febrero de 1985, el de Ángel Facal, toxicómano y, al decir de ETA, traficante de heroína. Los de Couchot y Facal son los dos únicos asesinatos que López Riaño acabaría por reconocer. La justicia, no obstante, le atribuye otros 21, la mayoría perpetrados con coche bomba como miembro del comando Madrid, al que perteneció durante su periodo más sanguinario, el de los atentados en la calle Juan Bravo (26 de abril de 1986, 5 guardias civiles muertos) y plaza de la República Dominicana (14 de julio de 1986; 12 guardias civiles muertos).

Ese mismo año, sus continuas indiscreciones, relacionadas, al parecer, con cierta propensión al cancaneo, llevan a la dirección de ETA a desterrarla a Argelia, donde permanece hasta 1993. De ahí pasa a Francia, donde vive oculta hasta su detención en marzo de 1994. Tras 4 años de cárcel en el país vecino por asociación de malhechores, el Gobierno francés autoriza su extradición a España, donde cumple prisión hasta junio de 2017. (Siete años antes de su excarcelación, en 2010, se había acogido a la vía Nanclares, el plan de reinserción que permite a los presos de ETA progresar de grado, optar a beneficios penitenciarios y pedir el traslado a un centro del País Vasco).

Una vida averiada, diríamos, si no fuera por las muchas que segó. Treinta y ocho años, correspondientes al periodo más fértil de cualquier biografía, dedicados por entero a amasar desgracias. También la suya, lateral. De esos 38, 15 transcurren en la clandestinidad y 23 en la cárcel.

Si traigo a López Riaño es por la nitidez de su rastro. Ni que decir tiene que la izquierda radical no le tributó ningún homenaje al pisar la calle; se trataba, al fin y al cabo, de una arrepentida. Sea como fuere, los individuos ante los que sí despliega un decorado potemkin son también una ruina andante. Y es que el flamear de las banderas y el alborozo de los lugareños nos llevan a olvidar que el homenajeado, por lo general, es un viejo con más secuelas que recuerdos, un ser (auto)destruido que, al despertar de la herriko-borrachera, no tarda en darse cuenta que la calle del agasajo es en verdad una cuesta.

Voz Pópuli, 13 de agosto de 2019

viernes, 9 de agosto de 2019

Domesticados

El diario El País entrecomillaba 'maltrato' en la noticia sobre la campaña de la Junta de Andalucía, poniendo en la diana la elección de dicha palabra en lugar del sintagma 'violencia de género'. 'Violencia machista' también habría valido, puesto que 'de género' no es sino una forma velada de designarla, e igualmente adecuados, conforme a la doxa feminista, habrían sido 'violencia heteropatriarcal' o 'terrorismo machista'; no así 'violencia doméstica', que es a 'de pareja' lo que 'de género' a 'machista', y que alude a que la mayor parte de las agresiones a mujeres se producen en el marco de una relación sentimental.

La problemática relación con la verdad de que suele hacer gala la izquierda viene abonando un jardín semántico por el que el asesinato a manos del marido o exmarido, novio o exnovio, es asimilable a un atentado terrorista, aunque se trate de actos de sentido cuasi opuesto: mientras que el macho no concibe otra víctima, la primera operación del encapuchado es, precisamente, la despersonalización de la suya.

Mas poco importa el desvarío si con él se afianza el perímetro de la hegemonía cultural, del frente identitario en el que el progreísmo no sólo ha hallado su razón de ser, sino también una suerte de hechicería para desactivar a sus adversarios. Numerarios (y numerarias) de la Real Academia de la Gramática Parda, alumbran el lenguaje con el que nombrar el mundo, con la particularidad de que, las más de las veces, se trata de una terminología que condiciona el diagnóstico, y con él, obviamente, el remedio.

Ninguno de los crímenes a los que nos referimos se comete para perpetuar una dominación; antes bien, estamos ante fines de trayecto, como prueba el hecho, cada vez más frecuente, de que el agresor también atente contra su vida. No obstante, liberales, centristas y conservadores agachan la cabeza frente al etiquetaje de la tercera ola, validando la especie de que el problema sólo puede abordarse desde una óptica izquierdista, y ello en un momento histórico en que ninguno de los males contemporáneos parece tener una respuesta plausible desde esas mismas filas.

En este sentido, abdicaciones como la de Ciudadanos, que ha abjurado de sus críticas a la Ley de Violencia de Género y se ha sumado con solícito alborozo a los aquelarres LGTBI con el único fin de confundirse con el mainstream no tienen otro efecto que el de ampliar el crédito de quienes se tienen por hacedores del progreso universal en régimen de monopolio. A lo que se ve, el próximo trofeo será el encogimiento de 'maltrato', sin que medie una explicación atendible, más allá de lo estrictamente fónico, para que merezca ser relegado en favor de 'violencia'. Una conquista de la misma índole, no lo duden, que bailar un aurresku en el Parlamento de Navarra.

Voz Pópuli, 9 de agosto de 2019

martes, 6 de agosto de 2019

Sociedad recreativa

El presidente de Sociedad Civil Catalana, Fernando Sánchez Costa, ha dado con la clave para salir del atolladero en Cataluña. “Las personas”, ha declarado, “somos seres de sentido y tú a dos millones de personas no les puedes decir: ‘No, lo que has hecho durante seis años no tiene ningún sentido; el procés, con todas sus movilizaciones, no ha valido para nada'”. Dicho en modo afirmativo: el intento de subvertir la legalidad para hacer de Cataluña un Estado independiente ha tenido sentido y tiene que valer para algo. Sánchez Costa cifra ese algo en un nuevo reparto del dinero y la gestión de los trenes de Cercanías, prebendas que encauzarían lo que él denomina “movimiento cívico”. Este hombre, repito, es presidente de SCC, aunque bien es cierto que SCC nunca ha dejado de ser una excrecencia del tercerismo.

Recelé de la constitución de dicha entidad en 2014. Entonces hacía años que Ciudadanos y UPyD venían plantando cara al nacionalismo en las instituciones, por lo que juzgué redundante y, sobre todo, adanista, esa ampulosa llamada (¡les habla la sociedad civil!) a salir del armario. Con un PP sumido en la atonía y el PSC respaldando en el Congreso el derecho a decidir, era Cs quien debía desempeñar el papel que se arrogó SCC. Sin embargo, e inexplicablemente, sus dirigentes se hicieron a un lado y consintieron que, en virtud de la confluencia de las tres formaciones en el seno de SCC, el PP y el PSC se presentaran ante la opinión pública en plano de igualdad con Cs, el único partido que, en puridad, había estado a la altura del desafío soberanista.  

Más insólito me pareció que SCC mantuviera una estructura estable, una agenda que excediera de su eventual protagonismo como plataforma convocante de manifestaciones; que en razón de la inercia y el dinero, en fin, se empotrara en el sistema institucional como un actor político más. Con una diferencia sustancial respecto a los movimientos sociales clásicos: en lugar de estimular la acción de los partidos, SCC la embridaba. Justo lo contrario de Libres e Iguales. Que el Gobierno auspiciara la pervivencia de la primera, y LEI, en sus actos prodonación, no obtuviera de las élites más que aplausos, resume a las claras todo el problema de España.

Voz Pópuli, 6 de agosto de 2019

viernes, 2 de agosto de 2019

Teatro del absurdo

Teatro documental, ¿es eso posible? Intrigado, me llegué un martes de hace dos semanas al teatro Lliure, donde la dramaturga argentina Lola Arias, precursora del género, presentaba su obra Campo minado. Resumen del argumento: seis veteranos de las Islas Malvinas (tres británicos y tres argentinos) escenifican lo que esa guerra hizo con sus vidas. Nota al pie: no estamos ante actores que interpreten el papel de veteranos, sino ante veteranos de verdad, ante seis individuos que entre abril y junio de 1982, en una de las contiendas más absurdas del siglo XX, combatieron cuerpo a cuerpo por la soberanía de un paraje desolador, un gran resort para pingüinos ubicado a poco más de 1.000 kilómetros de la Antártida.

En una de sus más célebres sentencias, Borges comparó esa enfrentamiento con dos pelados peleando por un peine, y dijo de las Malvinas que lo mejor que se podía hacer con ellas era regalárselas a Bolivia para darle salida al mar. En el conflicto perdieron la vida más de 900 soldados, de los que aproximadamente 650 eran argentinos, la mitad de los cuales pereció en el hundimiento del crucero General Belgrano.

Rubén Otero, uno de los supervivientes del naufragio, vuelca su peripecia sobre el público con la imagen del buque como telón de fondo: “Tiramos la balsa al agua. […] Tengo que saltar y no caerme al agua. […] Empujamos con las manos el casco. Tenemos que separarnos para que en el momento en que se hunda no nos trague y nos lleve al fondo del mar”. En la actualidad, Rubén toca la batería en Get Back, una banda de tributo a los Beatles. En los conciertos, suele llevar una remera que dice "Malvinas argentinas".

Tal es la clase de materiales que estos hombres arrastran sobre el escenario, en una estiba horrísona, imperfecta, turbadora. No son actores, insisto, sino una suerte de instancias memoriosas al servicio de un relato construido con sus despojos, un monumental psicodrama que tiene a su autora en Lola Arias del mismo modo en que Limónov tiene a su autor en Emmanuel Carrère. La comparación no es baladí. Como Limónov, Campo minado se asoma a la cara B del mundo, y lo hace en tiempo real, con los periódicos y YouTube como backup.

No obstante, y a diferencia de Carrére, Arias no rehúye la cuestión de si sus biografiados llegaron a matar a alguien. Es lo que siempre les preguntan a los performers en los colegios a los que acuden a dar charlas. La respuesta llega en forma de descarga hardcore, con Lou, ex Royal Marine reconvertido en profesor de niños con necesidades especiales, como vocalista:

¿Enviarías a tu hijo a la guerra?

¿Alguna vez viste a alguno de tus amigos intentando suicidarse?

¿Sostuviste a un hombre moribundo entre tus brazos?

¿Alguna vez visitaste la tumba de un amigo con su madre?

¿Lo hiciste?

¿Alguna vez fuiste a la guerra?

Tras los sobrentendidos, cae el telón.


The Objective, 2 de agosto de 2019