martes, 23 de septiembre de 2014

Nuestra alegre juventud


Tras el referéndum escocés, no hubo periódico que se resistiera a subrayar que los jóvenes habían votado mayoritariamente a favor del 'sí' y los viejos a favor del 'no'. La objetividad del distingo sólo era aparente. Por lo general, llevaba adherido un prejuicio que sugería que la juventud había votado llevada por la ilusión y la ancianidad, aconsejada por la reserva, de suerte que la independencia aparecía identificada con el campo semántico de la alegría, de lo esperanzador, y el unionismo, con la cautela o la resignación. Entre algunos analistas (no necesariamente proclives a la independencia de todas las Escocias que en el mundo son), los adolescentes de Glasgow cobraban un estatus semejante al de los berlineses del Este que en 1989 cruzaron en masa al Oeste, sin reparar en el detalle de que éstos pretendían derribar un muro y aquéllos levantarlo. Raro fue el opinador, en fin, que ante la hegemonía del 'sí' entre los menores de 25 dijera sin ambages que éstos habían actuado de forma irresponsable. Antes al contrario: la juventud parecía emerger como una cohorte de príncipes a los que nada cabe reprochar en su deriva temeraria; después de todo, ¡cómo pedir cuentas a un macrobotellón!

No obstante, y con ser preocupante que la mocedad siga percibiéndose como un valor en sí mismo, que aún hoy se tenga por efluvio liberador lo que no es más que un reventón de pus, más lo es que los mayores de 55 años sean identificados con lo asustadizo, con lo timorato, con el apocamiento. Como si el hecho de votar con un ojo puesto en la paga de jubilación fuera  un reflejo mezquino antes que un triunfo del sentido común, y sobre todo, como si esa templanza de ánimo fuera incompatible con el entusiasmo, cuando lo cierto es que la imagen más conmovedora que ha dejado la consulta es la de ese abuelo que atravesó la madrugada sumido en tribulaciones y profirió tres hurras en la soledad de su escritorio no bien supo que la luz había derrotado a la tiniebla.

¡Qué farsa, la corrección política! Todo ese empeño en decir "nuestros mayores" para luego, a tan sólo unas brazadas de la orilla, acabar diciendo "nuestros mayores nos han jodido la fiesta", o plantear la posibilidad, como parece plantear este degenerado, de si es legítimo que los viejos con sus dos telediarios secuestren los sueños de nuestra juventud. Teléfono del 'sí', teléfono del 'no'. Votemos.


Zoom News, 22 de septiembre de 2014

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