martes, 6 de mayo de 2014

Onda


La niña tienta las aguas con el gesto vuelto arriba y su medio girar. En el vuelo discreto de su falda tiembla el afán de nutrirse de horizonte. Apenas faltan unos segundos para que la ola rompa sus pasos; ni ella misma sabe si está huyendo o alejándose o desafiando a las caracolas, a los caballitos, a los escualos. En su mano izquierda amaga un juego de naipes y en su mano derecha lleva tatuada un ancla. Yo soy el hombre que, a calva descubierta, ve a la niña tentar las aguas; el gesto vuelto arriba y su medio girar.

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