lunes, 26 de mayo de 2014

Luz en da Luz


En cierta ocasión me hablaron (no recuerdo si fue chiste, tradición o plagio) de un fumador que, tras decenas de intentos infructuosos de deshabituarse del tabaco, recurrió a un terapeuta del que, según había oído, garantizaba contractualmente el éxito de la intervención. El tratamiento ascendía a un millón de pesetas y había de abonarse por anticipado, lo que amilanó a nuestro empedernido. Al cabo, y tras mucho meditar, se dijo que no había nada que funcionara de verdad que fuera barato, y terminó por acudir a la consulta del infalible previo pago del millón del ala. Una vez allí, éste le hizo saber que su método consistía única y exclusivamente  en la fuerza de voluntad del paciente. “¿’Fuerza de voluntad’?”, rezongó fumanchú, quien, ante la mefistofélica sonrisa de Míster Milagro, entró en erupción: “¿Y el millón de pesetas?”. “En eso debe pensar precisamente”, respondió aquél, “en el millón que me ha ingresado y que, obviamente, no querrá dar por perdido”.

Viene esto a cuento del futbolista Madrid Diego Costa, quien también recurrió a una sedicente terapeuta, Marijana Kovacevic, para curarse la rotura de fibras que le condenaba a ver la final desde la grada. Al parecer, algunos futbolistas habían asegurado a Costa que la tal Kovacevic aceleraba la curación de las lesiones musculares con un ungüento elaborado a base de placenta de yegua. Por lo demás, la milagrera cumplía el canon curricular de su gremio con impecable ortodoxia: se hacía llamar doctora sin serlo, invocaba el secreto profesional para no revelar en qué consistía el ‘gel equino’ (¿qué dicen a esto las agencias antidopaje?), tenía como ayudante a uno de sus hijos y cobraba el milagro a precio de interiorista.

Tal como relata Gonzalo Suárez en Crónica, la directiva del Atlético resolvió enviar a Costa a la consulta de Kovacevic a sabiendas de que los médicos cifraban el periodo de convalecencia en no menos de tres semanas. La razón explica en parte por qué el Atleti es el equipo del pueblo: “Queríamos darle un plus de confianza, era importante que supiera que haríamos todo lo posible para que jugara”. El hispano-brasileño fue sustituido en el minuto 8, pero lo que se antojaba una pésima noticia para el vuelo del partido tenía un reverso luminoso: el del triunfo de la verdad frente a la magufería, la ciencia frente al oscurantismo, la posología frente a la pócima.

En cierto modo, la goleada del Real Madrid asentó debidamente ese triunfo, pues la humanidad corría el riesgo de verse imbuida de eso que viene llamándose cholismo, y que no es más que otra forma de designar el populismo, aliñado, en este caso, con lemas unicejos como la del ‘partido a partido’ (tan nítidamente carcelaria que casi permite pasar el índice por la hilera de palitos con su tachadura), la habitual secreción sentimentaloide, el orgullo purulento del malditismo y la convicción, no por asombrosa menos tétrica, de que el mundo está en deuda con los mediocres.


Zoom News, 26 de mayo de 2014

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