jueves, 18 de febrero de 2016

Fuera de catálogo


"Las urnas no alumbraron ninguna mayoría de izquierdas, ni siquiera aceptando la hipótesis extremadamente generosa de que Podemos sea considerado como tal". Llevo unos días dándole vueltas a esta frase, empotrada en el editorial con que El País reprobó a Pedro Sánchez que convocara una consulta a la militancia. El texto, tan duro como irreprochable, bien habría merecido el calificativo de ejemplar de no mediar esa desparasitación semántica. No en vano, el objetivo de dicha acotación era arrancar del organismo izquierda lo que, para los editorialistas, no era sino un cuerpo ajeno a ella, operación que, por lo demás, se da en muchos otros ámbitos de la vida pública. Así, por ejemplo, resulta habitual que las directivas de tal o cual club, en la obligación de condenar la violencia ultra, nieguen que los autores sean exactamente hinchas. O que algunos líderes musulmanes despojen a los yihadistas del ISIS de su atributo nuclear, esto es, la profesión de fe en Alá, de modo análogo a como no pocos vascos, no hace tanto, llegaron a negar esa misma condición, la de vascos, a los terroristas de ETA.

Yo mismo traje aquí la puntualización que, respecto a Podemos, pronunció Fernando Savater. A su entender, que casi siempre hacemos nuestro, el partido de Pablo Iglesias no es, como éste pretende, un partido progresista. Antes al contrario, su acendrado populismo, el aire milagrero de algunas de sus propuestas ("apuestas", suele decir Iglesias, en un caso flagrante de justicia retórica) y la pertinaz invocación a conceptos tan resueltamente acientíficos como pueblo, casta, los-de-arriba o los-de-abajo, hacen de Podemos una fuerza de tintes reaccionarios.

La (des)catalogación que El País reserva a Podemos, sin duda, tiene que ver con la convicción de que el concepto izquierda progresista es un pleonasmo. O, si lo prefieren, el concepto 'izquierda reaccionaria' es un oxímoron. Semejante confusión está tan arraigada en la cultura política europea (y me atrevería a decir que en la cultura europea a secas) que ni siquiera los hechos logran extirparla. El de Venezuela, sin ir más lejos, es un régimen de izquierdas, como de izquierdas son Cuba y ese delirante cadalso llamado Corea del Norte. O, por aquello de universalizar el mensaje, como liberal es Sala-i-Martin.


Libertad Digital, 2 de febrero de 2016

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