lunes, 22 de agosto de 2016

London Bar

Enterado, ay, del probable cierre del London Bar y, lo que es peor, de la muerte de Eli Bertrán en mayo pasado. Cuando en 2008 murió su marido, Antonio Alvalar, el gran Toño, dejé esta necro en mi antiguo blog. Era más bien una queja.

Antonio Alvalar, propietario del London Bar junto con su mujer, Eli Bertrán, murió el sábado. La prensa barcelonesa, tan adicta a sepultar conceptos en lugar de enterrar personas, tan gustosa de decretar la muerte del Chino en lugar de anotar la de quienes lo habitan, apenas ha dedicado a Antonio, Toño para los amigos, una faena de aliño. Tan sólo La Vanguardia, en el ángulo ciego de sus páginas salmón, ha dado cuenta del óbito. Toño se ocupaba de la barra o, por mejor decir, de los hombres que allí bebíamos. El matiz, en su caso, resulta cabal. Manuel Vázquez Montalbán acertó al proclamar que un bar era un barman, pero se dejó en el tintero que una barra son sus clientes. Toño, atento a ese mandamiento, solía congraciar al borracho con la noche por venir sin que el borracho se sintiera culpable del naufragio de la madrugada anterior. Suyas eran las palabras que atenuaban las broncas y las manos que separaban las testuces de los cabestros que allí nos agolpábamos. El Jefe era parco en anécdotas. Quien de veras se afanaba en hilvanar la historia del casi centenario local (que arrancaba en el viejo cosmopolitismo barcelonés y desembocaba en Azucarillo Kings) era Eli, nieta del fundador. No brindaré por Toño ni, por supuesto, recordaré su leve sonrisa. Yo sólo brindo por los vivos y lo hago con Jameson, el whisky que Toño me descubrió aquel domingo de perros de febrero del 93.
-Y éste, ¿lo conoces?
-No.
-Es el que se consume en Irlanda como whisky común; así, como de batalla. Notarás que es agradable, pero no te fíes: es más robusto de lo que parece.


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