miércoles, 20 de enero de 2016

La alcaldesa salió a las cinco

El filósofo Xavier Fina ha hilado en Sense treva (Pòrtic) una magnífica crónica de los primeros cien días de Ada Colau al frente del Ayuntamiento de Barcelona. Magnífica, digo, porque, aun escrita desde la óptica del compañero de viaje (o quizá por ello mismo), abunda en objeciones a la puesta en escena de la alcaldesa y a las alharacas retóricas de la nueva política. Una de ellas es la que tiene que ver con la llamada transparencia. Como saben, entre las prioridades de gobierno de Colau figura la novela del XIX; basta, en efecto, con asomarse a la web del consistorio para reparar en que la supuesta probidad de la lideresa de los comunes se atiene a la sintaxis de las marquesas que salen a las cinco. Hoy, sin ir más lejos, leemos que Colau se ha reunido a las diez con un representante de la Fundación Cataluña Europa, que entre 11:30 y 12:30 ha recibido al teniente general Ricardo Álvarez Espejo, y que a las 12.30 ha mantenido un encuentro con Carina Mejías. Para Fina, el hecho de hacer pública esa clase de información no hace mejor a la institución. Para empezar, porque Colau únicamente da a conocer una parte de su agenda, lo que convierte su presunta política de puertas abiertas en pura gestualidad. En este sentido, las reservas siguen siendo las mismas que las que caracterizaron el comienzo de la legislatura. Valga este párrafo:

La semana del pleno de investidura –que imagino llena de reuniones y nervios para asegurar los votos, de mil entrevistas con posibles colaboradores, con la certeza empírica de que se vio con mucha gente– sólo aparecen tres reuniones. (...) Cojamos una semana de julio, ya como alcaldesa. La del 13 al 17: en toda la semana, seis reuniones. Nuevamente, ninguna comida, ninguna cena, ningún nombre que llame la atención.

El autor, no obstante, niega la mayor. A su juicio, y fiado a las enseñanzas de Josep Tarradellas, que dejó esculpido que la política requiere "hacer las cosas de una determinada manera", "hay cosas que ni salen en la agenda ni deben salir. No es opacidad: es política, es civilización".

Mas la obra es encomiable por otro motivo. Verán, Fina es filósofo pero no vive de la filosofía, sino de una empresa de gestión cultural que contrata, sobre todo, con la Administración, lo que incluye al Ayuntamiento de Barcelona. Y en Sense treva, y a pesar de los guiños de complicidad para con el Gobierno municipal, no se guarda una sola crítica. Bien es cierto que se trata de críticas fundamentadas e incluso envueltas en el hojaldre de la sensatez, pero eso sólo las hace más implacables. Fina, digámoslo ya, es un temerario. Uno de esos hombres, en fin, por los que Cataluña sigue siendo respirable.


Libertad Digital, 19 de enero de 2016

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