jueves, 2 de abril de 2015

Díezsen

En una de sus recientes andanadas contra Ciudadanos, Rosa Díez acusó a la formación de Albert Rivera de estar a favor de la inmersión lingüística, defender los privilegios territoriales, mostrarse indiferente a la corrupción y fomentar el transfuguismo. Tal fue la saña con que se empleó que, más que de Ciudadanos, parecía estar hablando de la sucursal española de Espectra.

No se trataba de la primera vez que Díez o algún integrante de su guardia pretoriana ahondaba en lo que separa a uno y otro partido. En cierto modo, UPyD ha construido su identidad utilizando como piedra angular el menosprecio a Ciudadanos, al que ha siempre ha caracterizado como un partido carente de principios y, por ello, moralmente insalubre. A semejanza del PSOE, que acaba de declarar a Ciudadanos zona libre de caspa, el núcleo duro de UPyD se ha arrogado, desde su nacimiento, la potestad de extender (y sobre todo denegar) certificados de aptitud. De puertas afuera y de puertas adentro, pues las exigencias de pureza suelen apuntar en todas las direcciones. Tantas que, en el culmen del desafuero, Mater Magentísima ha reprochado a los españoles que fueran eso mismo, españoles, en lugar de daneses, bien entendido que en Dinamarca los electores encajarían con el mejor de los talantes los insultos de un Gorriaransen; insultos, por cierto, dedicados casi exclusivamente a quienes fueron promotores de UPyD en 2007.

Sea como sea, UPyD ha terminado enmarañado en una clamorosa contradicción entre el decir y el hacer. El ahínco con que ha subrayado las diferencias entre iguales no parece conciliable con el lema "Lo que nos une", y episodios como el de las 6 horas de repudio al eurodiputado Sosa Wagner se oponen a un compromiso de regeneración democrática que ya sólo puede ir entre comillas. Por si fuera poco, al verse cuestionados al respecto, Díez y su feligresía se han escudado precisamente en la democracia, del mismo modo que han desdeñado a Ciudadanos en nombre de la independencia.

Arrellanado en su ortodoxia, el partido que había de vertebrar la Tercera España ha quedado reducido a un bufete anticorrupción, mas ni siquiera explotando esa veta (a menudo, y en eso se parece a Podemos y Ciudadanos, de forma un tanto demagógica, conforme a las hechuras de un peronismo soft); ni siquiera invocando ese espantajo, decía, se ha granjeado Díez el favor del Pueblo, cuyos designios son, en ocasiones, tan inescrutables como los de Dios. O tal vez no. Tal vez todo sea más sencillo y, como le sucede a Rajoy, el Pueblo no la soporte.


Libertad Digital, 31 de marzo de 2015

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