viernes, 22 de febrero de 2019

Manual de resentimiento

10 de diciembre de 2016. Pedro Sánchez recala con su troupe en la localidad asturiana de El Entrego, en el corazón de la cuenca minera, para desafiar a la gestora  del PSOE en su terreno. No en vano, el jefe del Ejecutivo del Principado, Javier Fernández, preside también la comisión interina que rige el partido, y que se muestra abiertamente hostil al ya ex diputado. En Manual de resistencia, Sánchez refiere el episodio en estos términos: “Unos días después, esta vez tirando de mí la mano [tirando-de-mí-la-mano] de Adriana Lastra y los compañeros asturianos, celebramos un acto en El Entrego […]. Asturias era un lugar particularmente simbólico, ya que Javier Fernández […] encabezaba la gestora”. Respecto al valor que Sánchez concede a lo simbólico, valga el apunte que sigue, perteneciente del capítulo dedicado a la crisis catalana: “En política lo simbólico resulta extremadamente importante, y las situaciones críticas te brindan la ocasión de atenderlo con especial esmero”.

Tan sólo dos meses después, Sánchez anuncia su candidatura a la secretaría general en el pueblo sevillano de Dos Hermanas, esto es, en pleno feudo de Susana Díaz, su gran rival en las primarias. Se trata, obviamente, de la misma clase de escaramuza acometida en El Entrego. En esta ocasión, no obstante, nuestro protagonista recela del lenguaje recto. “Supe que quería anunciar mi candidatura en Sevilla […]. Siempre me he sentido muy arropado por la militancia andaluza, en todo lo que he hecho, y me parecía que tenía mucho significado desde el punto de vista de encarnar al nuevo PSOE, pero al mismo tiempo, en términos históricos, hilándolo con nuestro pasado”. La voluntad, indisimulada en el caso asturiano, de marcar el territorio, se ve aquí torpemente embozada en una suerte de tributo a Andalucía como jardín edénico del socialismo español. Una simple conveniencia, que cabe enmarcar en la omisión general del juego sucio en que incurrieron Sánchez y la entonces presidenta andaluza.

Más cristalina es la reflexión del autor acerca de las encuestas que precedieron a las elecciones del 20 de diciembre de 2015, que pronosticaban un descenso del PSOE aún mayor del que se produjo. “Las encuestas se convirtieron a lo largo de la campaña en un arma de propaganda masiva: estaban claramente orientadas y la intencionalidad era nítida”, afirma en el capítulo 5, “Las elecciones que nadie ganó”. La labor de José Félix Tezanos al frente del CIS, en efecto, no hace sino reflejar sin ambages la importancia estratégica que Sánchez atribuye a la demoscopia para descabalgar o encumbrar a un candidato.

De escamoteos y traiciones (en el sentido cuasi freudiano) así de flagrantes se compone el Manual, una autohagiografía que debería avergonzar no sólo a Sánchez, sino también al PSOE. Semejante escombro, no obstante, no merece siquiera una lectura crítica, y ya no digamos una mirada puntillosa. Hablamos de un hombre, en fin, capaz de alumbrar o suscribir frases de este jaez:

A la llegada a puerto del barco Aquarius: “Quisimos evitar que se convirtiera en un show, como tiende a suceder en nuestra sociedad del espectáculo”. “Aquellos días, el hecho de que las circunstancias convirtieran el Aquarius en mi primera decisión y que adquiriera la envergadura europea que queríamos darle, me hizo darme cuenta de hasta qué punto  han estado presentes en mi vida política los refugiados, esas personas que, como dijo Hannah Arendt, son apenas nada más que seres humanos”.

A propósito de la tardanza del PNV en apoyar la moción de censura: “También, todo hay decirlo, porque son un partido serio, que tiene sus procesos de reflexión y de análisis, sus cauces y sus ritmos”.

Después de la victoria en las primarias de 2017: “No era sólo un cambio en la Secretaría General del Partido Socialista. Había tenido lugar un cambio de época”.

Ante la ovación que le tributan los empleados de Ferraz tras pronunciar unas palabras en la sede, ya como secretario general: “[Mi discurso] les impresionó, no se lo esperaban”.

Sobre la democracia: “Cuando los mecanismos democráticos se desencadenan –sea en una organización o en un país-, cobran vida propia y siguen su curso al margen de las decisiones de nadie, ni siquiera de quienes los desencadenaron”:

Sobre Bill Clinton: “A sus casi setenta años, estaba canoso y envejecido. Sin embargo, su compromiso con la paz en los Balcanes seguía intacto”.

Sobre el niño Aylan. “Justo aquel verano en que regresé a Bosnia, el cuerpo de Aylan, el niño sirio refugiado que apareció muerto en una playa griega, nos conmovió a todos. Menos al Gobierno de Mariano Rajoy”.

Sobre el paso del tiempo: “Enseguida el verano acabó”.

Sobre la bandera española: “Una noche, en casa, abrí el ordenador, me conecté a Internet y encontré la bandera que proyectaríamos en el acto de oficialización de mi candidatura”.

Sobre las ideologías: “No es lo mismo creer que la igualdad es buena para la sociedad, como creemos los socialistas, y luchar por conseguirla, que pensar que un sexo o un grupo social debe detentar privilegios sobre los demás”.

Sobre la naturaleza de las negociaciones: “En toda negociación, las posiciones de partida son distintas a las de llegada”.

Sobre el (des)bloqueo de la legislatura tras el 20-D: “Sabía que estaba en juego algo mucho más grande que mi persona: el colapso de la institución parlamentaria y gubernamental, más el daño a la Jefatura del Estado”.

Sobre la resiliencia: “Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”.

Sobre la relación entre Rivera e Iglesias: “En ese momento, percibo que había un antagonismo físico, no ya político, sino físico, entre ellos”.

Sobre los gobiernos del cambio: “Por ejemplo, en Valencia, donde se puso en marcha un Gobierno del cambio que la derecha mediática española y valenciana dijeron que iba a ser un desastre. Pero entonces, antes incluso del 1-O, resultó que algunas empresas catalanas se iban a Valencia porque ahí se les garantiza la seguridad jurídica”.

Sobre el diálogo: “Cs y Podemos lo deben llevar a la práctica, y superar la repulsión mutua”.

Sobre las ideologías (2): “Recuerdo especialmente a un representante de un partido de izquierdas que encarnaba el comunismo allí [México], con sus vínculos cubanos y norcoreanos. No éramos afines ideológicamente, pero él tenía unos vastísimos conocimientos políticos, y me dijo: ‘A veces la vida te pone en un punto de la historia en que no tienes más remedio que seguir’”.

Sobre la democracia (2): “La democracia sirve, entre otras muchas cosas, para que las preferencias de la ciudadanía se vean materializadas en la acción del Gobierno”.

Sobre el trabajo y la inteligencia artificial: “Todo esto, en fin, es muy complejo y supera con mucho el objetivo de este relato mío, pero lo que me importa subrayar es que toca de lleno las preocupaciones de la socialdemocracia”.

Sobre la política: “Intelectualmente resulta muy estimulante para mí”.

Tras el anuncio de su candidatura a las primarias, en 2017: “Lo acababa de anunciar. Estaba a punto de comenzar una experiencia única, no sólo para el PSOE sino para la política española. Como tantas veces en la historia, se volvía a demostrar que el destino de los socialistas es inseparable del destino de España”.

En los prolegómenos de su primer mitin de primarias en Madrid: “Llegué en mi coche, bajaba conduciendo por Gran Vía, y al llegar a la confluencia de Alcalá, vi una cola enorme [… ]. Y me dije: “¿Qué pasará aquí? ¿Qué habrá, será un concierto?”.

Sobre el referéndum del 1-O: “Desde el momento en que salieron por la mañana con aquel invento del censo universal, aquella votación sin garantías perdió toda legitimidad”.

Sobre C’s: “Ellos como partido han nacido marcados por el conflicto y se desenvuelven bien en en ese enfrentamiento, pero en el aspecto dialogante de la política están perdidos, sencillamente no saben”.

Con todo, lo preocupante del Manual no es tanto la indigencia que trasluce en todas y cada una de sus páginas (hagan la prueba; lean una al azar); o la consideración, tan arraigada en el PSOE, de que mientras que los votantes de Podemos o el PSOE actúan movidos por la ilusión o el idealismo, los de derechas ni siquiera se cuentan como ‘gente’, pues no pasan de ser una masa cautiva de la ignorancia o el resentimiento, o una nebulosa de intereses más o menos espurios. No. Si el libro me sumió en la inquietud es por la posibilidad de que Sánchez no mienta en lo esencial. Y que esa España que a su paso grita ‘¡eres nuestro hombre, no nos falles!’ sea tan cierta como cuantiosa.

Respecto a la relatora, debería dimitir de inmediato. No puedo demostrar que el pago por la redacción del libro (a saber del pobre fontanero que lo ha escrito de verdad) sea una secretaría de Estado. Pero nadie que tenga el concepto de Sánchez que ella tiene puede dirigir nada que tenga que ver con la proyección o defensa de España, única y verdadera resiliente de esta historia.

Voz Pópuli, 22 de febrero de 2019

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