lunes, 31 de diciembre de 2018

La internacional campestre

El periodismo no acaba de atinar a la hora de adjetivar a Vox. Desde su irrupción ha sido calificado de ‘derecha extrema’, ‘extrema derecha’, ‘ultraderecha’, ‘populista de derecha’, ‘derecha radical’, ‘derecha xenófoba’, ’extremista’, ‘neofranquista’... No, miren, es bastante más sencillo: Vox es un partido nacionalista. Tal es su rasgo primordial, y tiene respecto al resto de atributos la ventaja semántica de que, en diversas proporciones, los comprende todos. Un extremista puede no ser nacionalista, pero cualquier nacionalista participa del extremismo, y ya no digamos de la xenofobia o el supremacismo. Y ello pese a que se precie de convencional o se reclame moderado. De ahí que resulte paradójico que en España, tal vez el país de Europa que más viene sufriendo los efectos del nacionalismo, los analistas de tropa no acaben de atreverse a bautizar a Vox con los rudimentos que más a mano tienen, los que la misma historia reciente ha puesto en sus manos. 

A estas alturas del partido, en fin, no debería haber herramienta más eficaz para el descrédito de dicha formación política que la simple taxonomía del sentido común: el partido nacionalista Vox. Más aún cuando el principal destinatario de su lenguaje belicoso, de su cháchara intimidatoria, es ¡Ciudadanos!, cuya resistencia al pacto de gobierno con Vox, en Andalucía o Bruselas, ha de basarse, en efecto, en la misma convicción antinacionalista de que hace gala desde sus orígenes. Digámoslo de nuevo: el partido nacionalista Vox. El de ‘Echenique a la Argentina’ y ‘Valls a la Martinica’; el de la efusión sentimentaloide y los nacionales primero; el de la identidad excluyente y la supresión de las autonomías; el del libertinaje y la oligarquía ‘que nos gobierna’. Esa señora de Bravo Murillo que le dijo al dependiente "tú no eres español ni eres nada" tiene, al fin, un partido al que votar. 

Recorre el mundo una oleada antipolítica que se define por su resuelto carácter agro: América First, el Procés, el Brexit, la Venezuela de Maduro… El denominador común de esos cataclismos no es la izquierda o la derecha (esas antiguallas) sino la animadversión a la ciudad, esto es, al liberalismo, al cosmopolitismo, al mestizaje, a la modernidad. Y esa lid reúne a los tractorianos y a los chalecos amarillos, al matón fronterizo de Texas y a las manadas chavistas de Caracas. En los aledaños de esa corriente, no lo duden, se inscribe Vox.

 Voz Pópuli, 31 de diciembre de 2018

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