domingo, 21 de octubre de 2018

El cáncer en tiempos del me too


La conmemoración del Día Mundial contra el Cáncer de Mama empieza a cobrar rango de reivindicación política, aunque no esté claro qué debemos reivindicar ni a quién debemos dirigir la reivindicación. No parece que la investigación en cáncer de mama esté precisamente descuidada, y prueba de ello son los más de treinta estudios que, sólo en España, se han llevado a cabo en 2018. Los avances en el cribado y la detección, la delimitación de los perfiles biológicos y el desarrollo de fármacos más eficaces han elevado los porcentajes de supervivencia a cifras impensables hace cuarenta años, y el lapso entre un hallazgo decisivo y otro es cada vez menor. Asimismo, la atención médica que la sanidad pública dispensa a las pacientes no es en modo alguno precaria, cuando menos en España, y en lo que respecta a los usos sociales, el apoyo y la solidaridad han suplido a la estigmatización, que, por decirlo todo, nunca ha resistido comparación con la que sufrieron los enfermos de sida.

Así y todo, cada 19-O supera en aspavientos al anterior, en lo que ha devenido en un sacramento unanimista que guarda parecido con las kermés del metoo. También en lo que respecta a sus palabras clave: visibilidad, ‘dar la cara’, ‘levanta tu mano’… Del revuelo sororo participan periódicos, televisiones, partidos, autonomías, ayuntamientos, patronal, sindicatos, bancos, multinacionales… Y a semejanza de la manifestación del 8-M, cuya más insigne avalista fue una Botín, enfrente no hay nadie.

Lo que acontece, así, es un soliloquio con ínfulas de lucha social, cuyo principal combustible no es la conciencia sino el narcisismo. Pedro Sánchez, a quien el cargo debería impedir (un impedimento ontológico) reclamar nada, tampoco se ha abstenido de mostrarse partidario de “más inversiones en tratamiento”, contradiciendo así la idea del poder como torre de soledades. Incluso hemos visto a una ministra asegurar ante las cámaras que ella también pasó por el trance y ya ven, confesión que por un lado parece tributaria del método Colau y por otro sugiere que la próxima estación podría ser la negación misma de la enfermedad, o lo que es lo mismo: una grave parade contra el sentido.

Vóz Pópuli, 21 de octubre de 2018

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