martes, 26 de diciembre de 2017

Un rey entre claudátors


Me dirijo a todos vosotros para felicitaros la Navidad y transmitiros junto a [me permito sugeriros, majestad, la fórmula "también en nombre de", o acaso "en mi nombre y en el de"] la Reina, la Princesa de Asturias y la infanta Sofía [si nombráis a Sofía, majestad, también deberíais nombrar a Letizia y a Leonor] nuestros mejores deseos para el año 2018.

Y os agradezco que en esta noche de encuentro de familias y de seres queridos [distinguir entre familias y seres queridos, majestad, podría prestarse a un real equívoco, por lo que os recomiendo que no dupliquéis el sintagma. Pensad que a los familiares, por lo común, se les quiere, y que los matices los carga el diablo] me permitáis acompañaros unos minutos para compartir con vosotros algunas reflexiones, cuando estamos ya a punto de terminar el año [es el año, majestad, el que termina. Y lo hace solo, sin que medie en su acabamiento la voluntad del hombre. Ni siquiera, me temo, la vuestra].

2017 ha sido en España, sin duda, un año difícil para nuestra vida en común; un año marcado, sobre todo, por la situación en Cataluña, a la que luego me referiré.

Pero también ha sido un año en el que hemos comprobado el compromiso muy sentido, firme y sincero de los españoles con la España democrática que juntos hemos construido.

Porque a lo largo de los últimos 40 años hemos conseguido hacer realidad un país nuevo y moderno, un país entre los más avanzados del mundo:

Hemos asentado definitivamente la democracia, incluso superando hace décadas un intento de involución de nuestras libertades y derechos [dado que el capítulo segundo de la Constitución está dedicado a "derechos y libertades", y que la sección primera habla específicamente de "derechos fundamentales y libertades públicas", pasaré por alto que la libertad no sea sino un derecho. Mis apostillas, majestad, no tienen como objetivo reformar la Carta Magna]. Somos una parte esencial de una Unión Europea con la que compartimos objetivos y una misma visión del mundo.

Frente al terrorismo hemos conseguido hacer prevalecer [¿qué os parecería, majestad, aligerar ese convoy –haber + conseguir + hacer + prevalecer– y decir, haciendo un guiño al pueblo y su llaneza, "hemos conseguido que prevalezcan"] la vida, la dignidad y la libertad de las personas con la fuerza de nuestras convicciones democráticas [por lo demás, majestad, intentemos que la llaneza no se deslice hacia la rudeza: "gracias a" sirve más delicadamente a vuestro propósito que ese primario "con"].

Y hemos llevado a cabo, en fin, la transformación más profunda de nuestra historia en muchos ámbitos de nuestra vida: en educación y en cultura, en sanidad y en servicios sociales, en infraestructuras y en comunicaciones, o en defensa y seguridad ciudadana.

En definitiva, a lo largo de todos estos años de convivencia democrática, los derechos y libertades, el progreso y la modernización de España, y también su proyección y relevancia internacional, han ido de la mano.

Y todo ese gran cambio, todo ese gran salto sin precedentes en nuestra historia, ha sido posible gracias a una España abierta y solidaria, no encerrada en sí misma; una España que reconoce y respeta nuestras diferencias, nuestra pluralidad y nuestra diversidad [no me he detenido, majestad, en la dupla "reconoce y respeta" por su valor enfático, pero el paralelismo o anáfora de "nuestras diferencias, nuestra pluralidad y nuestra diversidad" parece más la treta de un plumilla que ha de alargar el texto que un recurso regio], con un espíritu integrador; una España inspirada en una irrenunciable voluntad de concordia.

En el camino que hemos recorrido, desde luego, hay que reconocer que no todo han sido aciertos; que persisten situaciones difíciles y complejas [lo complejo, majestad, debe gestionarse, no corregirse. En cualquier caso, si con "situaciones difíciles y complejas" aludís eufemísticamente a "problemas", tengo para mí que los españoles agradecerían, al menos, que el velo no indujera a error. Mas también el lenguaje es negociable, y "situaciones problemáticas" podría ser, sin duda, una salida airosa] que hay que corregir, y que requieren de un compromiso de toda la sociedad para superarlas.

A pesar de todo ello, el balance tan positivo de todos estos años es innegable. Tenemos que apreciarlo y valorarlo [la insistencia en esta clase de remaches, majestad, evoca la fraseología del ex presidente Zapatero, y a este respecto he de advertiros que tenéis proscrita la identificación con tal o cual político]. Merece la pena y nos lo merecemos como país y como sociedad. [Presiento, majestad, que su afán copulativo carece de remedio].

Porque la historia de la España que juntos hemos construido es la historia de un gran triunfo de todos los españoles [bien es verdad, majestad, que un texto es una escalera que requiere descansillos, pero incluso éstos han de tener algo debajo]. Una España a la que no debemos renunciar, que debe ilusionar y motivarnos [...] y que debemos seguir construyendo, mejorándola, actualizándola, sobre la base sólida de los principios democráticos y los valores cívicos de respeto y de diálogo que fundamentan nuestra convivencia.

Unos principios y valores que, como hemos comprobado incluso en este año 2017, están profundamente arraigados en nuestra sociedad, en la vida diaria de nuestros ciudadanos, y tienen raíces muy hondas en las conciencias y en los sentimientos de los españoles [reparad, majestad, en que lo arraigado vale para "sociedad" pero "raíz" no vale para "españoles", tomados de uno en uno y con su raíz honda en la conciencia. O habrá quien vea, en lugar de españoles, al monstruo arbóreo de Bayona]. Mucho más de lo que nos podíamos imaginar.

España es hoy una democracia madura, donde cualquier ciudadano puede pensar, defender y contrastar, libre y democráticamente, sus opiniones y sus ideas ["donde cada ciudadano puede pensar sus ideas". La hinchazón del lenguaje, majestad, conlleva el riesgo cierto de perder el hilo y con él, el sentido]; pero no imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás ["opiniones" e "ideas", majestad, están muy cercanas como para que no resistan el pronombre, y en "propias" y "frente" me ha parecido ver la mano de nuestro plumilla apurado. Dejémoslo así: "pero no imponerlas a los demás"].

Respetar y preservar […] los principios y valores […] de nuestro Estado social y democrático de Derecho es imprescindible para garantizar una convivencia que asegure "la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político", tal y como señala nuestra Constitución [dado que esos principios, majestad, incluyen la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo, lo que estáis diciendo, en realidad, es que el respeto a los principios garantiza la convivencia que asegura los principios. Y el pavo se enfría]. Porque cuando estos principios básicos se quiebran, la convivencia primero se deteriora y luego se hace inviable. [Como quiera que "inviable" está reservada a empresas o proyectos –qué influenciable soy, lo sé, majestad–, la sustituiremos por "insufrible", que es, lo he vivido en mis carnes, la palabra que mejor define el punto de deterioro de la convivencia en Cataluña].

Hace unos días, los ciudadanos de Cataluña han votado ["votaron", majestad; si hace unos días, "votaron"] para elegir a sus representantes en el Parlament, que ahora deben afrontar los problemas que afectan a todos los catalanes, respetando la pluralidad y pensando con responsabilidad en el bien común de todos [el bien común, majestad, es de todos por definición].

El camino no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión, que –como sabemos ya– solo generan discordia, incertidumbre, desánimo y empobrecimiento moral, cívico y –por supuesto– económico de toda una sociedad.

Un camino que, en cambio, sí debe conducir a que la convivencia en el seno de la sociedad catalana –tan diversa y plural [...] como es– recupere la serenidad, la estabilidad [...] y el respeto mutuo; de manera que las ideas no distancien ni separen […] a las familias y a los amigos. Un camino que debe conducir también a que renazca la confianza, el prestigio y la mejor imagen de Cataluña; y a que se afirmen los valores que la han caracterizado siempre en su propia personalidad ["los valores que la han caracterizado en su personalidad", majestad] y le han dado los mejores momentos de su historia: su capacidad de liderazgo y de esfuerzo, su espíritu creativo y vocación de apertura, su voluntad de compromiso, y su sentido de la responsabilidad.

Pero superar los problemas de convivencia que ha generado esta situación no nos puede hacer olvidar, por supuesto, otras serias preocupaciones y desafíos de la sociedad española, que también condicionan nuestro futuro y a los que me voy a referir muy brevemente:

Nuestra economía y el empleo han mejorado sustancialmente, pero la creación de puestos de trabajo estables tiene que ser siempre un objetivo esencial y prioritario […] Como igualmente no puede caer en el olvido la obligación y la responsabilidad […] de afrontar la desigualdad y las diferencias sociales […], sobre todo tras las consecuencias generadas por la reciente crisis económica, que tanto daño ha hecho a no pocas familias, y ha afectado tanto al futuro de muchos jóvenes.

El terrorismo yihadista sigue siendo una amenaza mundial y este año nosotros lo hemos sufrido directamente en Barcelona y Cambrils. Los españoles sabemos muy bien que solo desde la unidad democrática, la firmeza del Estado de Derecho y la eficacia de la cooperación internacional podremos vencerlo y derrotarlo [disculpad mi osadía majestad, pero sois un cachondo]. Y así lo haremos, teniendo siempre muy presentes el recuerdo y el respeto permanente a sus víctimas.

La corrupción se mantiene también como una de las principales preocupaciones de la sociedad, que demanda que sigan tomándose las medidas necesarias para su completa erradicación ["erradicación", majestad, es "extracción total", por lo que convendría ahorrarse el "completa"], y que los ciudadanos puedan confiar plenamente en la correcta administración del dinero público.

Por otra parte somos Europa, y Europa se encuentra en estos momentos en una encrucijada histórica. España debe recuperar su protagonismo en un proyecto europeo que ahora requiere una mayor vitalidad e impulso […] Europa –y España con ella– tiene que hacer frente a unos retos que son globales y ante los que no cabe la debilidad o la división sino la fortaleza de la unión.

La defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático no son problemas menores ni secundarios […] por la dimensión y los riesgos que acarrean y que ya estamos sufriendo. Debemos ser muy conscientes de ello, e implicarnos todos mucho más. Y España debe mantenerse firme en sus compromisos ante un problema que afecta a todo el planeta y que requiere soluciones no sólo globales, sino verdaderamente urgentes.

Tenemos otras muchas preocupaciones –desde luego–, pero esta noche no quiero olvidarme de las mujeres que, en un silencio tantas veces impuesto por el miedo, sufren la violencia de género. Una lacra inadmisible que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna.
Mantengamos la firmeza y el apoyo político para ayudar y defender […] a las víctimas y concienciemos a toda la sociedad contra esa violencia, criminal y cobarde, que degrada nuestra convivencia.

2018 nos espera en unos días y debemos seguir construyendo nuestro país, porque la historia no se detiene. Y no hemos llegado hasta aquí para temer al futuro sino para crearlo.

Y estoy seguro de que nadie desea una España paralizada o conformista, sino moderna y atractiva, que ilusione; una España serena, pero en movimiento y dispuesta a evolucionar y a adaptarse a los nuevos tiempos.

Sintámonos, sin complejos, orgullosos de todo lo que hemos conseguido porque es mérito de todos; confiemos en lo que siempre nos ha unido, en lo que somos, tal y como somos, y sobre todo en lo que podemos alcanzar juntos con una fe firme en nuestras convicciones y en nuestras capacidades. Si seguimos por ese camino, si lo hacemos así, y con todas nuestras energías, yo estoy convencido de que el año que viene –y los que vendrán después– serán mucho mejores. Sin duda.
Ese es mi deseo para todos en esta noche tan especial.

Muchas gracias. Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal y Boas festas.

Buenas noches. Y Feliz y próspero año 2018.


Libertad Digital, 26 de diciembre de 2017

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