martes, 10 de enero de 2017

Dickens en Sallent

T.B Kennington / Giovannini 
El periodismo exige a veces revolcarse en lodazales; sobre todo, para evitarle al lector la molestia de hacerlo. Hoy he dedicado 48 minutos a ver la entrevista de Pablo Iglesias a Anna Gabriel en La Tuerka, que, más allá del supuesto valor informativo de algunas declaraciones, constituye un verdadero tutorial antisistema.

"Gracias por estar aquí", le dice Iglesias a Gabriel, a lo que ésta contesta: "Gracias a vosotras". A vosotras, sí, la charla obliga a cualquier lector medio a un continuo reseteo de sus tratos no ya con el lenguaje, sino con la realidad. A continuación, Iglesias le pregunta por su niñez y Gabriel responde que a ella no le gusta hablar de aspectos tan personales de su biografía ni cree que haya llegado el momento de hacerlo. (Gabriel, entiéndase, es un animal eminentemente político, por lo que no ha lugar a concesiones al entertainment típicamente burgués). Aun así, termina por claudicar. Y de qué manera. "A mí me educó la tribu", afirma, que a mí me suena como aquel "A ti te parrrió una gamba" del añorado Eugenio. Gabriel entiende por tribu la red de familiares, vecinos y canguros que estaban a su cuidado cuando sus padres estaban en el trabajo.

Pero Iglesias quiere más; quiere saber, concretamente, de qué barro se hace una persona como ella, sonsacarle el once upon a time que todos llevamos dentro. "Cuando en tu familia no hay más capital que las manos, cuando cierra la fabrica, cuando el patrón decide que por estar sindicado vas fuera... Todo eso te interpela, claro. Yo soy un producto de todo eso". (No tener más capital que las manos, esa ventriloquía). También la interpelaron los piojos. Su abuela, por las tardes, llevaba a casa a niños harapientos que no tenían donde ir y éstos le transmitían los parásitos a la pequeña Anna. Por lo demás, las necesidades en su familia siempre fueron acuciantes, y es precisamente la pobreza lo que llevó a Anna a destacar en los estudios. No tenía otra: sin buenas notas no había becas y sin becas, no había posibilidad de seguir estudiando. Con todo, su abuela solía decirle lo que Simeone a sus muchachos: "La cabeza bien alta", expresión que activa en Iglesias su fiero instinto taxonómico: "Eso, Anna, es orgullo de clase". El líder de Podemos ha reconocido a la criatura en cuanto ésta ha asomado la patita; no en vano, viene "de un sitio bastante más marginal que el sitio del que vienes tú". "Bueno, bueno, en mi pueblo, Sallent, hubo mucha heroína, ¿eh?, que en el cementerio hay toda una fila de tumbas de heroinómanos. Claro, había un foco combativo y alguien decidió sofocarlo a base de heroína". "Joder, cómo te entiendo".

Llega el momento del cuestionario. "Uf, no me lo he preparado, pero en fin...". "Dime un referente político". "Hostia, si te digo un nombre luego voy a sufrir porque voy a pensar 'qué traición a los otros referentes'". "Pueden ser varios". "Ah, vale. Pues mi abuela y Fidel Castro, que se nos acaba de ir y tuve la suerte de estar en La Habana para despedirlo". "Un maestro o maestra". "Verás, por Sant Jordi yo participaba en concursos de redacción para optar al regalo, que consistía en lotes de libros, y hubo un año en que escribí una redacción que se llamaba Espíritu bolchevique, y una maestra me dijo que con ese título no ganaría, pero que, por favor, no lo cambiara. Y no lo cambié".


Libertad Digital, 10 de enero de 2017

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