martes, 31 de diciembre de 2024
¡Académicos a mí!
domingo, 15 de diciembre de 2024
Jetas
Sea como sea, el desconocimiento de aquellos rostros imponía un distanciamiento que tendía a enaltecer las noticias, las columnas y el oficio mismo. Como si el aura de misterio que desprendían aquellas letras obligara a leerlas con una deferencia que en algunos casos mutaba en reverencia.
Los primeros debates en programas, digamos, de entretenimiento, empezaron a desvelarnos quiénes se ocultaban tras los textos, y no siempre para mal, pues a menudo los autores eran más ocurrentes y joviales que en mis fabulaciones, y no faltaban los que afinaban el verbo hasta tal punto que parecían estar leyendo lo que decían en algún rincón de su cabeza.
Lo corriente, sin embargo, era llevarse un chasco, siquiera por haber idealizado a quienes venía profesando admiración. Demasiado feo, demasiado borde, demasiado gilipollas.
Hoy, cuando la programación televisiva se ha convertido en una tertulia ininterrumpida, las radios han abierto delegación en Youtube y el periodismo se ha rendido a las redes sociales, no queda en pie un solo velo; también, por cierto, en lo que atañe al intelecto. Columnistas dignos de atención se revelan en Twitter como verdaderos cretinos, como chistosos sin gracia ninguna, como solemnes ignorantes.
El periodista Manuel Trallero decía, para ilustrar la trama confianzuda en que se dirimía el poder, incluido el cuarto, que en Barcelona ya nos habíamos visto todos en pijama alguna vez. Bien, la sobreexposición ha llegado a tales niveles que hay periódicos que parecen una rave pijamera.
Las tornas han cambiado. Antes no conocías la jeta; lo que ahora se desconoce es la obra.
sábado, 14 de diciembre de 2024
Autopsia del nevenkismo
Que a nuestros críticos les hayan temblado las piernas ante semejante bodrio, que ninguno de los puntillosos de turno se haya atrevido a demolerlo, que el implacable Boyero, en lugar de enviar Soy Nevenka a la trituradora, la haya calificado (¡hay que ser timorato!) de ‘correcta’, habla de un sistema cultural fallido, copado por pusilánimes que agotan sus exiguas reservas de valentía en un pellizco de monja cada tanto, y siempre en el mismo culo.
De la molicie no se salva el periodismo de entretenimiento. Luz Sánchez-Mellado le preguntó a Bollaín si Ismael Álvarez había visto la película y ésta fue su respuesta: «No. Pensamos en contar con él, pero todavía niega los hechos sentenciados en firme. Entonces, ¿para qué?».
Pa’qué. Pa’ná. Pos’eso.
Luis Martínez incidió en la misma cuestión.
— ¿Llegaron a hablar con Ismael Fernández [sic]?
— Nos lo planteamos, pero luego vimos a través de la infinidad de entrevistas que ha concedido, que su discurso ha sido y es siempre el mismo. Él no ha cambiado en todos estos años. Es muy difícil mantener una conversación con alguien que lo niega todo. Cuando salió la sentencia buzoneó a todos los vecinos de Ponferrada con más de 20.000 cartas. Y ahí, en seis folios, dejó clara su postura.
En 23 años, Ismael no ha sido entrevistado, a propósito de Nevenka, más que en cuatro o cinco ocasiones; eso y algún que otro canutazo equivalen, en el cómputo desquiciado de Bollaín, a una «infinidad de entrevistas». También es falso que buzoneara 20.000 cartas; en verdad, envío un centenar (algo menos, dice él) y buzoneó alrededor de mil.
En cualquier caso, la molicie a la que me refería no tiene tanto que ver con la ausencia de comprobaciones o repreguntas a Bollaín, cuanto con el hecho de que ni Sánchez-Mellado ni Martínez consideraron la posibilidad de entrevistar a Álvarez, como habría sido su obligación.
Por su parte, Gregorio Belinchón, acaso imbuido por los muchos y variados aquelarres de los que suele ser objeto Ismael, incurrió en algo más que un traspié; cuando menos, por lo que toca a las posibles consecuencias judiciales. En febrero de 2024, se descolgó con una falsedad que aún sigue incrustada en las páginas de El País:
«Después llegó el juicio, el cambio de fiscal, ya que el primero realizó un polémico interrogatorio a la denunciante, y la condena en mayo de 2002 a Ismael Álvarez por parte del Tribunal Superior de Castilla y León con una pena mínima, aunque por primera vez un político español pisó la cárcel por acoso sexual».
Ismael Álvarez jamás pisó la cárcel.
Omisionario
La esposa de Ismael, Toñi, falleció el 12 de agosto del 99 por un cáncer del que había enfermado cuatro años antes. No habían transcurrido seis días del entierro cuando Nevenka le regaló a Ismael un ejemplar de Donde el corazón te lleve, el long seller de Susanna Tamaro. En la portadilla le había escrito la siguiente dedicatoria: «Espero que este libro te reconforte (tal y como me sucede a mí) en los momentos tristes de tu vida. Un beso fuerte. Nevenka. 18 de agosto del 99».
Bollaín no saca a relucir esa burda invitación a la vida; probablemente, para evitar que su fábula despegara con plomo en las alas. Porque lo que ha perpetrado Bollaín, y antes perpetraron Juanjo Millás, sumo sacerdote del nevenkismo, y Ana Pastor, su monaguilla, son fábulas, con la diferencia de que en lugar de pregonar moralejas, han extendido facturas.
El afecto de Nevenka por Ismael afloró de nuevo al cabo de un mes, en la Clínica de Ponferrada, donde el ya alcalde se sometió a una intervención de hemorroides. Un comienzo jodido, sí, pero entre tortolitos, incluso unas hemorroides pueden ser (¡cómo no van a serlo!) entrañables.
Así lo cuenta Ismael en Escrito queda: «Durante los días en que estuve ingresado, [Nevenka] fue a verme varias veces. No eran visitas de mera cortesía, pues en alguna de ellas llegó a acompañarme varias horas, ofreciéndome consuelo, tratando de infundirme optimismo o de arrancarme una sonrisa. En una de esas ocasiones me llevó un flotador».
Bollaín omite el lance hemorroidal (¡tan cinematográfico!) y la circunstancia (banal, si se quiere) de que por aquellos días Nevenka tenía novio. Se llamaba Ramón, vivía en León y, según ella misma le dijo a Ismael, lo «estaban dejando».
La operación de borrado, que afecta asimismo a los cuatro meses que duró la relación, a las escapadas a Portugal, a Madrid, a La Coruña, a los fines de semana en hotelitos de la comarca… sólo se explica por la voluntad de hurtar al público que entre el alcalde y la concejal hubo algo que, si no fue un noviazgo, se le pareció bastante.
La manipulación habla a las claras no sólo de la mala fe de Bollaín, sino también de su estulticia, pues el acoso (si no digo presunto es porque media una sentencia) habría sido más creíble si antes hubiéramos conocido los pormenores ñoños del love story… y cómo el desengaño desairó a Ismael. Pero ni inventar saben.
En parte, porque la acción se alimenta de la conjetura que dejó esculpida Millás en su Hay algo que no es como me dicen: «Desde mi punto de vista, una vez que Ismael Álvarez propuso a Nevenka Fernández ir la número tres de su candidatura en las elecciones municipales, pero, sobre todo, una vez que, ganadas las elecciones, le ofreció la Concejalía de Hacienda y Comercio, que ella aceptó, no había ninguna posibilidad (y subrayo, ninguna) de que este hombre no acabara en la cama con Nevenka Fernández».
Había, por consiguiente, que aligerar la realidad para que no viéramos una relación convencional, de las que nacen, se tuercen y mueren, sino a un depredador y a su víctima. La clase de economía narrativa que moldea los documentales de La 2. Un bestiario ponferradino.
Un Torrente por delegación
La discoteca de Ismael, Delfos, fue eso que da en llamarse un templo del ocio nocturno. Dado que a Ismael, en Soy Nevenka, se le caracteriza como a un matón, a qué resistirse a la tentación de apurar el tropo y extender el atributo a los empleados de su local, en el que vemos (Bollaín, en alarde de sutileza, nos obliga a ver) a un segurata disfrazado de skin amenazando a unos clientes con un bate de béisbol. El sicario vicario.
La presunción de inocencia, enervada
El juez que condenó a Ismael por acoso sexual lo hizo sin otra base que lo que, con los años, se popularizaría como «yo sí te creo, hermana». No lo digo yo, sino la propia sentencia:
«Fundamos nuestra convicción en las pruebas de cargo practicadas en el juicio oral. […] En la causa sólo disponemos, como pruebas directas, de las declaraciones de la querellante y del acusado (las pruebas indiciarias aparecen menos claras, y a veces contradictorias, parciales y poco creíbles). […] Sabido es que en los delitos contra la libertad sexual (sus. 19 de junio de 1991 y 18 de mayo y 9 de junio de 1993) el testimonio de la víctima puede constituir prueba suficiente para enervar el derecho a la presunción de inocencia del acusado, al ser relativamente frecuente que el Tribunal no disponga de más prueba inculpatoria, pues estos delitos se llevan a cabo siempre en la intimidad».
Pero Bollaín no tiene suficiente con que Ismael haya sido declarado acosador (sin más prueba, insisto, que la palabra de Nevenka). A fin de completar el pack, le acusa de corrupto.
«Eso sí, la Concejalía de Hacienda supone discreción absoluta».
*
«Va a ser un amigo suyo el que retire la montaña de carbón, y otro el que desarrolle el proyecto, y serán amigos suyos también los que reciban las contratas de limpieza y mantenimiento».
*
— [Ismael] ¿Y el del rinconcito?
— [Concejal] No, a ese no, que no se enrolló. Que se joda ahora y aprenda.
— [Nevenka] No, pero yo a ese señor le conozco, tiene un negocio familiar, no se puede negar una licencia así como así.
— [Ismael] ¿A ver, qué más?
*
— Mira, de lo que vamos a construir en La Rosaleda, te quedas con un ático. Con el que más te guste, de premio.
La primera vez
Bollaín describe el primer encuentro sexual entre Ismael y Nevenka como un acto cuasi forzado,que arranca con Ismael acorralando a Nevenka en el portal de su vivienda.
— Anda, déjame subir, y me enseñas ese pisito nuevo que te has comprado.
— Que no, Isma.
— ¿Pero por qué?
— Porque no.
— ¿En serio? Mira, probamos, y si no funciona, no pasa nada, seguimos siendo amigos.
— Es que esto no va así, porque lo normal es empezar una relación, ver si hay feeling, si funciona, y luego ir más allá, no al revés.
— Pero que eso es lo que hacemos las personas adultas, Quenqui. Eres muy joven y muy inexperta.
Una nueva licencia de la licenciosa. Porque el primer beso fue en el coche de Ismael. Escrito queda: «Sea como fuere, fue fraguándose un cariño mutuo que un día de finales de octubre derivó en algo más. En el coche, a eso de la una de la madrugada, nos besamos». Y entre el primer beso y el primer sexo, pasaron semanas. Escrito queda: «A finales de noviembre se produjo nuestro primer encuentro íntimo. Ocurrió cuando ella lo propuso».
Ni siquiera fue en casa de Nevenka, como falsea Bollaín, quién sabe si con la intención de acentuar la naturaleza invasiva de Ismael. Ese primer encuentro se produjo, a sugerencia de Nevenka, en una casa semiabandonada que Ismael tenía en las afueras de Ponferrada.
No parece que la experiencia fuera desagradable, cuando menos para
Acosador, corrupto… y violador
Bollaín debería explicar en qué se fundó para recrear el intento de violación en el despacho de Ismael. Porque ni en el juicio se dirimió ese delito ni Nevenka, en su declaración, acusó a Ismael de haberla empotrado contra una librería y de intentar arrancarle las bragas para penetrarla, que es lo que vemos en la película.
«Su actitud de presión se tradujo en notas manuscritas, mensajes en el teléfono móvil, cartas, comentarios verbales que prefiero no reproducir literalmente y un desprecio hacia mi trabajo y hacia mi persona, con descalificaciones, actos y vejaciones que atentaron contra mi integridad psíquica y física. […] Éstas, y sólo éstas, son las razones que han motivado el que hoy presente mi dimisión irrevocable. […] Por supuesto, ya he presentado la correspondiente querella criminal y espero que con el tiempo se haga justicia».
Ante el tribunal sí llegó a hablar de presión sexual en el despacho. Veamos lo que dice, a este respecto, el voto particular del magistrado Antonio Martínez Villanueva:
«Igualmente ha quedado acreditado que el despacho del alcalde no está insonorizado, por el testimonio de María Encina (secretaria particular del alcalde y que asimismo lo fue con el homónimo en la etapa socialista) y de Alejandra Vidal, en el que manifiestan que se oyen las conversaciones desde el pasillo con más o menos claridad, y en especial desde el despacho de la primera, por lo que difícilmente han podido acontecer los hechos que relata la querellante de presión sexual en el mismo. Así, declaran que no han observado estas situaciones ni escuchado frases de la índole que Nevenca atribuye al alcalde, ni apreciado en ella ninguna alteración ni malestar, ni nerviosismo cuando salía del despacho del alcalde; en resumen, no han visto nada anormal».
Postmanuscritos
En su declaración a los medios, esa en la que denunció el acoso que venía sufriendo, Nevenka habló de notas manuscritas.
Éstas son sólo tres de las que ella le siguió escribiendo a Ismael durante los meses en que éste había convertido la vida de Nevenka en un infierno.
Un aparte: «Lo que siento por ti lo tuve claro desde el principio». En la escena en que Ismael se le declara en su coche, frente al Ayuntamiento, no hay claridad que valga.
– Quenca, no puedo ocultártelo más, siento algo muy fuerte por ti… Muy fuerte, y yo noto que tú también.
– Claro que siento algo, somos amigos y yo te admiro y te respeto mucho, Ismael [Él le acaricia la mejilla.]… Pero no sé si es esto [violentada].
– ¿No me has dicho que sientes un poquito por mí? ¡Pues ya está!
– Ismael, no. Lo siento.
Dejemos de lado el estilo telenovelesco, puramente venezolano, del diálogo.
Yo no estaba en ese coche (¡ni yo ni los omniscientes Millás y Pastor!), pero Bollaín sí ha tenido acceso a esa y a otras notas. Conste que no son en absoluto incompatibles con el hecho de que Nevenka pudiera haber manifestado dudas o, después de dejarlo, en un arrebato efusivo, quisiera estirar el chicle. Pero en una obra basada en hechos reales es obligatorio que también figuren esas notas. A no ser que la idea no sea armar un relato ambicioso, tan complejo como compleja es la vida, sino un hecho real basado en un mosaico de ficciones.
De Valladolid a Logroño
Una de las cumbres de la película es la boda a la que acuden en Logroño Ismael y Nevenka. Al llegar al hotel, Bollaín escenifica el siguiente diálogo, con el que da a entender que Ismael le ha tendido una encerrona a Nevenka:
– ¿Y la mía [mi habitación]?
(Recepcionista)- Estamos completos.
– Me lo podrías haber dicho, ¿no? Hubiera buscado otra cosa.
– ¿Me vas a montar el numerito? ¿Qué pasa? ¿Qué nunca has compartido con un amigo?
– No, no es eso Ismael, pero es que…
– Es suficiente gasto, qué necesidad hay de pagar otra habitación… ¡y con dinero público!
La escena intenta poner de relieve cómo Ismael se ufanaba de cargar los gastos personales al erario. Pero la acusación de corrupto es, en este caso, el menor de los problemas de Bollaín. Porque quien reservó la habitación fue Nevenka.
Una habitación doble para dos adultos, a nombre de Nevenka Fernández, del 7 al 9 de julio de 2000. Eso dice el bono de ECI.
«De todo ello se deduce», dice el voto particular, «que María Nevenca salió de Ponferrada siendo consciente y aceptando que iba a compartir la habitación con el acusado, en unas fechas en las que ella manifiesta que estaba siendo víctima de acoso sexual por parte de una persona con la que acepta voluntariamente compartir dos noches, lo que no deja de causar extrañeza, teniendo en cuenta la situación que al respecto relata la querellante […] Habitación que consta asimismo reservada a nombre de Nevenca Fernández en la documentación informática obrante en los autos, aportada por El Corte Inglés. […] Y no sólo está acreditada esta situación mediante la prueba testifical, sino también mediante la prueba documental aportada por el testigo Juan Luis Vasallo, en que se acredita, mediante un listado de llamadas telefónicas, que en los días 6 y 7 de julio se hacen seis llamadas, desde los diversos números de las oficinas de El Corte Inglés, al teléfono móvil de Nevenca […], que utiliza su condición de concejal del Ayuntamiento de Ponferrada, en relación con este viaje…
… Asimismo no queda probado, pese a la manifestación de Maria Nevenca, el hecho de que cuando la querellante se personó, en unión del acusado, el día 7 de julio de 2000, en la recepción del hotel, se interesara por si existía alguna habitación libre».
Pero no es sólo el voto particular: el juez que condena a Ismael también considera «hecho probado» lo que dice el voto particular: «… pernoctando juntos en Logroño en la misma habitación, que, según la agencia de viajes, reservó Nevenca y pagó Ismael».
En el juicio, Nevenka 1) negó que ella reservara la habitación, y 2) acusó a Ismael de masturbarse ante ella. No le vio hacerlo porque ella estaba de espaldas, en otra cama, pero lo oyó, dice, y lo olió. Bollaín presenta los hechos (entiéndanme) de manera que no se sepa bien si Ismael se está masturbando o la está penetrando. Sin embargo, sólo alguien que conozca el sumario y otros documentos, como es mi caso, puede albergar esa duda. Para el espectador medio sólo puede tratarse de una penetración.
Lo que arruina el relato de Bollaín sobre Logroño son los hechos probados, pero también la circunstancia de que Ismael y Nevenka, sólo una semana antes, coincidieran en Valladolid y, tras una larga noche de fiesta, compartieran hotel, que no habitación. Bollaín oculta el dato para que la película no se le venga abajo con el estrépito que habría merecido.
Quien habla es Ismael, Escrito queda:
«El 28 de junio de 2000 yo acudí a Valladolid por mi condición de procurador de las Cortes de Castilla y León. A sabiendas de que yo me encontraba allí, Nevenca programó un viaje a Valladolid. El asunto que, teóricamente, motivaba su desplazamiento era una reunión con un alto cargo de la Junta. Llegó a Valladolid por la tarde y alguien la trasladó a las Cortes a petición suya. Una vez allí, ya conmigo, nunca más se supo del asunto que requería su presencia en Valladolid, caso de que existiera. Dado que Nevenca decidió pasar la noche allí, llamé a mi secretaria para que reservara una habitación individual para ella. […] Al finalizar la sesión estuvimos de cañas con unos compañeros y compañeras, que confirmaron lo que estoy relatando. Ya en el hotel, yo me fui a mi habitación y ella a la suya. Dormí tres o cuatro horas y a las nueve de la mañana me fui para las Cortes. […] Nevenca presentó una versión falsa de los hechos. Declaró que, al finalizar mi trabajo en las Cortes, nos fuimos juntos al hotel y yo accedí a su habitación por una puerta interior, ya que nos habían asignado habitaciones contiguas. Como el hotel acabaría acreditando, ambas puertas estaban cerradas por ambos lados».
El magistrado ponente, mediante su voto particular, consignó: «[Está] acreditado y probado que el hecho no aconteció como ella presenta en su versión. Ni el alcalde penetró en su habitación ni por tanto hubo solicitud sexual, por la imposibilidad probada de penetrar en la otra habitación por la puerta interior».
E Ismael, EQ: «A la semana siguiente de haber estado en Valladolid, en lo que ella describió como una experiencia durísima, Nevenka se ofreció a acompañarme a la boda de un hijo del compañero concejal Manuel Rodríguez, en Estella. Ella misma gestionó la reserva de hotel para dos noches. Dado que no encontró habitaciones disponibles en Estella, reservó una habitación doble en el Husa Gran Vía de Logroño».
Desautorizada
Bollaín se pavoneó de que el Ayuntamiento de Ponferrada (donde, según sostiene, Ismael seguía teniendo mando en plaza) no le había autorizado a filmar en el despacho del alcalde. En ese punto, sugiere que, al igual que Nevenka, también ella ha sido víctima de Ismael, como en ese sketch de los Monty Python en que uno vive en una barraca, otro bajo un puente, el siguiente en un estercolero. Si Nevenka fue víctima, yo no voy a serlo menos. Hacerse un Colau, dícese. Y ello, sin que importase el tamaño del ridículo: cuando parte del equipo se plantó en Ponferrada para ‘localizar’, en cuanto se enteraron de que el hostal en el que se habían hospedado era de Ismael, declararon a la prensa: «¡Tiene nuestros nombres!».
Pero volvamos al despacho y a la elástica influencia de Ismael para otorgar y denegar permisos. Es mentira, otra más. Hace años que Ismael dejó de ser un poder fáctico; tanto es así que desde que se abrió la veda ha venido soportando el hostigamiento de Pastor a las puertas de su casa y el del PSOE a las puertas de su hostal… A mi juicio, la razón por la que el actual alcalde del Partido Popular le denegó a Bollaín que rodara en las dependencias del Ayuntamiento fue porque la mayoría de los vecinos tienen a Ismael en estima. Una estima efusiva, extenuante. He dado largos paseos con él por Ponferrada y siempre he tenido la impresión de que el destinatario de tantísimas demostraciones de cariño no era en verdad Ismael, sino yo. Como si los vecinos me quisieran demostrar ¡a mí, uno de Barcelona!, lo que sienten por él.
Uno de los lugares comunes sobre el caso (explotado por Bollaín) ha consistido en dar a entender que Ponferrada es un pueblo de cabestros en el que no hay ninguna posibilidad de que Nevenka sea rehabilitada. La razón, queda más o menos dicho, es que Ismael sigue siendo el verdadero dueño del lugar. Un sheriff encanallado. Y que en Ponferrada no se mueve una hoja sin que él lo consienta. Estos son los actos (y me quedo corto) que Ponferrada ha tributado a Nevenka, y en las que se aprecia el hedor del electoralismo barato.
En marzo de 2021, Ana Pastor persuadió a Netflix para grafitear, a pocos metros del domicilio de Ismael, un mural con la cara de Nevenka. Fue una de las acciones publicitarias que arroparon el lanzamiento de la serie documental de Netflix sobre Nevenka, producida por Ana Pastor. ETA.
En junio de 2022, la Universidad Feminista, organizada por la Concejalía de Bienestar Social, Infancia e Igualdad del Ayuntamiento de Ponferrada, proyectó el documental sobre Nevenka de Ana Pastor, tras el cual tuvo lugar una mesa redonda donde intervinieron, entre otras charos, Charo Velasco, la concejal del PSOE que animó a Nevenka a denunciar a Ismael.
El 17 de marzo de 2023, se estrenó en el teatro Bergídum, de Ponferrada, la obra teatral Nevenka, correspondiente al ciclo de actividades de la Universidad Feminista.
Dos semanas después, el 30 de marzo, el Ayuntamiento de Ponferrada levantó en honor de Nevenka Fernández, en una glorieta, un plafón con su rostro y el mensaje ‘Gracias por tu valentía’. La inauguración corrió a cargo de la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Vicky Rosell. Ese mismo día, Rosell intervino en la Casa de la Cultura de Ponferrada en un charla-coloquio con Cristina Fallarás.
Ese marzo, el Ayuntamiento de Ponferrada dedicó cada uno de los bancos de la plaza del Ayuntamiento a otros tantos colectivos más o menos víctimas del heteropatriarcado. Los operarios pintaron un banco de azul, rosa y blanco en aras de la visibilidad de los trans; otro con los colores del arcoíris en defensa del colectivo LGTBI, otro de verde para contentar a la hinchada ecologista y otro de violeta a modo de alegato feminista. Con una particularidad: ese banco, el violeta, está situado frente al hostal que regentan Ismael Álvarez y uno de sus hijos.
Ponferrada, la más bonita de todas las ciudades feas de España, es hoy un parque temático del nevenkismo, y Nevenka y sus memes, un próspero negocio multimedia.
The Objective, 14 de diciembre de 2024
El caso de Ismael Álvarez contra la realidad
En el encuentro que mantuvimos, Ismael no negó que hubiera incurrido en subidas de tono ni que, como quiera que Nevenka, tras la ruptura, avivó la expectativa de retomar (o no) la relación, este le llegara a decir: «¡Aclárate de una vez!». Ni siquiera cabe descartar la posibilidad de que le dijera «de una puta vez», o de que abrochara la imprecación con un «¡coño!».
Lamentablemente, no soy Juanjo Millás, psicoanalista de provincias y autor de la obra matriz del nevenkismo, Hay algo que no es como me dicen, regurgitada desde su publicación en forma de pieza teatral, psicodrama, grafiti, ¡rotonda!, película, docuserie… por lo que estoy incapacitado para escriturar conversaciones de alcoba sin haberlas presenciado. Y menos aún para facturarlas como «relato real» con ínfulas de diagnóstico social.
Y si bien subrayar según qué obviedades resulta humillante (lo es para mí, aunque también debiera serlo para el mainstream cultural español); ahí va: la hosquedad en que a menudo rompe un desengaño amoroso es delictiva.
Es probable que en la gama de grises en que se dirimen las justas sentimentales, Ismael no se comportara con arreglo al protocolo aliade, pero no hay ninguna duda de que fue condenado sin pruebas. De hecho, cualquiera que se hubiera tomado la molestia de leer el sumario (y, sobre todo, el demoledor voto particular), habría llegado a la misma conclusión. Esa evidencia, sumada al testimonio de Ismael y al abundante registro documental de la relación, me llevaron a pensar que el asunto merecía un reportaje.
Pensé en una suerte de crónica que abundara en la certidumbre de que entre Ismael y Nevenka hubo un amorío tan fugaz como real, un noviazgo saturado de poemas y ñoñerías; en una pieza de cierta hondura que desmintiera e incluso ridiculizara el prejuicio del que parte Millás, esa conjeturilla como de tertulia de Julia Otero: no había ninguna posibilidad de que Ismael no acabara en la cama con Nevenka, y que, en cierto modo, es el fermento de estupideces como que «todos los hombres somos violadores en potencia».
Pero no pudo ser. La tarde en que nos conocimos, Ismael ya llevaba escrito más del 70% del texto (con una sintaxis impropia, he de decir, de cualquier político estándar de nuestro tiempo), y todos mis intentos de reconvertir el material en un ensayo al uso fueron infructuosos.
Por dos razones: el modo en que yo lo pretendía enfocar habría obligado a Ismael a bajar a la coma de su romance con Nevenka, a los fines de semana en hotelitos de la comarca, a las escapadas a Galicia, a Portugal, a Madrid…, e Ismael, por pudor, se mostró reacio a que su familia se viera expuesta, nuevamente, a los pormenores de los días de vino y rosas.
La segunda razón, tal vez más atendible, es que yo quería escribir un libro cuyo eje fuera su historia con Nevenka, pero Ismael pretendía, además, dejar constancia de toda una vida. Algo así como una wikialvarez que incluyera retazos de su humildísima infancia, de su ‘erasmus’ de delineante en Madrid, de sus devaneos progresistas, de su pasión por la poesía y el cine, de cómo, ya con hijos, le hurtó tiempo al tiempo para licenciarse en Derecho, de sus primeros pasos en la política, de su devoción por Ponferrada… «No quiero que lo único que me defina sea Nevenka». No supe rebatir esa afirmación, que sigo considerando inexpugnable.
Hechas las cuentas, acordamos que yo revisaría el texto y que, si detectaba algún fragmento que me pareciera confuso o ambiguo, le propondría una alternativa. Fui agrupando subrayados y, cada tanto, viajaba a Ponferrada a discutir con mi anfitrión por qué mi solución era mejor que la suya. Más de una vez regresé escaldado.
De ese tira y afloja nació una amistad, y es raro que pasen 15 días sin que conversemos. La razón que nos llevó a conocernos ha sedimentado en una geología de la infamia en la que, cada vez que las Pastores, las Fallarás y el Fondo Sur MeToo se desmarcan con una nueva franquicia (¿para cuándo, y lo digo absolutamente en serio, el musical?), hay que seguir practicando catas. Con el consuelo, no siempre magro, de que la verdad, como la vida, sigue estando programada para abrirse camino.
domingo, 10 de noviembre de 2024
Error 404
Llevo tiempo familiarizado con la ineptitud de la Administración, también en lo que atañe a la comunicación con el ciudadano. He navegado (a veces, lo admito, viciosamente) por muchos de esos portales de transparencia que hacen honor a su nombre, siquiera porque permiten constatar, sin filtro ninguno, cómo la incuria es lo primero que salta a la vista.
Cualquier español que se haya topado con el sintagma «solicitud de cita previa», y se haya sometido a sus derivaciones presenciales, ya sea en el SEPE, la DGT o La Meva Salut, no ha podido por menos que ‘resignificar’ sus tratos con los so-called servidores públicos, que pasan a ser, en lógica proporcionalidad, adustos contrincantes, el tipo de antagonista con el que se entabla una relación parecida a la que predisponen esos camareros de terracota que eluden, con impávida destreza, la mirada y aun el manoteo del sediento.
El portátil desde el que escribo tiene vistas a la realidad, y sé por experiencia («¡sé, oh, con Voltaire!», dirían los politolais conforme al patético ceremonial de pedantería que también a mí me llegó a contagiar); sé, decía, que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Y no aspiro a que el paratexto digital de nuestros gobiernos, ayuntamientos o diputaciones… cumpla los estándares de limpieza de Our World in Data. Como tampoco abjuro del parlamentarismo porque no todos los diputados se llamen Cayetana.
A lo que no me acostumbro es al deep state en su acepción chabacana, a la Red convertida en maraña, a los bajos fondos de la Aemet o del Departamento de Seguridad Nacional (de la infame sintaxis del material que cuelgan, iba a decir «publican», pero no, la palabra es cuelgan, habrá tiempo de ocuparse); a que el diseño (que nunca como en estos días ha evidenciado su condición de valor moral) esté en manos de funcionarios que aprendieron a programar en los tiempos del Messenger.
No me confundan con el almirante Alatriste ni con su grumete de secano, el «hijoputa, hijoputa, hijoputa». Esos Larritas de salón.
Lo que, sobre todo, me parece disfuncional, dejémoslo en disfuncional, es que el estiércol 2.0 conviva, de modo más o menos natural, más o menos cínico, con los planes quinquenales de digitalización, con esa retórica ampulosa del tipo: «¡A este gobierno no lo va a conocer ni la madre que lo parió!». Más, si cabe, cuando la webísima ortopedia a la que corresponde decir, en letra limpia y sin contemplaciones, que estamos jodidos, es un galimatías perpetrado por una cuota de indolentes sobre los que mandan otra casta de iguales: los indolentes en jefe.
The Objective, 10 de noviembre de 2024
domingo, 20 de octubre de 2024
Cuando te pido que me toques rumba
-Tens les filles bé? Hi ha res que falti a casa teva? I aquella noia? La Nuri té el teu telèfon, oi?
Y prosigue, errabundo:
Els diners passen, les malalties es queden…
Me percato entonces de que esas disposiciones son un sobrevuelo circular. Y llega el derrote.
-La cosa es complica.
Nos vamos de concierto a la Cerdaña con Petitet y su Orquesta Sinfónica, el insólito combo que el rumbero de la Cera puso en pie en 2017, después de prometerle a su madre que llevaría el género al Liceo. De camino, una crisis de la enfermedad debilitante que padece Petitet deja el bolo en suspenso. Ésta es la crónica de la que fue la última gran actuación de Joan Ximénez, el hombre ante el que se postró el mismísimo Tito Puente.
Al apagarse el eco de la carcajada, la melancolía le nubla el gesto: «Ya no quedan gitanos así».
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Foto: Eva Blanch |
13:00. Cuando estamos a punto de llegar a Llívia, le pido a Barjau, el road manager, que me facilite el «set list». «Set list? Ah, ok! Nosaltres en diem el repertori!». Lo tengo merecido.
14.00. Tras dejar los instrumentos en la iglesia, el grupo se dirige al restaurante L’Enclau, donde Barjau ha apalabrado un menú de 15 euros. No bien ha probado los garbanzos con bacalao, Rambo (al cajón) exclama: «Això és pura mel!». Ricardito Batista (hijo del mítico Tarragona) los comería de buena gana, pero la perspectiva de una tarde bajo los efectos de tanta miel le acaba por disuadir. Una cerveza es todo el alcohol que se permiten. Sólo algún que otro quejío del Tarragonita delata a los comensales como rumberos de ley.
15:00. El Cocho, una de las dos voces masculinas de la banda, debía sumarse al tour viajando desde Lérida, pero una avería en su auto se lo ha impedido. Barjau consulta una web de autobuses y le sugiere que tome el de las 15:30 hasta La Seu, y desde allí otro hasta Puigcerdá. Una hora más tarde anuncia su baja definitiva en el concierto, lo que pone a la Sinfónica en un brete. Yumitus, el otro cantante, está aquejado de una severa afonía y a duras penas podrá hacerse cargo de sus temas, así que los guitarras Jack Tarradellas y Roger Lozano se tienen que repartir los del Cocho y algunos de los de Yumitus. Rumba del contratiempo.
16:00. La iglesia de la Mare de Déu dels Àngels es un edificio del siglo XVI cuyo principal atractivo es el portal, de estilo renacentista. El espectáculo del Petitet tiene una cierta reminiscencia eucarística, por lo que el escenario no desentona en absoluto. El problema es la reverberación (el reverb, en jerga) como evidencia Laura Santos al arrancarse por El triunfo. El técnico de sonido, Gerard, se las habrá de componer durante la tarde para moderarlo.
19:00. Al término del ensayo, con las sillas, los atriles y los instrumentos perfectamente alineados sobre el altar-escenario, se cumplen los peores vaticinios y mossèn Ramon ordena desmontarlo todo para celebrar la misa. Los diez feligreses que han acudido a la iglesia tratan de persuadirlo de que no es necesario (“no s’amoini, mossèn”), pero mossèn se atrinchera en el ‘no es no’. ¡On s’és vist, dir missa amb uns bongos al darrera! […] El (re)montaje (tras la misa) concluye sobre las 20.30, pero no hay mal que por bien no venga: nuestros músicos se han ahorrado la afrenta de tener que hacer tiempo a cielo abierto.
20:45. Al cineasta Carles Bosch, director de la extraordinaria Petitet (2018), el concierto le ha pillado en la región y se ha acercado a verlo. Entre las muchas dificultades que hubo de enfrentar el rodaje del documental, se cuenta una ciertamente llamativa, cual es la sobreactuación del Petitet. Bosch lo detectó de inmediato y le metió en vereda: “Con que seas tú me basta”.
21:15. Los músicos esperan frente al pórtico de la iglesia a que vaya entrando el público. Ellos visten de smoking y ellas de largo. Maria y Marina han optado por un conjunto de blusa y pantalón holgado. Si hay algo que no consiente Petitet es el desaliño. No en vano, una de sus sentencias más recurrentes es “la rumba es señora”, lo que extiende el señorío a los rumberos. Al pianoman, Iván Santaeularia, le costará una bronca el olvido de la pajarita.
21:40. A Petitet no le ha cundido el descanso. La sola visión de los escalones del pórtico le deja exhausto y por un instante parece venirse abajo. Sólo su imperial traje negro y su media sonrisa invitan a pensar que sí, que superará el envite. Apoyado en su hija Triana, recorre los 30 metros que le separan del altar y se refugia en un habitáculo lateral. Desde ahí hará aparición en cuanto la banda ataque el primer tema, Una lágrima. ¡Pom-pom-pom, pom-pom-pom-pom! El sonido no es tan deficiente como el ensayo hacía prever. (Según me explicaría después Roger Lozano, no se ha hecho la temida pelota, tan típica de pabellones deportivos, y que consiste en que unas notas se pisen con las siguientes por efecto del reverb.)
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Foto: Eva Blanch |
23:45. Gitana hechicera y Sarandonga abrochan la despedida y los llivienses bailan arrebatados, con el alcalde Elies Nova entregado a la causa desde la fila 0. Los músicos van desfilando uno tras otro por el pasillo central sin dejar de tocar, en una suerte de saints go marching in que por un instante hermana Llívia, el Raval y Nueva Orleans. El apropiacionismo gobierna el mundo y sobre el escenario queda Petitet, rendido y feliz.
03:30. El autocar nos devuelve al mismo punto del Paralelo en que nos había recogido 18 horas antes. Barcelona es un horno húmedo y mal iluminado, indiferente al cansancio de 22 rumberos en desbandada. 24, conmigo y Eva.
domingo, 29 de septiembre de 2024
La flojera de Europa ante Sánchez
El discurso legitimador de Minder se apreció aún mejor a la luz de las crónicas que despachó la corresponsal de Le Monde, Sandrine Morel, que concitó la animadversión del nacionalismo por su instant book En el huracán catalán. Tal fue el precio de que aireara lances ciertamente tercermundistas, como el del incógnito dircom del PDECat que, ante su escepticismo respecto a la legitimidad del referéndum del 1-O, le dijo: «Mira, niña, si compramos dos páginas de publicidad en tu periódico vas a decir lo que nosotros queramos». ‘Mira, niña’ lo digo yo, pero es, a buen seguro, la interjección que su interlocutor llevaba en mente.
También Minder dejó un libro, The Struggle for Catalonia: Rebel Politics in Spain, en el que dio rienda suelta a la fantasía iniciática, americanísima, de cubrir, vencida y desarmada, la guerra civil.
Sea como fuere, el procés fue noticia en el extranjero, y si bien las crónicas adolecieron de una cierta comprensión para con los delincuentes, no faltaron voces que alertaran de que la «sonrisa» revolucionaria con que el nacionalismo trató de encandilar a las cancillerías, era en verdad una mueca siniestra. A bote pronto: Antonio Tajani, Manuel Valls, Nicolas Sarkozy, Marlene Wind, Inger Enkvist…
Sólo The Guardian, por boca de María Ramírez, tuvo a bien desvelar la trastienda de la reflexión de Sánchez, pero no para escandalizarse por su «carta a la ciudadanía», secreción sentimentaloide donde también el título era mentira, pues los verdaderos destinatarios eran los jueces y la prensa. No, Ramírez hizo suya la propaganda gubernamental para proclamar, por duplicado, que Sánchez tenía razón.
«Sánchez tiene razón al denunciar a los medios de comunicación poco profesionales por difundir mentiras e insinuaciones infundadas. Hace tiempo que tiene que hacer frente a ataques personales y absurdos difundidos en Internet por sus oponentes de derecha y extrema derecha, incluidos rumores maliciosos e infundados sobre su esposa y su familia. […] Sánchez tiene razón en lo que se refiere a la degradación del debate en el parlamento español, en los medios de comunicación y en las instituciones públicas en general. […] Es muy fácil señalar como causa de ello la cruda retórica de los políticos, sobre todo de la derecha. Al primer ministro se le acusa sistemáticamente de ‘mentir’ sin pruebas. Los conservadores de la oposición describen a España como una “dictadura” en la que Sánchez se comporta como Franco. No hay consecuencias, ya que no existe un código ministerial que prohíba mentir o acusar a alguien de mentir. Incluso ha habido algunos incidentes de violencia física contra funcionarios socialistas locales.»
Anécdotas al margen, la impasibilidad de los grandes medios europeos frente a Sánchez, la indiferencia para con el progresivo desguace del Estado de Derecho en España, guarda cierto parangón con la incuria con que la UE viene tramitando el madurazo, al que apenas ha aplicado el protocolo deeply, consistente, esta vez, en conceder a don Edmundo una presidencia honorífica, quién sabe si de la isla de If.
Es el si(g)no de un tiempo en el que los primeros en caer, lo recuerdo bien, fueron los editores, entiéndase el término en su sentido más amplio.
[Bola extra]
Dice Zapatero: «Mi Gobierno acabó con ETA. Bajo mi Gobierno se entregó ETA, se rindió ETA. Lo digo y lo afirmo. […] Pasó con mi Gobierno, no con el Gobierno de Aznar ni con el de Felipe González ni el de Rajoy».
Dice Zapatero: «Cuando alguien facilita, cuando alguien media, debe ser extraordinariamente respetuoso. Es un derecho y un deber mantener discreción y lealtad a las personas que han permitido, que han querido, que facilitase una tarea. En mi larga experiencia política de conflictos sé muy bien que eso es lo que hacen los mediadores».
[Tercera bola extra]
Polarización es el término que emplea la izquierda para deslegitimar a la oposición de derechas. «La derecha polariza» es la mutación politolai de «la derecha crispa». La gran genialidad de la factoría progresista estriba en reclamar para sí el papel de sagaz observador en una disputa en la que participa como actor protagonista. El viejísimo, bipolar, ‘juez y parte’.
The Objective, 29 de septiembre de 2024
domingo, 18 de agosto de 2024
Diga 133, por cuatriplicado
El ya presidente de la Generalitat, de hecho, había hecho suyo en el discurso de toma de posesión la fantasmagoría del cent trenta-tresè president… , conforme al listado que se sacó de la manga un comité de expertos capitaneado por el historiador Josep Maria Solé i Sabaté, a quien Jordi Pujol, obsesionado con la idea de revestir la Generalitat de pedigrí milenarista (recuerde el lector la campaña institucional «Catalunya 1.000 anys», que tanto alegró la vida de la prensa), encargó la «investigación», auspiciada por Enciclopèdia Catalana. Aquella concienzuda labor al servicio de la mitología añadió once presidentes a la nómina oficiosa, que ya en 1980 había convertido a Pujol en el 115º presidente de Cataluña. Entre los medios que traficaron con dicha mercancía, por cierto, no faltó El País. Firmaba la noticia el psicópata en ciernes Alfons Quintà, ya entonces dado al menudeo:
«En el plano formal, la noticia del día fue la toma de posesión de Pujol como 115º presidente de la Generalidad. Pero en el orden de la trascendencia de la política real, destaca la profundización de la maniobra conjunta de socialistas y Tarradellas para socavar el escaso poder del presidente Pujol. Tarradellas ha dejado la Generalidad «atada y bien atada», en el sentido de que, por un lado, deja colocados en ella a sus amigos y confidentes, y por otro, ha excitado la confrontación entre socialistas y Pujol».
La historiografía recreativa de Solé apuntaló el delirio pujolista; sobre todo, para que «en el orden de la trascendencia», lo trascendente fuera el orden y la «política real» fuera lo más semejante a un romancero. Tal es la mística ultramontana que ha abrazado Illa, a modo de frontispicio de una legislatura que promete ser tan siniestra como su gesticulación pandémica, y en la que, en nombre de la paz social, todo aquel que cuestione el corpus, empezando por la sumisión a la cronología paleozoica, será tildado no ya de anticatalán, sino, dado Sánchez, también de antiespañol.
«Señoras y señores, bienvenidos y bienvenidas al Palacio de la Generalidad, sede del Gobierno de Cataluña. Dará comienzo el acto de toma de posesión del cent trenta-tresè president de la Generalidad de Cataluña.» Hasta cuatro veces la voz megáfona de pantocrátor, reverberación del eco divino de los locutores que en TV3 retransmitieron el procés, nos hicieron oír 133.
Ahora bien, ni Rull, el delincuente indultado que escenificó cómo serían los lunes en una Cataluña independiente, ni Illa, que se atrevió a proclamar que gobernaría «para todos», remedando al Artur Mas que se ufanó de tolerar que Albert Rivera hablara en catalán; ni Rull ni Illa, decía, tuvieron arrestos para incrustar ese ‘133’ en la resolución del pleno del Parlamento y la promesa oficial del cargo, no fuera a ser que un antiespañol, yo mismo, lo impugnara ante la justicia; no fuera a ser, en fin, que se lastimaran, que prenguessin mal.
Ésta siempre fue tierra de cobardes y me alegró de que ambos, siquiera por omisión, lo dejaran claro.
[Bola extra]
El entierro del procés, esa pobretona unanimidad a la que se le ven todos los costurones. Como si el procés no estuviera muerto desde que Ciudadanos se convirtió en primera fuerza.
[Segunda bola extra]
El Confidencial, 29 de septiembre de 2020. El doctor y profesor en Derecho de la Universitat Pompeu Fabra, Pere Ripoll ha hallado a dos nuevos presidentes de la Generalitat durante la época medieval, por lo que Quim Torra sería el 133 ‘president’ y no el 131. […] Hasta ahora, la historiografía había considerado a estos dos regentes como «una especie de tecnócratas al frente de la institución», si bien Ripoll ha afirmado que su hallazgo permite afirmar que «lo más cercano a la presidencia actual que experimentó la Generalitat medieval y moderna fue el sistema de regencia de la institución». Los dos regentes ocuparían el 5º y 6º lugar en la lista de presidentes, por lo que la numeración actual debería desplazarse dos números y Torra pasaría a ser el 133 y no el 131 como se afirmaba hasta ahora.
The Objective, 18 de agosto de 2024
domingo, 28 de julio de 2024
Un epílogo catalán
Debió ser noticia, digo, e incluso copar la misma superficie que coparon las vías catalanas, las uves a vista de pájaro, el soberanismo sobre plano y las cadenas humanas entre Salses y el porvenir. Se trataba de someter a los mil y pico de expedicionarios que desembarcaron en plaza Urquinaona desde Vic y sus afueras, dicho sea en un sentido moral, a la misma operación discursiva que normalizó, enalteció los fastos de 2014-2017: planos cenitales para tasar la magnitud de la movilización, cálculo aproximado de la asistencia mediante el índice de densidad del gentío, anécdotas varias (mascotas, bebés, ancianas, rostros populares)…
El periodismo, en cambio, exhibió una vez más su acreditada incuria a la hora de cerrar los paréntesis, su ontológica renuencia al principio de simetría. Siglos soportando la murga del deporte como metáfora de la vida y ni siquiera alcanzamos a embalsamar nuestras miserias en la olímpica sintaxis de unos Juegos, apertura y clausura. El Mundo incrustó un pie de foto y solo THE OBJECTIVE publicó la esquela en tiempo y forma, lo que no deja de ser irónico, detentando La Vanguardia como detenta el monopolio de las pompas: «Según cifras de la Guardia Urbana, cerca de 1.500 manifestantes han recorrido la Vía Laietana de Barcelona hasta la sede del Palau de la Generalitat, donde los manifestantes han echado al suelo trozos de pan en un simbólico mensaje de que Cataluña no quiere conformarse con “migajas”». Qué oportunísima performance; porque lo que encarnaba esa postrera falange era, exactamente, la quinta acepción del término «migajas»: residuo. D’un temps-d’un país.
Anote la general estulticia, si no lo ha hecho ya, que fueron la policía, el Rey, un millón de españoles y los jueces quienes hicieron descarrilar el procés; que la inveterada cobardía catalana (¡independientes sin bajar del autocar, hágase!) hizo el resto. Y que Sánchez no ha propiciado nada; antes al contrario, ha cedido el centro del tablero político a una camarilla crepuscular.
Lo alarmante es que, a 27 de julio, no lo haga para estar a la altura, nunca mejor dicho, del ritornelo del Falcon, sino porque se haya aficionado a la escritura y pretenda, gravemente, seguir practicándola.
[Bola extra]
Voilà. Una vez más, Francia se ha quedado a un paso de hacer el ridículo; para que sean los agoreros quienes lo den. Y con ellos, los nativos analógicos que, una semana antes que los 1.500 de Urquinaona, salieron a la calle para protestar por la conversión de su ciudad en un parque temático. Los organizadores de París 2024 han hecho realidad esa hipérbole, como apuntaba Marc Bassets, con un espléndido anti-Puy du Fou. Pasado por agua. Poché.
viernes, 12 de julio de 2024
¿’Welcome refugees’ y ‘tourists go home’?
Un año después, Arran volvió a inaugurar la temporada veraniega lanzando dos botes de humo contra el piso superior de uno de los vehículos de la misma línea, en lo que ya corría el riesgo de perpetuarse como otra tradición barcelonesa, una suerte de versión prototerrorista del tren de la bruja. Al punto, el comisario de guardia, Pisarello, hizo gala de su conocida omnicomprensión de la violencia de izquierdas, y puntualizó que, antes que un acto vandálico, se trataba de una «iniciativa simbólica». Este fue el tuit que publicó, plenamente identificable por su sintaxis, y al que, antes que tuit, habría que llamar comunicado: «Ha sido una iniciativa simbólica que no ha provocado incidentes, una de las tantas que se producen en Barcelona, estamos teniendo un debate sobre el futuro del turismo, debe ser una actividad sostenible».
En verdad, hacía al menos una década que ese debate se había abierto en Barcelona, que había reemplazado al País Vasco como destino predilecto en Europa del turismo borroka. En el macrourinario en que se convertía el barrio de Gracia a partir de julio, no era infrecuente que los enfrentamientos entre el rojerío pluriestatal y la guardia urbana se prolongaran hasta bien entrada la madrugada, con quema de contenedores incluida y un sinfín de atracciones para todos los gustos, entre las que se contaban los destrozos en viviendas de uso turístico, las amenazas a los propietarios y el hostigamiento a los turistas.
De que fuera una actividad sostenible se ocupaban los servicios de limpieza municipales, sísifos a cuenta del erario que en torno a las 10 de la mañana ya habían devuelto una cierta apariencia de civilización al infecto sumidero anticapitalista de la noche anterior.
Hoy sabemos que la propaganda o (cupaire) fue cualquier cosa menos simbólica, pues ha acabado incrustada en partidos como el PSOE, que trata de desviar la atención sobre su catastrófica Ley de Vivienda achacando la falta de oferta asequible a los pisos turísticos. ¿Que hay que velar por el cumplimiento de la ley? Por supuesto. Es innegable que en áreas de elevada concentración se produce un efecto en el precio del alquiler residencial, y los ayuntamientos deben esmerarse en aplicar medidas que corrijan esa eventualidad, pero practicando la cirugía fina, no la demagogia a granel. Y, sobre todo, atendiendo a la evidencia.
Véase el caso de Nueva York, donde al cabo de nueve meses de la prohibición de facto del turismo residencial, la oferta de vivienda es todavía menor, los precios de los alquileres siguen disparados y lo que antes era un mercado regulado, ahora es un mercado negro. O el caso de Barcelona, donde, según recogen las ponencias que se presentaron en el marco de una comisión sobre la materia en el Parlamento de Cataluña, el porcentaje de pisos turísticos registrados y activos supone el 0,93% del parque de vivienda, y el porcentaje de turistas que recurren a esta modalidad no llega al 10%.
No son cifras que casen con ese alud de imágenes truculentas en las que los turistas aparecen caracterizados como un enjambre de indeseables, y los propietarios de pisos turísticos, como un hatajo de desaprensivos. ¿Cómo reaccionaríamos si los medios de comunicación de referencia hablaran de los inmigrantes irregulares como de una plaga bíblica a la que hay que combatir? ¿Y ante una patrulla vecinal que increpara en las calles a esos mismos recién llegados, haciéndoles saber a voz en grito que no son bienvenidos?
Porque eso mismo ocurrió el sábado en una terraza barcelonesa, en la que varias familias de turistas se vieron rodeadas de energúmenos que vociferaban a quemarropa, poco más o menos, «forasteros al pilón». ¿Acaso los delitos de odio incorporan eximentes en función de quienes lo sufren? ¿O la eximente estriba, como sospecho, en portar banderas palestinas? Esa xenofobia de alta cuna, con certificado ministerial.
The Objective, 12 de julio de 2024