lunes, 27 de octubre de 2014

Desobediencia civil


Este verano remozaron el patio interior de la finca y, mientras duraron los trabajos, los vecinos hubimos de poner a secar la colada en los balcones exteriores, que en nuestra escalera es un humilde pleonasmo. Como quiera que en julio pasé unos días fuera de Barcelona, al regreso no me percaté de que la faena había llegado a su fin y seguí aireando la ropa donde no correspondía. Al punto, el presidente de la comunidad sancionó mi actitud mediante una nota en el ascensor en que me advertía de que la normativa prohibía tender ropa en los balcones. El escrito no se dirigía a mí de modo explícito, pero me bastó echar un vistazo a nuestra fachada para constatar que, en efecto, yo era el único vecino que tenía ropa en el balconcillo (no sobre la barandilla, sino en un tendedero portátil que compré a tal efecto al comienzo de las obras en el patio interior). Síganme: esto es una columna política y no, no me he vuelto loco. Todavía no.

Cuatro días después del aviso, y ante mi palmaria insubordinación, llamaron al timbre. Era el presidente de la comunidad, que se había hecho acompañar por otro vecino al que presentó, con presunción notarial, como su secretario. Dado que hace apenas unos meses que vivo en la finca, encarrilaron la charla dándome la bienvenida y recordándome que estaban a mi entera disposición. Por un instante, me recordaron a esos periodistas que arrullan de primeras al entrevistado para, una vez que lo tienen ablandado, saltarle a la yugular.


-Verá, también queríamos hacerle una observación.


-Díganme.


 -Supongo que vio la nota en el ascensor.


-La vi, sí.


 -¿Y bien?


 -¿Les importaría que bajáramos a la calle? Me gustaría mostrarles algo.


ADVERTISEMENT

Accedieron a mi petición, no sin antes cruzar una mirada recelosa.

Ya en la acera de enfrente, desde donde teníamos una mejor perspectiva, les pedí que observaran la fachada.
-Sí, claro, a eso nos referíamos, a la ropa que tiene usted tendida en el balcón. El caso es que la normativa lo prohíbe.


-Por estética -me aclaró el vicepresidente.


-Me consta, sí, pero, ¿qué me dicen del tercero segunda, el quinto primera y el ático segunda? ¿O acaso no es ropa lo que cuelga de esos balcones?


 -No, perdone, ropa no es; son banderas independentistas.


-En lo que a mí respecta, trapos.


 -¡Hombre, no es lo mismo!


-O sea, que tender la colada en el balcón es una aberración, pero tender una bandera independentista, no. ¿Es eso?


Dejé a mis convencinos colgados de la brocha y mientras me alejaba volví de nuevo la vista a la fachada. Era Magaluf. Y lo que es peor, con ínfulas.


Libertad Digital, 23 de octubre de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario